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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasia
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261 Chs

Duda

  Gustavo respiró con irregularidad, bajó el rostro, mientras el sudor resbalaba por su frente, no había creído que el sello que le había enseñado Guardián sería tan poderoso, ni efectivo, por lo que sonrió victorioso. Se colocó de pie y observó a Meriel, pero justo cuando lo hizo, notó dos nuevas miradas, unas que expresaban dos emociones completamente diferentes, por lo que se acercó, tratando descubrir que era lo que estaba pasando.

  --Me disculpo si los he asustado. --Dijo con una sonrisa honesta, no había tenido intenciones de hacerlo, pero tenía como opción primordial la situación de su brazo, por lo que olvidó momentáneamente los sentimientos de las personas a su alrededor.

  --¿Podría preguntar su nombre, joven héroe? --Preguntó el anciano con una mirada excitada.

  --Claro --Asintió el joven, se sintió un poco extraño al ser llamado: joven héroe, pero tampoco era un mal título, por lo que le agradó, hasta cierto punto--, me llamo Gustavo Montes --Miró los rostros confundidos de la guerrera roja, así como la del anciano, por lo que continuó hablando--, lo sé, mi nombre es extraño y, no les pediré que intenten pronunciarlo, por lo qué será mejor, que me llamen como deseen. --Dijo.

El anciano lo observó, ahora que lo veía de cerca, estaba seguro que el joven provenía de un lugar muy lejos, no solo sus facciones eran extrañas, también su comportamiento, así como su nombre, por lo que en su corazón ya no había duda de que tenía enfrente al campeón de la raza humana de los reinos desolados.

  --Agradezco su ayuda. --Dijo la guerrera roja, mientras agachaba la cabeza con respeto, todavía no creía en su totalidad de que el joven era más fuerte que los generales del reino de Atguila, pero no tenía dudas de que era mucho más poderoso que ella, por lo que olvidó su orgullo al dar las gracias.

  --No es nada. --Dijo Gustavo con una sonrisa cálida.

El anciano observó la armadura del joven, sorprendiéndose al ver las cuarteaduras, así como la ruptura de los encantamientos, no podía pensar en qué tipo de enfrentamiento había estado involucrado como para dejar tan mal a una armadura de tan buena calidad.

  --Joven héroe --Dijo repentinamente--, aunque ahora ya no poseo la energía de mi juventud, sigo teniendo el espíritu de un herrero, por lo que me gustaría solicitarle algo.

  --Continue, por favor.

  --Me gustaría reparar su armadura ligera. --Dijo con una sonrisa, deseaba dejar una marca en el mundo y, que mejor marca que repararle la armadura al campeón de la raza humana de los reinos desolados.

  --Sí tiene aquella intención, no me opondré. --Dijo Gustavo, no recordaba bien donde había obtenido su armadura, pero la apreciaba, lo había acompañado después de aparecer en el bosque, protegiéndolo con esmero.

  --Le prometo que haré mi mejor esfuerzo. --Sonrió como un niño, estaba tan alegre que olvidó que había decenas de personas todavía arrodilladas.

  --Estoy seguro que si --Sonrió de vuelta--, aunque... Sería mejor que primero ayuden a su pueblo, puedo sentir el miedo en sus rostros, así como la tristeza, no es bueno que esto siga así. --Dijo. La guerrera roja lo miró y asintió, ella también se había olvidado completamente de sus compañeros residentes.

  --Joven héroe ¿Podría quedarse unos días con nosotros? Al menos hasta entender lo que está sucediendo. --Dijo la dama, forzándose a actuar con respeto.

  --Puedo hacerlo. --Gustavo asintió, después de todo ya tenía planeado hacer aquello. Meriel miró a su señor con un poco de duda, hasta ahora se daba cuenta de lo carismático que era, algo que le extraño, pues para ella era un joven enigmático, de comportamiento misterioso.

  --Su excelencia, aquí está el humano que solicitó. --Dijo Guardián, mientras arrojaba el cuerpo del hombre de túnica. Grifat levantó el rostro y observó al joven con miedo, talvez el sujeto de cabello largo no se veía tan fuerte, pero él mejor que nadie entendía el poder del esqueleto, por lo que solo pensar en el verdadero poder de su amo, le provocaba terror.

