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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasia
Classificações insuficientes
48 Chs

33. Unidos por Sylvia: Günter y Evildark

Los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse sobre el horizonte, bañando el campamento en las tierras de cultivo en barbecho con una suave luz dorada. La bruma matutina se levantaba lentamente del suelo, creando un ambiente tranquilo y fresco. El canto de los pájaros y el murmullo del río cercano proporcionaban una banda sonora serena para el inicio del nuevo día.

El campamento de la caravana, aún envuelto en la quietud de la madrugada, empezó a desperezarse. Las primeras figuras emergieron de sus tiendas, estirándose y frotándose los ojos adormilados. Los sonidos de movimientos y susurros se mezclaron con el crepitar de los últimos restos del fuego nocturno.

Elías fue uno de los primeros en levantarse. Con movimientos automáticos y precisos, comenzó a reavivar el fuego, añadiendo ramas secas y avivando las brasas con cuidado. El humo ascendía en espirales perezosas hacia el cielo, llevando consigo el aroma familiar de la leña quemada.

—Buenos días —murmuró Hugo, acercándose al fuego y arrojando una sonrisa somnolienta a Elías. A pesar de la inquietud de la noche anterior, su figura alta y robusta irradiaba una calma reconfortante.

—Buenos días —respondió Elías, sin levantar la vista del fuego—. Hoy necesitamos un buen desayuno. Será un día largo.

Poco a poco, el resto del campamento se fue uniendo. Clara, con el cabello aún enmarañado de la noche, se acercó con una olla de agua para calentar. Ambariel, ya despierta y alerta, vigilaba los alrededores con sus agudos ojos de elfa, asegurándose de que no hubiera amenazas inmediatas.

—¿Cómo pasaste la noche? —preguntó Clara a Hugo mientras ambos ayudaban a preparar el desayuno.

—Inquieto, como todos supongo —respondió Hugo—. Pero debemos mantenernos fuertes por los demás.

El olor del pan recién hecho y el guiso comenzó a llenar el aire, atrayendo a más miembros de la caravana hacia el centro del campamento. Evildark y Sarah se unieron, ambos luciendo más tranquilos pero aún con una sombra de preocupación en sus rostros.

Morwen, quien había retomado el mando tras regresar del pueblo, caminó entre sus compañeros, ofreciendo palabras de aliento y supervisando los preparativos. Su presencia autoritaria y calmada ayudaba a mantener el orden y la moral alta.

—Desayunemos bien, porque necesitamos toda la energía para el viaje de hoy —anunció, recibiendo asentimientos y murmullos de acuerdo.

Mientras el grupo se sentaba a comer, la conversación era tranquila, marcada por un aire de camaradería renovada. La comida, aunque simple, proporcionaba la calidez y el confort necesarios para enfrentar el día que se avecinaba.

Con el sol ya alzándose en el cielo y bañando el paisaje con su luz dorada, la caravana comenzó a desmontar el campamento. Las tiendas fueron empacadas, los caballos ensillados y las provisiones aseguradas. Cada miembro tenía una tarea, y la rutina bien ensayada se ejecutaba con eficiencia.

Morwen se acercó a Sylvia, quien aún se recuperaba de los eventos de la noche anterior. —Sylvia, hoy viajarás en el carro. Necesito que leas el libro que te di y te prepares. Seraphina, cede tu lugar a Sylvia.

Seraphina asintió, entendiendo la importancia de la tarea. —Por supuesto, Morwen.

Morwen entonces se dirigió al guardián que estaba junto al carro. —Ambariel, toma el caballo de Sylvia y Seraphina, ocupa el lugar de Ambariel en el carro.

Ambariel, aceptando sin dudar, se montó en el caballo dejado por Sylvia. —Cuidaré bien de tu caballo, Sylvia.

Sylvia, aunque inicialmente sorprendida, entendió la razón detrás de la decisión. —Gracias. A las dos. —Dijo Sylvia antes de dirigirse al carro con el libro en mano, para ocupar el asiento que Seraphina había dejado libre. Mientras se acomodaba, notó la mirada tranquilizadora de Morwen.

—Quiero tenerte cerca después de lo de ayer, por si ocurre algo —explicó Morwen con suavidad, pero con una firmeza subyacente que no admitía discusión.

Sylvia asintió, reconociendo la preocupación y el cuidado de Morwen. —Entiendo. Gracias, Gran Maestre.

