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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasia
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48 Chs

29. La tensa espera

El sol estaba alto en el cielo, marcando el mediodía. La caravana había quedado en un inquietante estado de pausa, todos conscientes de la gravedad de la situación. Sylvia, Morwen, Lysandra, Lyanna y Seraphina se reunieron en un círculo, sus rostros marcados por la preocupación. La tensión en el aire era palpable, como una cuerda a punto de romperse.

Seraphina, con una voz suave pero firme, comenzó a explicar el ritual a Sylvia. —Vamos a recitar plegarias en la lengua antigua para invocar el poder de Nerthys y Olpao. La primera parte será para purificar el área y protegernos. Luego, haremos la petición para sanar a los aldeanos.

Sylvia escuchaba atentamente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Cada palabra de Seraphina parecía grabarse en su mente como si fuera vital para su supervivencia. Sus dedos temblaban ligeramente mientras repetía las palabras.

—Las plegarias deben ser recitadas con precisión —continuó Seraphina—. Aquí tienes las frases en la lengua antigua. Repítelas conmigo. Magna Nerthys, custos alterius mundi...

—Magna Nerthys, custos alterius mundi... —repitió Sylvia, su voz temblando ligeramente. Sentía un nudo en el estómago y las manos húmedas por el sudor.

Lysandra y Lyanna, aunque conocían el ritual, prestaban mucha atención. Era la primera vez que se enfrentarían a algo tan serio y peligroso. Cada una tenía sus propios temores, pero intentaban mantener la calma. Lysandra se mordía el labio inferior, mientras Lyanna jugaba nerviosamente con un amuleto colgando de su cuello.

Mientras tanto, Morwen daba instrucciones a Sigfried. —Si algo sale mal y no logramos sobrevivir al ritual, debes tomar el mando y guiar al resto del grupo hasta su destino. Aunque deban tomar otro camino, no podemos permitir que nuestros esfuerzos sean en vano. Mantén a todos a salvo y continúa con la misión.

Sigfried asintió solemnemente, comprendiendo la gravedad de sus palabras. —No fallaré, Morwen. Aseguraré que todos lleguen a salvo, pase lo que pase.

Morwen miró a Sigfried con una mezcla de determinación y resignación. Ella no planeaba morir, confiaba en su nivel como sacerdotisa de Nerthys, pero sabía que su diosa podía ser caprichosa. No quería dejar nada al azar.

La noticia del ritual y su peligrosidad se había extendido por la caravana, aumentando la preocupación entre los amigos de Sylvia. Günter, incapaz de contener su enfado y preocupación, se puso a cortar leña con una energía furiosa. Cada golpe del hacha contra la madera era un intento de canalizar su rabia y miedo. Sus músculos tensos y el sudor en su frente reflejaban su frustración.

—Si Sylvia muere, arrasaré todo este maldito poblado, aunque tenga que hacerlo solo —murmuró para sí mismo, con su mandíbula apretada por la tensión.

Elías, por su parte, trataba de mantener la calma. Aunque no quería la muerte de ninguna, especialmente de Sylvia, comprendía la necesidad de aprovechar el tiempo de espera. Sabía que el ritual llevaría horas y que, cuando terminaran, sería tarde para continuar el viaje.

—Voy a preparar una comida caliente para todos —dijo, más para sí mismo que para los demás—. Necesitaremos algo sustancioso para soportar la espera.

Mientras se movía por el campamento, recogiendo ingredientes y preparando el fuego, sus pensamientos estaban con Sylvia y las demás. Sabía que necesitarían toda la fuerza posible para enfrentar el desafío que se avecinaba. Sus manos trabajaban con rapidez y precisión, pero su mente estaba a kilómetros de distancia, preocupándose por sus amigos.

Günter, con el sudor corriendo por su frente, seguía cortando leña, su mente fija en un solo pensamiento: la protección de Sylvia a cualquier costo. Cada golpe del hacha era un recordatorio de su determinación y furia contenida.

En otro rincón del campamento, Harry, Marina, Roberto y Tirnel Estel se reunieron en un pequeño círculo, sus rostros llenos de preocupación.

