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gran cosecha

Tras la agotadora batalla contra el Ave de Trueno, Ian se tomó un momento para recuperar el aliento. Las chispas y rastros de energía eléctrica aún flotaban en el aire, pero él sabía que no podía relajarse demasiado. Su primera tarea era recontar sus fuerzas.

Se giró hacia donde sus guerreros goblins habían estado luchando. La devastación causada por el Ave de Trueno había sido brutal. Cuatro de sus guerreros goblins, valientes pero frágiles en comparación con el poder destructivo del enemigo, habían sido destruidos. A medida que sus almas se disipaban, el lazo que los mantenía bajo su control también se rompió. Las almas esclavas, como era de esperar, no dejaban rastro cuando eran derrotadas. Ian observó cómo se desvanecían en el aire, con una expresión fría, consciente de que el peligro de enfrentarse a enemigos poderosos significaba este tipo de pérdidas.

Aunque la pérdida de los goblins le molestaba, no podía perder tiempo lamentándose. Todavía había mucho por hacer.

Se acercó a los cuerpos esparcidos de los hombres pájaro que yacían en el suelo, sus plumas manchadas de sangre y sus cuerpos rígidos por la muerte. Los chamanes, con sus bastones aún firmemente en las manos, y los guerreros, con sus lanzas y espadas a un lado, habían caído en batalla. Ian no dudó ni un segundo y activó su habilidad

Control del Alma. Con una concentración feroz, cerró los ojos y extendió su percepción hacia las almas de los hombres pájaro.

Sentía la resistencia de algunas de ellas, como si las almas se aferraran desesperadamente a lo que quedaba de sus cuerpos. Sin embargo, con un esfuerzo mental intenso y el dominio creciente de su habilidad, comenzó a esclavizar sus almas una por una. Primero fueron los guerreros, más fáciles de someter. Sus almas cedieron rápidamente al poder de Ian, quien podía sentir el aumento en su control. Luego, fue el turno de los chamanes, cuyas almas ofrecieron más resistencia debido a su conocimiento de las artes espirituales. Sin embargo, Ian no se dejó intimidar, y con un control preciso, logró dominarlos.

Finalmente, cuando terminó su trabajo, había añadido a su ejército 20 chamanes y 50 guerreros de los hombres pájaro. Ian sentía el peso de esas almas bajo su mando, su energía ahora conectada a la suya. Los chamanes, con su habilidad para lanzar hechizos, representaban una nueva ventaja estratégica para él, mientras que los guerreros añadían músculo a su ejército de almas.

Una sonrisa sombría apareció en el rostro de Ian. Sabía que la próxima vez que entrara en combate, su ejército sería aún más formidable. Aunque había perdido a algunos de sus goblins, había ganado en poder y, sobre todo, en versatilidad con la inclusión de los chamanes.

El viento frío soplaba sobre el campo de batalla, pero Ian ya estaba pensando en su siguiente movimiento, sabiendo que cada paso lo acercaba más a su objetivo final.

Mientras Ian se recuperaba de la agotadora tarea de esclavizar el alma del Ave de Trueno, algo inesperado ocurrió. Los 20 chamanes hombres pájaro, cuyas almas había esclavizado previamente, comenzaron a moverse de manera organizada. Lentamente, uno tras otro, se arrodillaron ante él. Ian, aunque sorprendido, no entendía lo que estaban diciendo. Sus voces eran graves y resonantes, llenas de un respeto que casi parecía sagrado, pero el idioma que hablaban le era completamente desconocido.

Frunciendo el ceño, Ian accedió al sistema en busca de una solución. Sabía que la comunicación sería crucial para entender mejor el nuevo poder que había adquirido y para aprovechar cualquier recurso valioso que los chamanes pudieran ofrecerle. Después de buscar por un momento, encontró lo que necesitaba: un paquete de idiomas que le permitiría comprender la lengua de los hombres pájaro. Sin dudarlo, gastó algunos de sus puntos para comprarlo.

Una vez activado el paquete, un flujo de conocimiento inundó su mente, conectando las palabras extrañas de los chamanes con significados claros en su propio idioma. Los susurros ininteligibles ahora se transformaban en un coro de alabanzas.

"Gran maestro," decían las almas de los chamanes, "has roto las cadenas de nuestra muerte y nos has concedido una nueva vida. Acepta nuestra lealtad eterna. Te veneramos como a un dios."

Ian quedó momentáneamente impactado. No esperaba que las almas esclavas mantuvieran su inteligencia, ni mucho menos que lo veneraran como una deidad. Sin embargo, sabía que esta veneración podía ser útil. Aceptó su sumisión con un gesto de la mano, calmando sus ánimos, mientras analizaba la situación.

No queriendo desaprovechar la oportunidad, Ian decidió utilizar esta ventaja a su favor. Sabía que los chamanes podrían tener información invaluable sobre los recursos de la zona, los tesoros ocultos, e incluso las debilidades de las fuerzas enemigas.

Llamó a Tarek, su aliado de confianza, quien se acercó rápidamente. Ian, con un leve esfuerzo mental, compartió el conocimiento del idioma con él, habilitándolo también para comprender a los chamanes. "Saca toda la información que puedas de ellos," le dijo Ian a Tarek, "sobre los recursos y tesoros que puedan estar ocultos en esta región. Hazlo mientras yo me recupero."

Tarek asintió y comenzó a interrogar a los chamanes, quienes respondían con sumisión y respeto. Mientras tanto, Ian se reclinó, sintiendo cómo su cuerpo se recuperaba lentamente. Aunque agotado, una pequeña sonrisa cruzó su rostro. La batalla había sido dura, pero las recompensas estaban siendo mucho mayores de lo que había imaginado. Con el Ave de Trueno bajo su control y un grupo de chamanes que lo veneraban como a un dios, sus posibilidades de dominar la región habían aumentado exponencialmente.