Finalmente, con todo listo y los ánimos renovados, Morwen dio la orden de partida. La caravana se puso en marcha con los primeros rayos del sol, avanzando con determinación hacia su destino.

Mientras avanzaban, Sylvia abrió el libro y comenzó a leer, tratando de concentrarse en las palabras y encontrar en ellas la guía que necesitaba. La presencia tranquilizadora de Morwen, junto con la compañía de sus amigos y compañeros de viaje, le daba la fuerza para enfrentar lo que estaba por venir.

A medida que la caravana avanzaba, pronto llegaron al límite de Aurelia Vicus. El pueblo, apenas visible en la distancia, parecía haber recuperado su normalidad. El humo de las chimeneas ascendía perezosamente, y se podía ver a los aldeanos trabajando en sus tareas diarias. La imagen de normalidad era un marcado contraste con la tensión y el temor del día anterior.

Los miembros de la caravana observaban con satisfacción cómo el pueblo parecía prosperar nuevamente. Clara, con una sonrisa suave, comentó a Hugo: —Mira, parece que todo ha vuelto a la normalidad. Es reconfortante verlos así.

Hugo asintió, sus ojos brillando con un orgullo tranquilo. —Sí, nuestro esfuerzo valió la pena. Es bueno ver que están bien.

Ambariel, desde su posición a caballo, observaba el pueblo con una mirada analítica pero complacida. —Es gratificante ver que nuestros esfuerzos han dado fruto. Su recuperación es una prueba de que hicimos lo correcto.

Sin embargo, Sylvia, al observar el pueblo desde el carro, sintió una horrible opresión en su pecho. Cada vista de Aurelia Vicus le recordaba la vida que había arrebatado y su encuentro con Nerthys. La aldea, aunque en paz, era para ella un símbolo de su primer acto de tomar una vida.

Morwen, sentada a su lado, notó la expresión sombría de Sylvia y le dio una palmada en el hombro. —Sylvia, sé que es difícil. Lo que hiciste fue necesario para salvar muchas vidas. No te atormentes más de lo debido.

Sylvia levantó la vista del libro, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y gratitud. —Es difícil, Morwen. A veces siento que la carga es demasiado pesada.

Morwen le sonrió con empatía. —Es normal sentirse así. Pero recuerda, tu sacrificio y el de los demás no fue en vano. Cada uno de estos aldeanos te debe su vida. Eso es algo poderoso y hermoso. Con el tiempo, aprenderás a sobrellevarlo.

Sylvia asintió, sintiendo un ligero alivio en sus palabras. —Gracias, Gran Maestre. Intentaré ser fuerte.

Morwen asintió y se volvió hacia el camino, dejando que Sylvia se concentrara en el libro mientras el carro seguía avanzando. La caravana continuó su camino, dejando Aurelia Vicus atrás, pero llevando consigo las lecciones y las cargas del sacrificio que habían hecho. Mientras avanzaban hacia su próximo destino, cada miembro de la caravana se sentía un poco más unido, más fuerte y más determinado a enfrentar cualquier desafío que el futuro les deparara.

Evildark se sentía incómodo junto a Günter. Apenas habían cruzado unas palabras el día anterior, durante las cuales Günter le había amenazado y declarado que Sylvia era suya. No sabía cuántos días más de camino les quedaban, pero no estaba dispuesto a soportar esa tensión mucho tiempo más.

—Carlos... digo, Sylvia. Es mi mejor amigo... amiga —Evildark aún no terminaba de acostumbrarse a que Carlos ya no existía. Ahora era una elfa llamada Sylvia—. No empezamos con buen pie entre ayer y el día de nuestra captura.

Günter miró a Evildark con cara de pocos amigos. Sus ojos duros y su postura tensa dejaban claro su desagrado. —Un amigo no pone en riesgo a su amigo.

Definitivamente, no le caía bien este Günter. —Me da igual lo que pienses. Yo no quise ponerla en riesgo, quería salvarla de vuestras... malévolas garras.

Günter suspiró, su expresión cambiando brevemente a una mezcla de cansancio y resignación. —¿Malévolas garras? Nosotros no hemos entrado en la casa de nadie a secuestrar a gente feliz.

Evildark decidió guardar silencio durante un buen rato, buscando otra manera de limar asperezas. Finalmente, se animó a hablar de nuevo. —Te vi realmente preocupado por Sylvia. No me caes bien, pero a ambos nos preocupa ella. Por ella deberíamos tratar de llevarnos bien. ¿Y si intercambiamos anécdotas sobre ella?