  --Retenlo, no dejes que escape. --Contestó Gustavo en aquella extraña lengua.

  --Como ordene, Su excelencia --Levantó su espada y, con un movimiento eficaz, atravesó la pierna de Grifat, quién gritó de dolor--. Así no escaparas. --Liberó de su cuerpo una densa energía oscura y, sin misericordia cubrió el cuerpo del hombre. Grifat podía sentir el filo de la muerte en su garganta, por lo que no se atrevió a hacer ni un solo movimiento.

  --Señor Degg, ya todo ha terminado, ya puede salir. --Dijo la guerrera roja con una mirada seria.

Entre la multitud, un hombre chaparro y gordo, con una túnica negra y polvorienta, se colocó de pie, tenía una barba abundante, que cubría su enorme papada, pero lo que en verdad destacaba de él, era su mirada, una que podía hacer sentir a cualquier persona inferior, llena de arrogancia y prepotencia, así era su mirada.

  --Jeje --Rio levemente, había sobrevivido a la muerte, pero parecía que su comportamiento arrogante no había cambiado--, cumplieron muy bien con su trabajo --Se acercó, mientras quitaba el polvo de su túnica y, sin ningún respeto se colocó justo frente a Gustavo--, mucho gusto, joven, he escuchado tu nombre, aunque debo decir que si es muy complicado de nombrar, puedo llamarte...

  --No --Lo miró hacia bajo--, no puede. --Su ceño fruncido se hizo evidente, mientras la energía oscura cubría su cuerpo. El hombre barbón lo miró desconcertado, no había esperado semejante recibimiento, después de todo él era el señor de la ciudad y, desde la lejanía se había percatado de que el joven era una persona decente, fue por eso que se había atrevido a saludarlo.

  --¿Que has dicho? --Preguntó incrédulo.

  --Dije que no puede decir mi nombre, se lo prohíbo --Acercó su rostro al del hombre chaparro--, por favor, no me miré así, ambos sabemos lo que ha hecho. --Dijo con un tono serio. El señor de la ciudad se quedó estático, no entendía de que hablaba el joven, pero lo peor, era aquella sensación asfixiante que emanaba de su cuerpo.

  --¿Que fue lo que hice? --Preguntó desconcertado, talvez en el pasado hubiera mandado a ejecutar en el acto al joven, pero ahora no podía, sus guardias habían muerto, en realidad la mayor parte de su ejército lo estaba y, lo peor era que el individuo de cabello largo, no solo era alguien misterioso, también poseía de guardián a un esqueleto asombrosamente fuerte, así como siniestro, por lo que trató de ser lo menos arrogante posible.

  --Activaste un artefacto mágico interdimensional. --El hombre gordo se sorprendió, no sabía cómo el joven había logrado saber aquello, pero al no tener el poder para preguntar, optó por asentir, no entendía que había hecho mal.

  --Por supuesto que lo hice, en el momento en que llegó el mensaje de mis comandantes sobre las tropas enemigas, activé el artefacto mágico de mi antepasado, solo así lograría salvar a mi familia --Explicó con rapidez--. No me puedes juzgar, hice lo que cualquiera haría ¡¿Me escuchaste?! --Gritó sin saber de dónde residía la furia, talvez fue la impotencia acumulada por haber estado a punto de morir sin haber tenido oportunidad de defenderse.

La gente alzó el rostro, tenían emociones complicadas en su corazón, era cierto lo que decía el señor Degg, salvar a la familia era lo primordial, pero al haber actuado como lo hizo, dejó en claro que sus propios ciudadanos no eran más que herramientas, algo que ya intuían, pero que hasta ahora pudieron confirmar.

  --Por supuesto que no me refiero a eso.

  --¿Entonces? --Interrumpió confundido.

  --Fue tu hechizo el que condenó a esta gente, o posiblemente a todo el reino.

  --¿Qué es lo que estás diciendo? ¡¿Que gracias a mí, la legión de esos malnacidos apareció en mi ciudad?! ¡Eso es absurdo!

  --No --Lo agarró del cuello y lo apretó--, sino que gracias a ti despertó la bestia de aquella montaña. --Señaló con los ojos a la lejanía, un lugar cubierto por nubes grises y, con una espesa neblina en la cima.