Rebosante de una actitud coqueta, el sonido de un llanto profundo resonó desde el bosque.
—¡Boohoo...! —El regordete y tierno Señor Supremo de la Llama estaba colgado de los árboles con su ropa hecha jirones. Esas marcas de látigo en su tierno cuerpo estaban siempre tan rojas.
El pequeño y rechoncho Señor Supremo de la Llama ya no podía sentir su propia castidad.
No importaba cuánto luchara y gritara, no podía escapar de esas siniestras palmas.
Goterones de lágrimas caían de sus grandes y anchos ojos. Era un señor supremo que velaba a incontables habitantes bajo él. Y pensar que sería destruido por un humano. Estaba sufriendo dentro de su corazón.
Incluso tenía pensamientos suicidas en ese momento. Cómo iba a mantenerse erguido frente a sus habitantes nunca más...
Al mirar las cicatrices de su cuerpo regordete y blanco, sintió ganas de llorar una vez más.
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