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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasia
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261 Chs

Preguntas incómodas

El galope del caballo golpeando el lodo, la lluvía cayendo, el fuerte viento rozando las ramas, los relámpagos iluminando el cielo.

Entre la espesura del camino del bosque, las luces artificiales de un artefacto mágico alumbraban tenuemente un edificio ancho.

--Allí hay una posada. --Señaló con su mirada, observando después al tranquilo joven.

--Vayamos. Esta tormenta no nos dejara avanzar en los caminos posteriores.

Tomaron la intersección, donde el camino se dividía en dos, uno despejado y, otro que continuaba con el sendero al interior del bosque.

--(¿En que sentido la tormenta es extraña? --Preguntó, observando debajo de su pecho, donde un pequeño lobo estaba acurrucado, protegido por su torso y rostro de la lluvía--. ¿Artificial? ¿Esto es causado?... ¿No puedes decirme, o no quieres?) --Frunció ligeramente el ceño. Wityer solo negó con la cabeza.

Un estruendoso y ensordecedor trueno cayó en las cercanías, retumbando en los oídos de los jinetes.

--Esta tormenta se parece mucho a cuando naufragué en aquella isla. --Mencionó el hombre de barba en trenza con un tono complicado.

El caballo de Gustavo se levantó repentinamente, relinchando y mostrando sus dientes y, como si algo externo tratara de controlarlo, trató de tirar al joven de su dorso.

--Tranquila, pequeña, tranquila --Le habló, sujetando las riendas firmemente para evitar su caída--. ¡Hea! Tranquila, tranquila.

El caballo regresó al suelo, pero continuó moviendo su cabeza de lado a lado con brusquedad.

--¿Se encuentra bien, mi señor? --Preguntó Meriel al detenerse. Gustavo asintió, pero continuó observando a su agresivo animal de transporte.

Al recibir el consejo del lobo, rápidamente invocó su energía mágica, cubriendo con ella en forma de escudo al inestable caballo. El animal poco a poco se tranquilizó, volviendo a retomar su anterior cordura.

--¿Qué fue lo que pasó? --Preguntó Ktegan.

Gustavo se acercó aún más, casi colocándose al lado del individuo de barba.

--No lo sé --Acarició de forma cálida las crines mojadas del caballo--, algo o alguien estuvo implicado en la inestabilidad de mi caballo. --Alzó la mirada, obsevando a sus compañeros.

--¿Algo o alguien? --Meriel frunció el ceño, mirando con un poco de incredulidad a su señor--. ¿Quiere decir que hubo una persona que se atrevió a atacarlo?

--No estoy seguro y, casi puedo asegurar que yo no fuí su objetivo... Pero eso ahora no es importante, ahora lo primordial es ir a esa posada y protegernos de la lluvía.

∆∆∆

Ciudad de Atguila. Palacio real.

La atmósfera de dentro del vestíbulo real era tranquila, casi silencioso, aún cuando algunas sirvientas transitaban, o nobles que fueron requeridos caminaban, acompañados por sus siervos.

--Segundo príncipe. --Dijo una linda muchachita, pequeña y de cabello negro. Coleta y sonrisa tierna.

Herz giró el cuello para observarla y, al percatarse de quién se trataba, sonrió.

--Infanta Marhs.

Se acercó, mirando de reojo a los dos poderosos sirvientes que protegían a la pequeña niña, quienes no se atrevieron a hacer ni un solo movimiento. Geryon sonrió de forma hostil, descansando su mano sobre la empuñadura de su espada.

--Hermana rezó por su sano regreso en el templo de Nuestro Señor y Padre, el Dios Sol, durante diez lunas --Su tono era formal y respetuoso, elegante y educado--. Estoy segura que desea verle --Bajó el rostro, tomando un poco de valor para lo que estaba por decir-- Si su excelencia puede visitar la casa de los Marhs, hermana estará muy feliz.

--Estaré gustoso de hacerlo --Asintió con calma, se colocó sobre una rodilla, acercando sus labios al oído de la pequeña niña, ella se ruborizó al escuchar las silenciosas palabras, asintiendo poco después--. Ahora me despido, infanta Marhs. Su majestad el rey, me espera.

