webnovel

prologo

Narrador

Un lindo chico, caminaba cerca de un territorio peligroso. se especulaba que ese territorio estaba por ceder ante su lado ánimal por falta de un omega. ¿La razón?, Fácil. Resulta que las dos cabezas de la manada que tendrian que ser alfa y Omega respectivamente, eran dos alfas destinados. Los dos se amaban, por lo que antes de siquiera querer romper su lazo, siguieron juntos, inclusive si eso significaba morir. Igualmente, el cargo de Omega podría ser usado por uno cualquiera, pero no había ninguno dentro de la manada, y no pensaban aceptar uno de las otras manadas, sabiendo de sobra que eso también los llevaría a su ruina.

El joven Omega se encontraba ahí por qué pensaba que ya había pasado esa parte del territorio, pero no sospechaba que su mal sentido de orientación le jugará tan en contra. El venía desde muy lejos, por lo que nunca había pisado esas tierras.

El se dirigía a un lugar lejano en el cual morir.

Su manada había caído en su totalidad, siendo todos y cada uno asesinados. Todo ese dolor y sufrimiento instalado en su corazón, hicieron que deseara morir, pero no en un lugar horrible como en el que estaba en un inicio. Es por eso que decidió ir hacia un lugar antiguo dónde crecían árboles mágicos, esos árboles mágicos absorberían los nutrientes de su cadáver putrefacto y convertirian su alma en un espíritu. Eso es lo que quería, pues para su antigua manada, esa era la manera más digna de morir.

Estaba tan metido en sus pensamientos, que no noto cuando algo salto desde las sombras hacia el. ¡Lo habían descubierto!, Sus pensamientos negativos hicieron que dejara de ocultar sus feromonas y lo descubrieran.

El, como cualquier cambia pieles, podría cambiar, pero en ese estado, si lo hacía sería atacado de inmediato, por lo que se quedó quieto.

Un aroma fuerte y triste llegó a sus fosas nasales, y lo supo. Seguía en el territorio de los lobos corruptos.

Vio por el rabillo del ojo al chico que lo tenía aprisionado contra el suelo, lo reconoció como un beta casi de inmediato. Tenía el cabello castaño y lentes, estos estaban rotos, por lo que dudaba que pudiera ver con claridad.

Sonrio un poco al ver como el beta asercaba su nariz a su cuello, exactamente a su glándula Omega, pero este desapareció su olor de inmediato. Eso pareció desespera más al castaño, que estaba por perder el control de su cuerpo.

-suelta tu aroma, omega- dijo en un tono profundo, casi suplicante. Parecía que su lado racional estaba queriendo mantener su humanidad por mas tiempo.

El Omega albino soltó un poco de su aroma, y sintió como el beta se desplomaba encima suyo para aspirar con fuerza su glandula.

Poco después, pareció reaccionar de inmediato, separandose de el apenas se dió cuenta. No podía creer lo que estaba haciendo, estaba sometiendo a un Omega contra su voluntad. Se sentia horrible.

-¡Disculpame! N-no era mi intención- dijo rápidamente.

El de lentes esperaba recibir una mirada de miedo, o de repudio... Pero en cambio, recibió una pequeña sonrisa. Haciendo que se relajara extrañamente.

- no te preocupes, después de todo estabas siendo consumido por tu lobo- dijo natural, como si no le hubiera afectado ese momento de peligro.

Había vivido demasiadas cosas para que un beta siendo consumido por su lobo lo asustara, era algo de su día a día, o por lo menos de sus días pasados.

El de lentes se quedó viendolo por unos minutos analizandolo con atención, era un Omega echo y derecho en base a biología si se lo preguntaban.

Cuerpo bien formado, pero sin tanto músculo. Piernas perfectas y largas, unos glúteos grandes y provocativos, muslos "carnosos", contaba con una envidiable cintura de avispa y caderas anchas. Pasando a su cara, tenía el pelo blanco y un poco más largo de lo normal, sus ojos eran totalmente azules, contando con un pequeño punto blanco en el centro y sus facciones eran andróginas, siendo que era por eso que casi lo confundía con una mujer.

El beta dejo de mirarlo al recordar lo que pasaba.

- ¡Mi manada! Necesito que los ayudes ¡Rápido!- exlamo casi entre lágrimas.

Para el no tenía sentido si se curaba de lo que le pasaba, pues si su manada sucumbia ante su lobo, todos morirían, menos el... Quedandose totalmente solo.

Tomo el brazo del Omega y lo intento arrastrar, pero extrañamente no pudo ni moverlo un centímetro.

- está bien... Pero con una condición- hablo tranquilamente.

El de gafas se quedó petrificado, pues en ningún momento de su vida se quedó tan frío con un tono de voz tan tranquilo y dulce.

- quiero a cambio de salvar a tu manada, me pueda quedar en el invierno. Ya sabes, se asercan épocas frías y no quisiera morir de frío... Aun- dijo en un tono endulzado y tranquilo.

El de lentes lo pensó un momento, trago en seco y asintio levemente.

- s-si. Está bien, pero por favor ayúdalos.

Intentó jalarlo de nuevo, pero está vez pudo hacer que caminara.

Se sentía extraño, no podía explicar lo que le transmitía el chico, pero si sabía que no era malo, más bien como un sentimiento de haber encontrado algo especial, algo de lo que nunca se arrepentiría después.