Un viento frío se colaba por la ventana, despertando a Neveah y sus ojos se abrieron lentamente.
Neveah parpadeó para disipar la borrosidad en sus ojos, el montón de archivos en su campo de visión le decían todo lo que necesitaba saber, se había quedado dormida en su oficina... de nuevo.
Un quejido silencioso escapó de Neveah mientras levantaba la cabeza del escritorio, lanzando una mirada a la ventana con la esperanza de determinar la hora del día, Neveah encontró que las cortinas habían sido cerradas y ni siquiera una rayita de luz se colaba.
—Yo... No recuerdo haberlas cerrado... —murmuró Neveah para sí misma.
Neveah siempre dejaba las cortinas abiertas a propósito, para que la luz la despertara si alguna vez se quedaba dormida mientras trabajaba.
Levantándose de su silla, Neveah se detuvo un instante cuando una bata exterior se deslizó de sus hombros y cayó al suelo.
Neveah arqueó una ceja, inclinándose para recogerla, no necesitó mucho para saber a quién pertenecía.
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