Los tres eran jóvenes e impetuosos. Después de recibir una paliza, tuvieron que recuperar su dignidad ante una belleza impresionante.
—Los dos debían de tener miedo de que tuvieras refuerzos, así que se cambiaron a otro hotel. Usa el GPS para ver si hay alguno cerca —dijo Leon.
El hombre tatuado abrió el GPS de su teléfono: —Hay un hotel para parejas llamado Nido de Amor no muy lejos. Está en la dirección en la que viajaron.
—Debe ser ese, vamos —respondió, llevándose un cigarrillo a los labios.
Los tres se dirigieron al hotel Nido de Amor. Cuando llegaron cerca de la entrada, encontraron dos patinetes eléctricos.
—¡Leon, mira, patinetes eléctricos compartidos! ¡Deben ser ellos!
Como ese servicio acababa de lanzarse, aún no estaba tan extendido en la capital. Sólo había dos en los alrededores. A diferencia de las bicicletas compartidas, más comunes ahora, se podían ver aparcadas por todas partes.
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