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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasia
Classificações insuficientes
261 Chs

Una situación peligrosa

  --¡Oh Señor Oscuro! --Dijo un hombre de túnica negra, con un tono de voz lúgubre, mientras que en sus manos sostenía una daga larga--  Que habita entre los mortales y roba su energía, que concede nuestros deseos a base de sangre. Por favor, acepta está ofrenda de tus humildes servidores. --Levantó la daga y apuñaló hacia abajo. Al levantar la hoja, el joven notó que estaba teñida de rojo, con pequeñas gotas de aquel líquido espeso derramándose.

Gustavo no podía observar con claridad que era lo que pasaba, ya que aparte del hombre de la daga, se encontraban otros cinco individuos de túnica negra rodeándole. Fue entonces cuando uno de ellos se movió a la derecha, notando una escena grotesca y repulsiva. Encima de una roca ceremonial (Una piedra lisa en forma de cama) una joven de tez blanca descansaba inerte, con el pecho abierto y su vestido blanco manchado en sangre.

  --Malditos. --Dijo en voz baja, no entendía de donde salía su furia y, no quería saberlo, ahora no tenía el tiempo para meditarlo.

El hombre de la túnica se detuvo repentinamente de su acto ceremonial y, con una mirada que podía desnudar el alma, observó el lugar donde se encontraba Gustavo. Bajó su capucha lentamente y dejó a relucir su verdadera apariencia. Era un cadáver andante, con la piel putrefacta y orbes rojos como la iris de sus ojos. La parte superior de su cabeza todavía poseía unos cuantos cabellos, pero ya nada de piel, era solo un cráneo blanco oscurecido. Al notar aquella poderosa mirada, el joven apretó la empuñadura de su sable, sentía un ligero dolor de cabeza, era como alguien quisiera entrar, pero tan pronto como se intensificó el dolor, desapareció, algo que dejó perplejo al joven y al hombre de túnica.

  --Parece que tenemos a un invitado --Dijo el cadáver. Los cinco individuos de túnica voltearon en sincronía, emanando de sus cuerpos una intensa energía oscura--. No seas tímido y sal de ahí.

Gustavo lo miró desde la oscuridad, se sentía indeciso sobre la decisión que debía tomar, su mirada era seria y fría, pero su corazón palpitaba con duda, aunque el individuo no era tan repugnante como las hormigas que había enfrentado, se acercaba a ello.

  --(Ve) --Ordenó.

Una silueta oscura salió de entre los árboles, blandiendo una espada negra, su velocidad era impresionante, por lo que tardó menos de cinco segundos en llegar ante uno de esos enigmáticos individuos. Levantó su arma e hizo un corte diagonal, el individuo de túnica cayó al suelo convertido en polvo, luego de un par de segundos, se convirtió en esporas negras y desapareció.

  --Un prácticamente de artes oscuras --Dijo el cadáver andante con una sonrisa, parecía que estaba completamente desinteresado de lo que le pasaba a sus subordinados--, pero no tan bueno como yo. --Dijo, mientras aparecía como una sombra frente al esqueleto, estiró su mano y sujetó el cráneo de la invocación del joven, apretando con fuerza su agarre y, cerrando su puño sin resistencia. El esqueleto de la armadura cayó al suelo, desapareciendo como polvo en el viento--. Es un buen sirviente, pero la legión del Señor Oscuro tienes decenas de caballeros negros en sus filas, para mí no es nada --Levantó su mano y la apuntó hacia el joven, una increíble energía oscura invadió la zona, pero justo cuando iba a atacar, algo lo alertó--. Parece que hoy no es el día de tu muerte --Sonrió--, nos veremos después joven practicante. --Cerró su puño y desapareció, convirtiéndose en una sombra.

Jadeó, mientras apoyaba sus manos sobre sus rodillas, estaba completamente desconcertado, su frente sudaba, había podido sentir la mirada de la muerte en aquel interrumpido ataque, pero ahora no era el momento de sentirse abatido, todavía existían cuatro individuos más y tenía que acabar con ellos rápidamente. Levantó su sable, el cual se iluminó de azul y, con frialdad observó a sus nuevos oponentes.

  --Cubre mi espalda, amigo. --Dijo, Wityer asintió, cada día era más inteligente.

Los individuos de túnica no se quedaron de pie, comenzaron a conjurar sus hechizos de elemento oscuridad, atacando sin misericordia el cuerpo del joven. Gustavo esquivó las bolas negras y cuchillas de energía, aunque habían sido ataques rápidos, parecía que lo habían subestimado, pues ninguno de aquellos hechizos logró tocarlo. Balanceó su sable y cortó al primero por la mitad, su corte había sido tan rápido que ni el individuo de túnica se había percatado que su no-vida se había extinguido. Justo cuando iba por su siguiente oponente, un sello mágico se activó en el suelo, en el mismo lugar donde él se encontraba de pie, al activarse, la velocidad del joven disminuyó, al igual que su tiempo de reacción.

  --Muere. --Dijo uno de los individuos de túnica con una daga en su mano.

El pequeño lobo saltó y, como si fuera una bola de fuego, liberó de su cuerpo una poderosa ráfaga ígnea, convirtiendo en cenizas a los tres individuos restantes. Gustavo se liberó del sello y observó a su amigo con una expresión de admiración y sorpresa, pues no sabía que también podía liberar de su cuerpo intensas llamas.

  --Gracias, compañero. --Dijo. Wityer asintió orgulloso y saltó de vuelta al hombro del joven.

Su mirada sonriente fue atrapa por el cuerpo inerte de la dama en la piedra, por lo que rápidamente bajó el rostro para honrarla, acercándose con calma, se persignó con lentitud, bajando el rostro.

  --Descansa en paz.

Bajó su cuerpo a la tierra y comenzó a escarbar lentamente, el lobo notó el extraño acto, pero al ver la dificultad del humano en su acción, optó por unírsele, gracias a eso no demoraron mucho para hacer el hoyo adecuado para la sepultura de la dama.

Se acercó al cuerpo inerte de la fémina y, con delicadeza la cargó. Dio media vuelta y la condujo al agujero de tierra, se puso de rodillas y, con calma colocó su cuerpo en la tierra, rezó lo poco que sabía y se despidió persignándose. Suspiró y, volvió llenar aquel agujero. Justo cuando iba a darse la vuelta para retirarse, una extraña hoja amarilla apareció encima del tumulto de tierra. Gustavo admiró su belleza, acercando su mano para tomarla, no sabía porque, pero sentía que le sería de ayuda y, no se equivocó, justo cuando la pequeña hoja se encontró en posesión de su mano, el recuerdo de una villa en los árboles apareció en su mente y, no solo eso, también la ubicación.