—Las mariposas que revoloteaban en el estómago de Rosetta desaparecieron. Sintió que su estómago caía al suelo. Su sonrisa nerviosa y la esperanza se esfumaron y fueron remplazadas por un dolor. Observaba a Eugenio, quien le devolvía la mirada.
—¿No te gusto? —preguntó Rosetta.
Sabía que no era tan bonita como Eva ni tan inteligente como las otras vampiras de su sociedad, pero estaba dispuesta a trabajar para lograrlo. No había nada que no pudiera alcanzar si se lo proponía.
—Dama Rosetta —Eugenio marcó una línea divisoria entre ellos, insinuando sutilmente la diferencia en su estatus—, no deberías expresar tales cosas conmigo cuando eres muy consciente de mi estatus. Tu familia se decepcionará si se enteran y sería mejor si no lo mencionas con ellos ni con nadie más.
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