—No me interesa su vida anterior. Para mí, ella es Sylvia, su vida anterior no tiene importancia —cortó Günter sin desviar la mirada del camino, su tono frío y definitivo.

—¿Y conocernos nosotros? Si quieres, solo hablaré desde que estoy aquí y tú puedes hablarme sobre Sylvia. Me gustaría saber más sobre ella y estos meses.

Günter se giró ligeramente hacia Evildark, su rostro endurecido por el enojo. —Sylvia ha sufrido mucho por vuestra culpa estas últimas semanas. La han hecho trabajar hasta la extenuación. Se ha golpeado y herido en multitud de ocasiones. Sylvia ya había sido admitida como una de nosotros y vosotros la hicisteis caer otra vez en desgracia.

Evildark lo miró, sintiendo una mezcla de culpa y rabia. —Lo siento, pero esos terribles castigos no se los impusimos nosotros. Fuisteis vosotros. Nosotros solo queríamos recuperar a nuestros amigos. No dañamos a nadie. Tú sí mataste a uno de nosotros.

Günter apretó los dientes, recordando la orden de Sigfried poco antes de partir del monasterio. "En esta misión no podemos permitirnos ningún tipo de conflicto interno. Necesito que te comportes como el mejor de los guardianes y que recuerdes que estamos todos en el mismo bando". —¿Aún piensas en escapar? Nerthys es la peor de las diosas para enfadar.

—Si no hubiera visto a vuestros sacerdotes y a Sylvia usar el poder de los dioses, me tomaría más a la ligera intentarlo. Pero, aunque no me debas quitar el ojo de encima, puedes estar tranquilo. Hasta nuestro destino, no voy a intentar escapar —dijo Evildark, sabiendo que, independientemente de sus palabras, no se iban a fiar de él.

—Eso está bien. Eres alguien querido para Sylvia y no me gustaría verla llorar por un imprudente. ¿Qué intenciones tienes con Sylvia? —Günter aflojó un poco su expresión, buscando un entendimiento.

—Tranquilo. Ahora salgo con la exnovia de Roberto, con Sarah. Sylvia solo es mi mejor amiga. Quiero lo mejor para ella. Espero que seas tú, porque si no, te mataré —Evildark miró desafiante a Günter, esperando su respuesta.

Günter soltó una carcajada, un sonido áspero que resonó en el aire tenso. —Sylvia es mía. La voy a proteger con mi vida, pero si piensas que un novato como tú puede siquiera dañarme, cuando paremos te daré una espada y me lo demuestras.

A partir de ese momento, todo fueron fanfarronerías entre los dos, lo cual fue haciendo que ambos se acercaran el uno al otro y haciendo más ameno el deambular por los campos y bosques.

A medida que la tarde avanzaba, la caravana continuó su marcha a través de campos y bosques. Los miembros del grupo, aunque cansados, mantenían un ritmo constante, sabiendo que la seguridad de todos dependía de su perseverancia. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando finalmente encontraron un claro adecuado para montar el campamento.

Morwen levantó una mano, indicando al grupo que se detuviera. —Aquí acamparemos por la noche. Desmontad y empezad a preparar el campamento.

Los integrantes de la caravana comenzaron a desmontar y descargar los suministros. Ambariel y Hugo se encargaron de encender las hogueras, mientras Erich y Clara montaban las tiendas. Tirnel Estel vigilaba los alrededores, asegurándose de que no hubiera peligro cercano. La eficiencia y la coordinación del grupo eran notables, cada uno sabía exactamente qué hacer y lo hacía con destreza.

Sylvia, habiendo terminado de leer el libro que Morwen le había dado, se unió a la preparación del campamento, aunque todavía sentía una leve opresión en el pecho. Morwen, al notar su preocupación, le dio una palmada en el hombro y una sonrisa alentadora.

—Has hecho un gran trabajo hoy, Sylvia. Trata de descansar y no te preocupes demasiado —dijo Morwen con suavidad.

Sylvia asintió, intentando dejar a un lado sus pensamientos sombríos. La presencia tranquilizadora de Morwen siempre le daba fuerzas.

Cuando el campamento estuvo montado y las hogueras crepitaban con un calor reconfortante, Günter se acercó a Evildark con una sonrisa en el rostro. En sus manos llevaba dos espadas de madera, bien equilibradas y perfectas para un duelo sin peligro mortal.

