—¡Todos ustedes hombres! ¡Den la espalda! —Luc aplaudió sus manos mientras ladraba las órdenes y Zolan se acercaba a los hombres.
—¿Eh? ¿Por qué necesitamos hacer eso? Ya estamos detrás de una gran roca. —Levy se quejó.
—¡De todas formas! ¡Tengan respeto y den a la princesa la máxima privacidad que necesita y merece! —Luc insistió y con un suspiro, los hombres se voltearon. Algunos de ellos rodaron los ojos ante las dramáticas órdenes de Luc. Realmente no había manera de que ninguno de ellos pudiera ver algo de la princesa bañándose ya que la enorme roca bloqueaba completamente la vista del arroyo donde se estaba lavando.
En el momento en que Zolan se sentó con ellos, y Elias volvió de llevarle su ropa, Zolan comenzó a contarles a sus camaradas lo que la princesa le había dicho.
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