Magnus sonrió cuando Atticus hizo una reverencia, la sinceridad en su agradecimiento era evidente, y esta vez, no hizo ningún esfuerzo por ocultar su sonrisa.
Atticus, sin embargo, permaneció en su posición inclinada, incapaz de ver el cálido gesto de su abuelo. Tras un breve momento, Magnus comenzó a hablar, su voz medida y compuesta.
—Bien. Comenzaremos tus lecciones de inmediato —declaró Magnus. Hizo un gesto hacia el suelo frente a él, incitando a Atticus a sentarse con las piernas cruzadas. Sin dudarlo, Atticus tomó su lugar.
Magnus se inclinó hacia adelante y comenzó, con un tono directo —Primero, empecemos por deshacernos de tu mentalidad insensata con respecto a la percepción.
Los labios de Atticus se torcieron sutilmente ante la forma directa de hablar de su abuelo. Para ser sincero, esta era la vez que más tiempo lo había oído hablar.
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