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Draktharion se sentía incómodo.
—¿Mm?
Atticus no parecía humano. No, en este momento, no parecía un ser con emociones de ningún tipo.
Draktharion sentía como si lo estuviera mirando algo mucho más frío: una máquina.
Era como si ya no estuviera enfrentando a un hombre, sino a un programa lleno de nada más que cálculos, ejecutando incontables escenarios, diseccionando cada movimiento antes de que siquiera ocurriera.
No había miedo, ni vacilación, ni ira, solo una intención fría y despiadada.
Draktharion frunció el ceño. No le gustaba esto. En su vida pasada, como en esta, había sido un dragón. Un ser que era el señor de su mundo.
Pero ahora, siendo observado por este chico, se sentía pequeño. No podía aceptarlo. No lo haría.
De repente, el mundo parecía detenerse. El aire se espesaba, sofocante. El sonido de la lava fluyendo en la distancia se desvanecía mientras la tensión entre ellos alcanzaba un punto de ruptura.
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