—¿Crees que Sylvia estará bien? —preguntó Harry, su voz apenas un susurro.

—Debe estarlo —respondió Marina, aunque la duda se reflejaba en sus ojos—. Ella es fuerte y tiene a Seraphina y Morwen con ella.

Roberto se mantuvo en silencio, mirando hacia el horizonte con una expresión sombría. Tirnel Estel, siempre atenta, observaba a todos con una calma forzada. Sus orejas de elfa se movían ligeramente, captando cualquier sonido anómalo en el entorno.

—Tenemos que confiar en ellas —dijo Tirnel Estel finalmente—. Ahora más que nunca, necesitamos creer en sus habilidades y en el poder de los dioses.

La espera era casi insoportable, cada minuto se sentía como una eternidad. El sonido del hacha de Günter, el murmullo del fuego de Elías y los susurros preocupados de los amigos de Sylvia se mezclaban en una sinfonía de tensión y esperanza. Con el sol ascendiendo hacia su cenit, el destino de Aurelia Vicus y de las cinco valientes sacerdotisas pendía de un hilo, aguardando el desenlace de un ritual que podría cambiarlo todo.

En un rincón más apartado, Evildark y Sarah conversaban en voz baja, observando el movimiento en el campamento. Evildark aprovechó el momento para hacer un comentario sarcástico.

—¿Ves, Sarah? Aquí estamos, esperando a que sacrifiquen a cinco personas. ¿Aún piensas que estamos en el lado equivocado? —dijo con una sonrisa amarga, con su voz cargada de ironía.

Frederick, que estaba cerca, no pudo evitar intervenir. —Es fácil juzgar sin entender la situación completa, Evildark. Sí, se sacrifican cinco vidas, pero se salvan más de doscientas. Es un sacrificio necesario, doloroso, pero necesario.

Evildark lo miró con desprecio. —¿Necesario? ¿Quién decide qué vidas son más valiosas que otras? Este es el problema con vuestra religión. Usáis la muerte como una herramienta para justificar vuestros medios. ¿No ves la hipocresía en eso?

Frederick mantuvo la calma, aunque sus ojos mostraban una mezcla de frustración y empatía. —No es una decisión que se tome a la ligera. Nadie quiere que mueran esos cinco, pero si es la única manera de salvar a todos los demás, entonces es un sacrificio que debemos estar dispuestos a hacer. Piensa en el bien mayor.

Evildark frunció el ceño, sus pensamientos girando en torno a la justicia y el sacrificio. —¿Y qué pasa con la dignidad de las vidas que se sacrifican? ¿Quién les da el derecho de decidir quién vive y quién muere? Es una lógica perversa. ¿Qué pasará cuando se decida que tú o yo somos los próximos sacrificios necesarios?

Sarah, que había estado escuchando en silencio, intervino. —Frederick tiene razón, Evildark. No se trata de disfrutar la muerte, sino de hacer lo que se debe para salvar la mayor cantidad de vidas posibles. Piensa en "Star Trek". Spock se sacrificó para salvar a la tripulación del Enterprise. "Las necesidades de muchos superan las necesidades de pocos o de uno."

Evildark la miró, su expresión pasando de la indignación a la reflexión. —No puedes comparar esto con una escena de una película, Sarah. Spock eligió sacrificarse. Aquí, estas cinco personas no tienen elección.

Frederick aprovechó la pausa en la conversación para añadir. —Exactamente. En una situación ideal, todos tendrían elección. Pero cuando la elección es entre la muerte de todos o el sacrificio de unos pocos, ¿qué harías tú, Evildark? ¿Dejarías que toda la aldea muriera por no querer tomar una decisión difícil?

Evildark apretó los puños, luchando con sus propios pensamientos. —No es tan simple. La vida no debería ser una cuestión de cálculos fríos y sacrificios. Deberíamos encontrar otra manera, una que no implique más muerte.

Frederick asintió, su tono suavizándose. —Todos deseamos eso, pero a veces el tiempo y los recursos no están de nuestro lado. A veces, el mal menor es la única opción disponible. No porque sea justo, sino porque es necesario para evitar una tragedia mayor.

