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LA ESCUELA BARMOR

El colegio para Pamela era un laberinto de emociones y experiencias desconocidas. Cada pasillo era una nueva aventura por descubrir, cada aula un desafío por superar. Sin embargo, fue la biblioteca la que capturó su atención desde el primer momento.

Al entrar en la vasta sala, sus ojos se abrieron con asombro al ver las enormes estanterías que se extendían hacia el techo. Cuatro pisos repletos de libros de todos los géneros imaginables, desde clásicos de la literatura hasta obras contemporáneas. Pamela se sintió abrumada por la variedad y la cantidad de conocimiento que se encontraba ante ella.

Recorrió los pasillos con reverencia, acariciando los lomos gastados de los libros mientras dejaba que sus dedos se deslizaran sobre las letras impresas. Cada estante era un tesoro esperando ser descubierto, y ella se sentía como una exploradora en un territorio desconocido.

Lo que más la sorprendió fue encontrar una sección dedicada a libros de contenido más adulto, incluso algunos clasificados como "triple x". La idea de que una institución educativa albergara tales obras la dejó perpleja, pero al mismo tiempo despertó su curiosidad. ¿Qué tipo de historias se escondían detrás de esas portadas sugerentes? ¿Qué secretos guardaban esas páginas prohibidas?

Aunque tentada a explorar esa sección, decidió empezar por los clásicos, sintiendo que aún tenía mucho por descubrir en el mundo de la literatura. Se sumergió en las obras de Shakespeare, Austen y Dickens, dejándose llevar por las historias de amor, traición y aventura que encontró en ellas.

A medida que exploraba la biblioteca, Pamela se dio cuenta de que había encontrado su refugio en aquel lugar. Allí, entre las páginas de los libros, podía escapar del bullicio del mundo exterior y sumergirse en mundos imaginarios donde todo era posible. La biblioteca se convirtió en su santuario, su lugar seguro donde podía ser ella misma sin miedo al juicio de los demás.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse y las sombras se alargaban en los pasillos del internado, Pamela se despidió de la biblioteca con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de gratitud. Sabía que aquel lugar se convertiría en su hogar lejos de casa, un refugio de palabras donde siempre sería bienvenida.