Se colocó de pie, dando media vuelta para continuar con su camino.

--Su excelencia. --Se despidió la niña, haciendo una formal reverencia.

Al pasar el umbral del pasillo que se dirigía a los salones reales, donde solo la realeza tenía permitido transitar, el hombre de aspecto fiero se acercó al oído de su señor.

--Puedo oler la esencia de un mago, Su excelencia --Abrió y cerró sus fosas nasales, forzando a captar mejor el olor de los alrededores--. Su caótica y poco controlada energía.

--¿Qué tan seguro estás?

--Tanto como para haberle dicho, Su excelencia.

Herz frunció el ceño, meditando las palabras del alto hombre, apretó los labios, pero por más que se forzaba a comprender porque razón un mago estaría en los salones reales del palacio, no logró hacerse con una idea, no hasta llegar al salón de estrategias y abrir la puerta, notando la característica túnica azul, con el manto dorado sobre el hombro de los altos magos de la Orden de los Trece.

--(¿Un sabio? ¿Por qué hay un sabio con el rey? --Su mente procesó todo a una velocidad impresionante, logrando obtener una respuesta que no le agradaba mucho--. Debe haber sido por Katran).

--Herz ¿Tus piernas se encuentran bien? --Preguntó el rey, sentando en el asiento más grande y decorada de la sala.

--Sí, Su Majestad, mi piernas están en perfecto estado.

--Es bueno escucharlo, sin embargo, tengo una pequeña duda --Su semblante se endureció--. ¿Por qué si claramente pedí tu presencia inmediatamente, has tardado tanto?

--Pido me perdone, Su Majestad, no fui completamente consciente de lo importante del asunto.

--¿Cuando harás algo de lo que pueda estar orgulloso? ¿Cuando?

--Espero que pronto, Su Majestad. --Dijo con total sinceridad en su rostro, pero que debajo de aquella expresión sumisa, se ocultaba un devastador ceño fruncido.

--Cierra la puerta. --Ordenó.

Herz asintió, volteando para observar a sus dos subordinados y, con una mirada seria les ordenó que lo esperarán. Geryon asintió y, la dama lo imitó, acompañada de una reverencia.

La puerta de la tranquila sala fue cerrada, el silencio fue inmediato, casi asfixiante por la tensa atmósfera del interior. El príncipe miró al taciturno anciano de túnica, sonriendo con cinismo.

--Que los años venideros sean buenos, Su excelencia. --Dijo el anciano con una tranquila sonrisa y, movimiento ceremonioso de mano.

--Que los libros sean abiertos y la sabiduría recogida. --Respondió el saludo con la cortesía de un niño mimado.

El rey apuntó a una silla de madera frente al mostrador donde tenía sus papeles. El sabio continuó de pie, observando al joven príncipe con una mirada solemne, pero que a los ojos expertos, era una mirada de un experimentado y calculador anciano.

--Iré directamente a lo importante, Herz --Su mirada fue tan penetrante, que el segundo príncipe pudo sentirla husmeando en su mente-- ¿Por qué no me dijiste que la generala divina de Rodur poseía ya la piedra de poder?

--¿Qué? --Su impresión fue genuina, la había practicado tantas veces que ya casi la había perfeccionado-- ¿Esa perra posee la piedra? ¿Pero, cómo?

El rey frunció el ceño, por la información que había recibido de su primer hijo, sabía que algo sospechoso había ocurrido en la liberación del segundo príncipe y, al enterarse que la piedra anhelada estaba en manos del enemigo, sus sospechas se acrecentaron, sin embargo, aquella expresión de sorpresa no parecía actuada, sintiendo que había la posibilidad de que en verdad, su hijo Herz no supiera nada sobre la noticia de la piedra.

--Los niños han prosperado --El Sabio corto el silencio--, se han vuelto listos y poderosos y, no tengo duda que crearán un futuro espléndido. Pero no tienen lo que nosotros los viejos poseemos: ojos experimentados. --Alzó la mano con lentitud, haciendo una media luna con tres de sus dedos y diciendo tres palabras en idioma antiguo.

Los sellos en la sala retumbaron, pero no fueron rotos, solo excluidos de su trabajo por un pequeño instante. Una refracción luminosa se acercó a la frente del segundo príncipe, pero fue destruida justo en el momento en que su collar de oro brilló.