Sarah, viendo que las palabras de Frederick comenzaban a hacer mella en Evildark, continuó. —Evildark, nadie aquí está celebrando este sacrificio. Es una decisión llena de dolor y tristeza. Pero si al final podemos salvar a más de doscientas personas, ¿no es eso lo que importa?

Evildark suspiró, su expresión suavizándose aunque la lucha interna aún era evidente. —Odio admitirlo, pero entiendo tu punto. Aún así, sigue pareciéndome una elección horrible.

Frederick le dio una palmada en el hombro. —Es porque lo es. Las decisiones más difíciles son las que más duelen, pero a veces son las que deben tomarse para proteger a los que no pueden protegerse a sí mismos.

Evildark asintió lentamente, aunque todavía había una chispa de rebelión en sus ojos. —No prometo que estaré de acuerdo con todo esto, pero supongo que no tengo otra opción por ahora.

Sarah esbozó una pequeña sonrisa. —Eso es todo lo que pedimos. Mantén la mente abierta y observa. Tal vez veas que no todo es blanco o negro, bueno o malo.

Frederick, sintiendo que la conversación había alcanzado un entendimiento tentativo, se levantó. —Voy a ver cómo están los preparativos. Mantened la calma y estad atentos.

Mientras Frederick se alejaba, Evildark y Sarah se quedaron en silencio por un momento, observando el campamento y reflexionando sobre las palabras intercambiadas. La tensión en el aire se sentía más densa que nunca, pero había una pequeña chispa de comprensión mutua, un paso hacia un terreno común que ambos sabían que sería crucial para lo que estaba por venir.

En otra parte del campamento, Sylvia estaba nerviosa, su mente dando vueltas a lo que Seraphina le había explicado sobre el ritual. Cada palabra en la lengua antigua tenía que ser pronunciada con precisión, cada gesto debía ser exacto. Sus pensamientos estaban llenos de la imagen de los aldeanos enfermos y el temor de no estar a la altura de la tarea que se le encomendaba.

Seraphina, con su habitual calma, notó la tensión en Sylvia y trató de reconfortarla. —Recuerda, Sylvia, que Nerthys no espera la perfección, sino el esfuerzo sincero. Estamos haciendo esto por un bien mayor. Mantén tu fe y tu concentración, y confía en tus habilidades.

Lysandra y Lyanna, a su lado, también mostraban signos de preocupación, aunque intentaban mantenerse serenas. Ellas conocían el ritual teóricamente, pero nunca lo habían practicado en una situación tan crítica. Ambas miraban a Seraphina con atención, grabando cada palabra y cada gesto en sus mentes.

Mientras tanto, en otro rincón del campamento, Günter seguía cortando leña, cada golpe del hacha resonando con su frustración y su miedo. Sus pensamientos estaban dominados por la imagen de Sylvia. Si ella no sobrevivía, su furia se desataría sin control.

Elías, intentando mantener el espíritu del grupo alto, seguía concentrado en preparar una comida caliente. Mientras trabajaba, sus pensamientos también se dirigían a Sylvia y las demás. Sabía que una comida caliente podría proporcionar algo de consuelo y fortaleza a todos.

Hugo y Clara ayudaban a Elías en silencio, sus rostros marcados por la preocupación. Clara, con manos temblorosas, cortaba vegetales mientras Hugo se encargaba de mantener el fuego vivo. Los dos intercambiaban miradas de inquietud, pero seguían trabajando con determinación.

Marina y Harry se abrazaban, buscando consuelo el uno en el otro. —Todo estará bien, ¿verdad? —preguntó Marina, su voz apenas un susurro.

—Sí, todo estará bien —respondió Harry, aunque sus ojos mostraban la misma incertidumbre que sentían todos. Se aferraban el uno al otro, tratando de encontrar fuerza en su unión.

Cuando por fin el soldado regresó del poblado, había pasado aproximadamente una hora desde su marcha, pero para los miembros de la caravana, había sido una eternidad. Su expresión era seria mientras se acercaba a Morwen y las demás sacerdotisas, las cuales lo esperaban con ansiedad contenida.

