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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasia
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261 Chs

Odio

  El olor a sangre imperaba en la zona, no había tranquilidad, solo un silencio ensordecedor. De rodillas, frente a un ejército de personas de armaduras negras y, un felino enorme, decenas de personas descansaban, con expresiones de temor y desesperación.

  --¡Te lo voy a preguntar una vez más! --Gritó un hombre de aspecto duro, mientras sujetaba de los cabellos a un joven con fuertes heridas en su rostro--. ¿Dónde está la piedra?

  --No lo sé --Dijo con la voz quebrada, el miedo podía percibirse en sus ojos, al igual que el temor--, ya sé lo dije, yo solo soy un simple recluta.

  --Entonces no me sirves.

El hombre de aspecto duro agarró su cabeza y la azotó con fuerza en el suelo, destruyendo en el proceso su cráneo. Se colocó firme, mientras observaba su mano cubierta de sangre y, con calma la limpió con una tela que tenía en el cinturón de su vaina. Alzó la mirada, observando a la multitud de personas, quienes temblaron al instante, sudando frío por el intenso miedo.

  --¡No quiero volver a preguntarlo! ¡¿Dónde está la maldita piedra?! --Su ceño fruncido, su mirada decidida y su expresión de loco, demostraba lo serio que estaba hablando. Desenvainó con rapidez su espada larga y tocó con la punta de su hoja el cuello de una de las damas presentes, haciendo que levantara el rostro--. ¿Tú me vas a responder? --Preguntó con tranquilidad. La dama tragó saliva, mientras negaba con la cabeza--. Que desafortunado.

Justo en el momento en que la hoja iba a penetrar el cuello de la dama, una mano delgada la sujetó con fuerza, impidiendo que se moviera. La hoja se manchó de rojo, mientras la sangre goteaba el suelo.

  --¡Ya basta! --Gritó la fémina, mientras empujaba con fuerza la hoja y al mismo tiempo al hombre de aspecto duro. La fémina se quitó la capucha y miró a los soldados con furia.

   --Tardaste en presentarte, guerrera roja. --Dijo un hombre de túnica negra, rostro pálido, cuerpo delgado y mirada de muerto, que hasta el momento había estado sentado al lado del felino de rayas blancas.

  --Mago... --Dijo la guerrera roja con un tono furioso, pero bajo. El mago sonrió de manera perversa y, con un símbolo de dedos, impidió el movimiento de la guerrera roja.

  --Dicen que fuiste unas de las sobrevivientes de aquella cueva y, que también sabes dónde está la piedra. --Dijo el mago con calma. La guerrera frunció el ceño, por mucho que deseara moverse, no podía, ya había gastado la mayor parte de su energía en la batalla fuera de los muros, así como en el intento de la toma de la ciudad, era algo difícil de aceptar, pero ya no podía luchar.

  --¿Y que si lo estuve? --Miró al mago con furia--, todos sabemos que aquella piedra no existe, es solo una excusa de tu rey para continuar con esta guerra.

  --Mientes muy bien, pero no te preocupes, tu esencia me dirá la verdad --Su mirada se volvió siniestra--, Comandante Sigfrad, mátala. --Ordenó.

El hombre de la espada larga asintió con una sonrisa maliciosa. Agarró la empuñadura de su espada con ambas manos y, saltó, queriendo hacer un corte diagonal para partir en dos a la guerrera roja, pero justo cuando el filo de la espada estuvo a punto de tocar la piel de la dama, una silueta apareció, bloqueando y desviando aquel corte con una hoja azul delgada.

Algunos tragaron saliva al ver aquella increíble escena, mientras otros se quedaron atónitos, no pudiendo creer lo que sus ojos veían, decir que la silueta había sido rápida era poco para describir su movimiento, pero no sabían que otra palabra ocupar.

  --¿Quién eres tú? --Preguntó uno de los soldados, con la confusión dibujada en su rostro.

  --Guardián, ahora. --Dijo el joven con calma.

