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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasia
Classificações insuficientes
546 Chs

Nadie está nunca a salvo

—He pasado una tarde maravillosa hoy. Gracias por invitarme a almorzar —se giró Eva para decirle.

—Tienes que agradecértelo a ti misma, Genoveva. Sé que te esforzaste mucho para ser institutriz y que has estado buscando familias que te contraten —Noah ofreció sus palabras de aliento interminables—. Sin olvidar que te dije que me sentía mal por no haber podido invitarte a la celebración de convertirme en Duque.

Una sonrisa se extendió en los labios de Eva y asintió con la cabeza. Todavía estaba agradecida de que Noah, que no solo era el hijo del Duque sino ahora un Duque, hubiera sacado tiempo de su apretada agenda para comer con ella.

—La próxima vez te invitaré yo, Noah —afirmó Eva, y Noah no rechazó la idea.

—Lo espero con ganas —respondió él sonriendo y la observó. Las hebras de cabello rubio dorado de ella no eran menos que un rayo de sol. Su rostro tenía una expresión pura cuando miraba por la ventana.

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