—Ya hemos elegido a quienes se sacrificarán —anunció el soldado, su voz firme pero cargada de gravedad.

Morwen asintió, su rostro mostrando una mezcla de satisfacción y preocupación. Seraphina, Lysandra y Lyanna intercambiaron miradas, conscientes de la inmensa responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Sylvia trataba de serenarse, repasando mentalmente cada paso del ritual, cada palabra de las plegarias en la lengua antigua. Sabía que un solo fallo podría significar la muerte no solo de los cinco sacrificados, sino también de ellas mismas.

Günter, que había estado cortando leña para liberar su frustración, soltó el hacha de repente. Sus manos temblaban mientras se dirigía apresuradamente hacia Sylvia. Al llegar a ella, la tomó entre sus brazos y la besó con una pasión desesperada. Sylvia sintió cómo las lágrimas brotaban de sus ojos, mezclándose con las de Günter.

—Por favor, no mueras —susurró Günter, su voz quebrada por la emoción.

Sylvia lo miró, también con lágrimas en los ojos, y trató de bromear para aliviar la tensión. —¿Dónde está tu comportamiento frío habitual? ¿Tu jactancia de desearme morir en el ritual y que lo disfrutarías?

Günter, con su fachada caída, la miró a los ojos, su expresión vulnerable y sincera. —Contra otras personas puedo luchar por tu vida, pero ante el poder de los dioses, no puedo salvarte.

La impotencia en su voz era palpable, y Sylvia sintió su propio miedo reflejado en los ojos de Günter. Lo abrazó con fuerza, tratando de absorber algo de su valentía, aunque solo fuera por un momento.

Finalmente, Morwen, Seraphina, Lysandra, Lyanna y Sylvia se prepararon para seguir al soldado hacia el pueblo. Cada paso que daban era un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la inmensa fe que necesitaban tener en los dioses y en ellas mismas.

En el campamento, la tensión era casi tangible. Frederick y Tirnel Estel, que hasta ahora habían mantenido una fachada de fuerza, se encontraban a solas. Frederick miró a Tirnel Estel, sus ojos reflejando una preocupación profunda.

—Ella estará bien. Sylvia es fuerte —dijo Frederick, aunque su voz temblaba ligeramente.

Tirnel Estel asintió, sus ojos fijos en el camino por donde se habían ido las sacerdotisas. —Lo sé, pero no puedo evitar preocuparme. Este ritual... es peligroso.

Mientras tanto, Evildark estaba de pie, maldiciendo en voz baja. —Malditos sean los dioses y esta religión. No pueden tomarla. No pueden llevarse a nuestra amiga —sus palabras eran un torrente de rabia y desesperación.

Sarah intentaba calmarlo, aunque ella misma estaba llena de temor. —Tenemos que creer que saldrán de esta. Tienen que hacerlo.

Elías, por su parte, trataba de mantener el ánimo del grupo preparando la comida. Sabía que una comida caliente no resolvería sus problemas, pero al menos ofrecería algo de consuelo en medio de la incertidumbre. Hugo y Clara ayudaban en silencio, sus rostros marcados por la preocupación.

Marina y Harry se abrazaban, buscando consuelo el uno en el otro. —Todo estará bien, ¿verdad? —preguntó Marina, su voz apenas un susurro.

—Sí, todo estará bien —respondió Harry, aunque sus ojos mostraban la misma incertidumbre que sentían todos.

El soldado guió a Morwen, Seraphina, Lysandra, Lyanna y Sylvia hacia el pueblo. Sus siluetas se fueron haciendo más pequeñas poco a poco en la distancia. En el campamento, la sensación de impotencia se intensificaba con cada minuto que pasaba. Las esperanzas y temores de todos estaban ahora ligados al éxito del ritual y a la capacidad de las sacerdotisas para enfrentar lo que les esperaba.

La caravana quedó sumida en un tenso silencio, cada miembro enfrentando la posibilidad real de perder a alguien querido. Pero a pesar del miedo y la incertidumbre, había una chispa de esperanza, una fe compartida en que las sacerdotisas regresarían con vida, habiendo salvado a los aldeanos y fortalecido su propio espíritu.