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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasia
Classificações insuficientes
546 Chs

Dónde van los gatos y perros

Timoteo murmuró:

—Parece que realmente le tiene miedo a una sirena.

Los vampiros y sirenas no se llevaban especialmente bien entre sí, considerando que a ambos les gustaba hincar sus dientes en la carne humana. Estos dos tipos de criaturas eran similares, frías de sangre y les gustaba marcar sangre en sus manos y boca. La única diferencia era que uno era una criatura de tierra y el otro una criatura de agua.

—No tienes que preocuparte por eso —respondió Eva.

Cuando habían visitado Valley Hollow, Eva había escuchado directamente de Rosetta cuánto le encantaba beber de las sirenas. Recordó a la vampireza emocionada, cuando pensó que había encontrado una sirena de calidad para ella y su tía.

Rosetta sacudió la cabeza y dijo con voz temblorosa:

—No, no lo haré. Lamento lo que pasó antes... .

Eva miró a su amiga por un rato, quien ahora miraba el suelo. No parecía que Rosetta tuviera miedo de ella, sino que parecía más... avergonzada de sí misma.

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