—Evildark, dijiste que me matarías si no soy lo mejor para Sylvia. Aquí tienes tu oportunidad para demostrarlo —dijo Günter, lanzándole una de las espadas de madera.

Evildark atrapó la espada con una mezcla de sorpresa y emoción. Había pasado solo unos meses desde que había comenzado a aprender a manejar una espada en este mundo, aunque fuera de madera. Miró a Günter, viendo el desafío en sus ojos, y se preparó mentalmente.

—No tengo intención de matarte, Günter, pero no voy a rechazar un buen desafío —respondió Evildark, esbozando una sonrisa.

Los demás miembros de la caravana se detuvieron para observar el inminente duelo. Había expectación en el aire, y algunos comenzaron a murmurar entre ellos, apostando en silencio sobre quién ganaría.

Günter se colocó en posición, su postura relajada pero lista para el combate. —Que sea una pelea limpia. Demuestra que eres digno de ser amigo de Sylvia.

Evildark se colocó en guardia, recordando las lecciones de esgrima que había recibido meses atrás. —Estoy listo.

El duelo comenzó con un intercambio rápido de golpes, cada uno midiendo la habilidad del otro. Günter, con su fuerza bruta y experiencia en combate, lanzó un ataque contundente, que Evildark esquivó con agilidad. La espada de madera de Evildark se movió rápidamente, buscando un punto débil en la defensa de Günter.

—Nada mal para un novato —dijo Günter, sonriendo mientras bloqueaba un ataque de Evildark.

—Tú tampoco eres tan malo —replicó Evildark, sintiendo cómo su confianza crecía con cada movimiento.

El combate continuó, ambos oponentes mostrando respeto mutuo a través de sus habilidades. La multitud observaba en silencio, impresionada por la intensidad y la destreza del duelo. Cada golpe resonaba en el aire nocturno, acompañando el crepitar de las hogueras.

Finalmente, después de varios minutos de combate, Günter bajó su espada y dio un paso atrás. —Basta. Has demostrado tu valía, Evildark. Sylvia tiene un buen amigo en ti.

Evildark, respirando con dificultad pero satisfecho, también bajó su espada. —Gracias, Günter. Me alegra que podamos entendernos.

Günter extendió una mano, que Evildark tomó con firmeza. —Paz entonces. Por Sylvia.

—Por Sylvia —respondió Evildark, sintiendo que, por primera vez, habían alcanzado un verdadero entendimiento.

La tensión entre los dos se disipó, y la caravana volvió a sus actividades nocturnas, más unida que antes. Sylvia, al ver a Günter y Evildark estrecharse la mano, se acercó con curiosidad y una ligera preocupación.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Sylvia, mirando a ambos con el ceño fruncido.

Evildark sonrió, divertido. —Simplemente estaba evaluando si Günter es digno de hacerte una mujer de verdad.

Sylvia enrojeció de furia y sorpresa. —¿Quién te crees que eres para decidir con quién me meto yo en la cama?

Günter, intentando calmarla, la abrazó con fuerza. —Tranquila, Sylvia. Aunque él hubiera dicho que no, yo pienso hacerlo algún día, si tú quieres.

Sylvia, aún enfadada, miró a Günter, pero su tono se suavizó ligeramente. —No es asunto de nadie más que mío con quién me meto en la cama. Y tú, Evildark, mejor que no te metas en mis asuntos personales.

Evildark levantó las manos en un gesto de rendición. —Lo siento, Sylvia. Solo intentaba protegerte. No volveré a meterme en tus asuntos.

Sylvia se soltó del abrazo de Günter, aunque el contacto había ayudado a calmarla un poco. —Más te vale. —Se giró y se dirigió hacia donde estaban sentados Sarah y otros miembros de la caravana.

Günter y Evildark la siguieron, sentándose a su lado alrededor del fuego. Poco a poco, el ambiente se fue relajando, y las risas y conversaciones volvieron a llenar el campamento. Sylvia, aunque aún algo enfadada, comenzó a disfrutar de la compañía de sus amigos.

Günter, con una mirada más suave, intercambiaba historias con Evildark y Sarah, y pronto las tensiones se disiparon por completo. La camaradería que se desarrollaba entre ellos era palpable, y el fuego del campamento se convirtió en el centro de una noche llena de anécdotas y risas compartidas.

La caravana, a pesar de las adversidades, seguía avanzando con una renovada sensación de unidad y esperanza.