Un viento frío, traído de lo más profundo del abismo se presentó en la zona, abrazando a los soldados de armadura negra como una amante, no queriendo dejarlos ir. La oscuridad comenzaba a ganar terreno, como si el brillo del sol no existiera.

  --¡Mago Grifat! ¡¿Qué está pasando?! --Preguntó el comandante, preocupado por lo que veían sus ojos. Aunque el sentimiento de opresión no había logrado someterlo, pudo notar que sus subordinados estaban en el suelo, con las manos en sus cuellos, como si estuvieran siendo asfixiados y el oxígeno no quisiera llegar a sus pulmones.

  --Hay un conjurador de elemento oscuridad aquí. --Dijo con calma, aunque el mismo era un mago de oscuridad, sus hechizos eran de una rama diferente, por lo que, aunque quisiera, no podía cancelar o inhabilitarlo, sintiéndose algo curioso sobre la identidad del conjurador.

  --¡Responde! ¡¿Quién eres?! --Gritó el comandante, mientras apuntaba con su espada el cuerpo de Gustavo, no atreviéndose a ser descuidado, comprendió en el justo instante que su espada tocó el sable, que el individuo enfrente suyo no era alguien común.

  --Yo --Sonrió--, soy la muerte.

Se acercó en un solo movimiento al cuerpo del hombre de aspecto duro y, con un puñetazo limpio en la mandíbula, lo noqueó, haciéndole caer de una manera deshonrosa. Los soldados de armadura negra que no había sucumbido ante la terrible energía oscura de Guardián, se miraron dudosos sobres las acciones que debían tomar, no eran personas estúpidas, conocían la fuerza de su comandante, por lo que estaba claro que el joven de mirada simple era mucho más fuerte de lo que aparentaba.

  --¡¿Qué están esperando?! ¡Mátenlo! --Ordenó Grifat con furia, levantando su báculo para conjurar un hechizo de elemento oscuridad.

  --Rompe. --Dijo Gustavo en voz antigua, señalando con su mano el cuerpo del mago. Al instante, la energía oscura que Grifat había convocado se volvió inestable, perdiendo el control de ella y sufriendo un fuerte contragolpe interno. El mago de túnica cayó al suelo de rodillas, escupiendo una gran bocanada de sangre.

  --Im-po-si-ble --No podía creer lo que estaba pasando, él, un erudito de las artes mágicas, alguien que había pasado por decenas de años tratando de descubrir los secretos de la energía oscura, había sido vencido por un pequeño mocoso que todavía parecía que tenía la teta de su madre pegada en los labios, por lo que la palabra furia, no describía la profundidad de sus sentimientos--, mátalo. --Dijo con un odio profundo, no solo su orgullo de mago estaba herido, también estaban manchando el honor de su reino, por lo que estaba más que deseoso de cobrar venganza.

El felino de rayas rugió al instante de recibir su orden y, saltó inmediatamente hacia el joven, intentando morderlo con sus poderosos colmillos. Todos los ciudadanos de Tanhel que pudieron observar aquella escena, sintieron como sus vidas eran drenadas de sus cuerpos, ya habían sido testigos de la brutalidad del enorme felino, por lo que en sus mentes, aunque el joven aparentaba ser un poderoso guerrero, no lo era tanto como para luchar de igual a igual con el felino de rayas. Gustavo levantó con calma su mano izquierda, e invocó una poderosa fuerza de contención, provocando que el felino cayera al suelo, sin posibilidad de escapar, era como si una enorme montaña la estuviera aplastando.

  --Aunque no seas la bestia que estoy buscando, estoy seguro que me servirás --Dijo con una gran sonrisa, una que el felino interpretó como su condena a muerte--. Guardián, son todos tuyos. --En el instante en que sus palabras salieron de su boca, un esqueleto de aspecto siniestro, emergió del suelo como una sombra, creando una espada negra, que dejó descansar en su hombro.

  --Nos vamos a divertir. --Dijo con una sonrisa oscura.