—Mientras Eve y Vincent caminaban por los pasillos de la magnífica mansión que ahora les pertenecía, el de sangre pura notó que Eva se frotaba los ojos por cuarta vez y le preguntó —¿Algo entró en tus ojos? Déjame echar un vistazo.
Detuvieron sus pasos y se enfrentaron el uno al otro. Vincent sostuvo la barbilla de Eve, acercando su rostro, y la miró fijamente a los ojos, brillantes y azules. Pero no había ninguna partícula de polvo que él pudiera ver en sus ojos. Ella dijo —No sé por qué, pero mis ojos han estado picando durante un tiempo como si hubiera algo dentro y hubo una leve quemazón.
Vincent se inclinó más cerca y sopló aire en uno de sus ojos. Luego hizo lo mismo con el otro ojo antes de alejarse. Le preguntó —¿Y ahora?
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