--Sabio Gilbert --Se levantó con furia--. Ha tratado de hechizar a mi hijo, a un príncipe. Deseo una explicación y que sea buena, porque sino me complace, no dudaré en cortarle la cabeza. --Ejerció toda la presión de su cuerpo, la suficiente para hacer temblar a los dos individuos frente a él.

El sabio frunció el ceño, mirando con un ligero enojo al joven de piel delicada.

--Por supuesto que tengo una buena explicación. --Asintió con calma.

--La escuchó.

--Me enteré hace mucho que <<La violenta>> dota de buenos artefactos a sus seguidores, yo solo quise cerciorarme que no era así. Pero parece que me equivoqué.

--¿Escuché bien? --Herz apretó los dientes al levantarse abruptamente de su asiento, tragando las diversas maldiciones que su lengua quería soltar--. ¿Me has acusado de traidor?

--Solo dije algo evidente. --Su tono continuó siendo tranquilo, pero su mirada al observar al joven no fue para nada amistosa.

--Hijo de mil...

--¡Herz! --El rey calló a su hijo--. Sabio Gilbert, su acusación es muy severa, pero sus pruebas son desacertadas. El artefacto protector en el cuello de mi hijo fue un regalo de su madre, así que su acción no fue justificada.

El sabio abrió los ojos por la sorpresa, mostrando una expresión de culpa.

--Oh, por los antiguos --Su mirada se dirigió al joven hombre--. Puedo ver el enojo en sus ojos, Su excelencia y, estoy seguro que es entendible. Actúe sin pensar, ruego me perdone.

Herz frunció aún más el ceño, no tenía la autoridad para condenar o castigar al anciano, ni él, ni su padre, por lo que solo le quedaba tragar un poco de su enojo, sonriendo un segundo después como si lo anteriormente ocurrido no hubiera sucedido.

--Sus acciones fueron nobles, Sabio, creyó que yo era un traidor y actuó como se debe al enfrentar a uno, pero como puede notar, se equivocó, pero no sé preocupe, no estoy herido, ni nada parecido.

El Sabio asintió, pero su mirada, aunque tranquila, no perdió aquel brillo astuto.

--Tiene un gran hijo, Rey Brickjan. Puedo asegurar que sus muchachos le traerán un brillante mañana al reino de Atguila --Hizo aparecer de repente un brazalete de oro, volteando para mirar al príncipe--. Aunque esto no me exime de mi comportamiento anterior, espero que ayude a qué su gran corazón me perdone, Su excelencia.

--No hay nada que perdonar, así que puede conservar su brazalete. --Dijo con una sonrisa, renuente a aceptar algo que posiblemente podría perjudicarlo en un futuro cercano.

--Por favor, considerelo. --Le acercó aún más el objeto.

--Entonces, lo agradezco. --Aceptó el brazalete al notar la mirada de su padre, sintiendo la energía elemental rodear su cuerpo al instante en que tocó el fino material.

--Es un artefacto mágico ofensivo de calidad Poderoso, aunque solo se puede ocupar una sola vez el hechizo que posee, estoy seguro que logrará salvarlo de un altercado sin salida. --Le sonrió con calidez.

Herz por primera vez experimentó un ligero escalofrío rozar su espalda, no sabía porque, pero sentía que aquellas palabras ocultaban más de lo que decían.

--Sabio Gilbert, disfruté de su visita, pero es momento de que se vaya. --Lo fulminó con la mirada, todavía no estaba muy feliz por su acto hostil ante su sangre y, estaba seguro que si seguía en su presencia un minuto más con su tranquila sonrisa, no podría contenerse.

El sabio volteó a ver al rey, asintiendo al sentir correctas aquellas palabras.

--Me despido, Su alteza y, lamento el infantil incidente que provoqué --Bajó el rostro, para luego observar al joven príncipe--. Su excelencia, espero que algún día logré perdoname.

Sin decir una palabra más, caminó hacia la entrada, abriendo la puerta y, desactivando su hechizo de insonorización. Geryon frunció el ceño al notar al pretencioso anciano.

--Dime Herz ¿Quién es el joven con el que llegaste?