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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasia
Classificações insuficientes
546 Chs
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Máscara que se amolda

Recomendación Musical: A scrap of ribbon - Thomas Newman

—Antes de que Eve entrara en la sala de estudio, donde estaba Vincent, el mayordomo ya le había informado de lo que había visto en el jardín y había abandonado la habitación para continuar con su trabajo en la mansión.

Eve tocó a la puerta y escuchó la voz de Vincent —Entra—. Empujó la puerta y estaba a punto de entrar cuando fue recibida por la amplia sonrisa en los labios de Vincent. Se preguntó qué había pasado y cerró la puerta detrás de ella. La sala de estudio estaba iluminada, con las cortinas recogidas a los lados y los rayos de luz atravesando las ventanas.

—¿Querías verme? —incapaz de contener su curiosidad, preguntó— ¿Por qué sonríes? —la sonrisa no contenía nada más que travesura.