webnovel

El niño podrido de la jungla pasa de todo

A lo largo de mi carrera he escrito diversos pastiches sobre Tarzán y también una biografía del señor de la selva, conocido en Inglaterra como Lord Greystoke, hombre muy cosmopolita y cultivado. (Sí, Virginia, existe un Tarzán real).

Cuando se menciona a Tarzán, el primer nombre que suele venir a la mente a menos que sea usted de esas personas que sólo le conocen a través de las películas, en cuyo caso no conoce al verdadero Tarzán, es el de E. R. Burroughs, autor de diversos libros en los que dicha figura aparece considerablemente novelada. Me aficioné a los libros de Burroughs siendo muy joven aún y todavía no he logrado superar completamente esta adicción.

Pero en época reciente, he tenido oportunidad de leer y admirar (aunque nunca me aficionaré a ellas) las obras de otro Burroughs, de nombre William. Sus historias, si se les puede llamar así, están escritas en un estilo inculto y plagado de absurdos, y se enlazan entre sí mediante técnicas muy poco convencionales. Entre todas ellas, recomiendo especialmente Nova Express.

Casi todos sus trabajos contienen grandes dosis de homosexualidad, toxicomanía, violencia, aversión y desprecio por las mujeres, paranoia, sadismo y masoquismo, además de hacer hincapié en los aspectos más repugnantes de este mundo (y también de otros).

Esta combinación suena bastante poco atractiva, pero su inquieta imaginación y las delirantes metáforas que utiliza hacen que la lectura de sus singulares escritos sea mentalmente estimulante.

Por desgracia, lo subjetivo de muchas de las referencias logra confundir incluso al lector más letrado. Dichas referencias pueden comprenderse mediante la lectura de Junkie (heroinómano), la biografía del autor. En realidad, el lector no debería recurrir a esta para comprender la novela de William. No obstante, y aunque no logre captar tales referencias, puede encontrar que la escritura de Burroughs es digna de ser leída y que resulta mentalmente estimulante.

Así pues, un día en que me hallaba releyendo Nova Express, pensé: ¿Qué hubiera ocurrido si en lugar de Edgar Rice Burroughs, hubiera sido William Burroughs quien hubiese escrito los libros de Tarzán?

Estaba seguro de que no habría posibilidad de vender semejante pastiche doble en caso de que yo lo escribiera. Por otra parte, la supuesta obscenidad y pornografía que inevitablemente contendría, no constituiría obstáculo alguno para su publicación. Estábamos en 1968; tanto Henry Miller como William Burroughs habían publicado, y mi propio Jinetes del Salario Púrpura había aparecido el año anterior en las Visiones Peligrosas de Harlan Edison. Sin embargo, estaba seguro de que ninguna revista de ciencia ficción aceptaría publicar el relato. Por alguna razón que desconozco, no se me ocurrió enviarla a Playboy pero, de todos modos, dudo de que se hubieran quedado con ella. A los editores podría haberles gustado, pero no la habrían considerado adecuada para la mayoría de sus lectores.

A pesar de la dificultad de venderlo, lo escribí porque me divertía hacerlo, y porque quería saber si era capaz de imitar el estilo de William Burroughs. El primer intento duró tres horas. Al cabo de dos días, volví a él y elaboré el segundo y último borrador en una hora.

Bueno, pues se vendió casi de inmediato, pero a una publicación muy peculiar. Me refiero a que era la última clase de revista a donde creí que iría a parar.

Roger Lovin, director de una editorial dedicada a publicar revistas pornográficas, la American Art Agency, era al mismo tiempo un entusiasta de la ciencia ficción. Había oído hablar de mi relato y me pidió verlo, lo leyó, y dispuso que se imprimiera en Broadside. Según me dijo Norman Spinrad, se trataba de una revista de lo más obsceno y, riendo, añadió que era la mejor de las que la American Art Agency publicaba, la que tenía más clase.

A Lovin no le importaba. Él quería publicar el relato y este acabó por aparecer en Broadside, entre pechos colosales y mujeres con medias y ligueros, guapas pero demasiado mamíferas. Los otros dos escritos presentados era Francesas en venta y Mi idilio con 60 starlets, ninguno de cariz novelesco. Suponiendo que se molestaran en leerla, imagino que la mayoría de los lectores debieron quedar bastante confundidos por mi historia, exceptuando en todo caso un 0'01 por ciento.

En estos momentos estoy hojeando la revista. Tanto las fotos como la prosa de los artículos resultan bastante inofensivos, casi inocentes. Mucho han cambiado los criterios en once años.

Dos años después, Charles Platt reimprimió el relato en New Worlds Science Fiction, una revista inglesa dedicada a la literatura experimental de «nueva ola». Un salto considerable.

En 1971, Norman Spinrad recopiló una antología titulada Los Nuevos Mañanas, una obra que contenía algunos de los mejores ejemplos de la «nueva» ciencia ficción. En ella incluyó mi historia, y escribió un prefacio en el que reconocía mis esfuerzos pioneros, en el campo de la ciencia ficción.

Hace unos pocos años intenté escribir un pastiche en el que Edgar Rice escribía Nova Express, pero no funcionó y tuve que desecharlo. Aunque todavía no sé cuál, soy consciente de que este fracaso encierra una lección. Tal vez sea que uno no debe exprimir algo hasta tal punto. Pero hay que intentarlo porque ni no, no hay forma de hacerse sitio.

Si William Burroughs, en vez de Edgar Rice Burrougs, hubiera escrito las novelas de Tarzán