Atticus todavía no había despertado. Habían pasado dos días, y aún permanecía inconsciente.
Anastasia no se había apartado de su lado ni un solo momento. Se quedaba junto a él, su mano acariciando suavemente su cabello blanco como la nieve.
A pesar de las pociones curativas que Avalón le había dado, el cuerpo de Anastasia todavía mostraba signos de edad. Las quemaduras y heridas habían sanado, pero la huella que la habilidad drenadora de vida de Elysia había dejado en ella era visible.
Había envejecido, la vitalidad robada de ella era mucho más de lo que cualquier poción podría restaurar.
Se sentó en silencio, sus ojos suaves mientras miraba a su hijo con amor. Arya, parada en silencio en las sombras, permanecía callada, velando por ambos.
Desde que había acabado la batalla, Arya había estado inusitadamente silenciosa, sus pensamientos llenos de profunda vergüenza, oculta de todos.
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