—Muy bien, señorita Allie —elogió Eva mientras miraba las respuestas que Allie había escrito en su libro—. Acertaste todas las respuestas.
Los ojos de Allie brillaron mientras su rostro se mantenía inexpresivo.
—Por hoy es suficiente. Continuaremos el resto mañana —dijo Eva a la niña, quien asintió en silencio.
Alguien llamó a la puerta de la habitación, y cuando se volvieron, vieron que era Marceline. Llevaba una sonrisa cortés y dijo:
—Espero no interrumpir.
Eva respondió con una sonrisa:
—Acabamos de terminar la clase. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —Ella preguntó cortésmente a la mujer.
Marceline asintió y entró en la habitación, caminando hacia donde estaban ellas. Una criada seguía a Marceline por detrás con una bolsa en la mano. La niña pequeña se giró en su silla, mirando curiosamente las manos de la criada.
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