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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasia
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48 Chs

26. Huida del monasterio

Mientras Sylvia, Frederick y Tirnel Estel iban camino de la cena tras una sesión terrible en el templo de Olpao, los nervios se agolpaban en su cabeza. De repente, la voz de Lysandra susurrando al oído de Tirnel Estel sacó a Sylvia de sus pensamientos. Una sola mirada fue suficiente para comprender que era inapropiado preguntar en ese momento.

El comedor los recibió con la algarabía habitual que presentaba cuando se llegaba un poco tarde a la cena. Los tres se acercaron a la mesa ocupada por sus amigos, también en una esquina del comedor. Antes siquiera de poder sentarse, Günter se abalanzó sobre Sylvia. Hacía mucho tiempo que no era tan impulsivo. Ni siquiera Frederick, y en especial Tirnel Estel, pudieron reaccionar para impedir el encuentro.

Sylvia sintió cómo su espalda chocaba contra la pared del comedor mientras sus labios y los de Günter se fundían en un beso. La mano derecha del guerrero subió por el muslo de la joven acólita, mientras la izquierda la sujetaba firmemente por la cintura. Tras los primeros segundos de sorpresa, Sylvia reaccionó abrazando fuertemente a Günter. Deseaba a Günter; si debía morir, no estaría mal hacerlo en sus brazos.

Los labios del caballero se deslizaron hacia el cuello mientras un suspiro escapaba de los labios de Sylvia.

—No dejaré que nadie te aparte de mí —susurró Günter al oído de la elfa, quien empezaba a derretirse entre sus fuertes brazos.

—Siempre promesas y aún sigo esperándote —contestó suplicando—. Si sigo esperando, quizás otro ocupe tu lugar —añadió con voz melosa—. Desgraciadamente, ahora estamos llamando mucho la atención.

Günter se separó de Sylvia no sin antes volver a besarla suavemente y darle una palmadita en el trasero mientras se dirigían a la mesa.

—Debéis pasar por vuestros dormitorios y coger todo vuestro equipo cuando termine la cena. Tras eso, dirigiros al templo de Tasares. Es importante no perder tiempo —las palabras de Tirnel Estel al grupo sorprendieron a Sylvia.

—¿Nos vamos esta noche? ¿Vamos a cazar a los traidores? —preguntó Marina bajando la voz hasta casi hacerla inaudible.

—Es probable —contestó Sylvia—. Nos informarán después, pero cambiemos de conversación.

—¿Cómo llevas lo de Günter? —preguntó Marina dirigiéndose realmente a Frederick.

—¿Cómo que cómo lo llevo? —saltó Sylvia—. Normal, ¿no?

—No siempre eres el centro del universo, Sylvia. Le preguntaba a Frederick. — Sylvia miró extrañada a Marina y a Frederick. ¿Por qué le preguntaba a Frederick por Günter? — Al fin y al cabo, te besas en público con Günter, pero te acuestas en privado con él.

Sylvia se puso roja como un tomate; no sabía dónde esconderse. Al final, dormir abrazada a Frederick se había convertido en una costumbre. ¿Sentía algo Frederick por ella? De repente, el ambiente parecía haberse vuelto mucho más gélido. Frederick soportaba las miradas de Roberto y Günter, preguntándose cómo Marina se había enterado.

—Oh, he pinchado en algo. Yo bromeaba por lo de compartir habitación. ¿De verdad os estáis acostando juntos? ¿Tenéis un trío los tres?

En ese momento, Tirnel Estel intervino:

—No has pinchado en nada. Sylvia lleva unas semanas con pesadillas desde su visita al templo de Nerthys. Desde entonces, ha dormido abrazada a uno de nosotros, pero no hay nada más.

La media verdad pareció calmar a todos. Ocultar el interés de Frederick por Sylvia parecía lo mejor para lo que se avecinaba.

Con la expectación por el futuro y cuál sería la determinación por parte de los Grandes Maestres, la cena terminó pronto. Aún quedaba aproximadamente media cena cuando Sylvia, Frederick y Tirnel Estel se quedaron solos en la mesa.

—Será mejor que vayamos a prepararnos —dijo Frederick, rompiendo el silencio.

Mientras Sylvia, Frederick y Tirnel Estel se dirigían a sus habitaciones, la atmósfera se volvía cada vez más cargada de tensión. Al llegar, cerraron la puerta tras de sí y comenzaron a prepararse para la próxima misión.

Sylvia se quitó la túnica con movimientos lentos, sus músculos aún resentidos por la sesión de entrenamiento en el templo de Olpao. Tirnel Estel se acercó a ella, observando las cicatrices que aún quedaban en su piel.

—Deberíamos haberte dado más tiempo para sanar —murmuró Tirnel Estel, mientras acariciaba suavemente una de las cicatrices.

Sylvia sonrió débilmente. —No hay tiempo para eso. Debemos estar preparados para cualquier cosa.

Frederick, que estaba ajustándose las correas de su armadura, se giró para mirar a Sylvia. —Siempre tan fuerte. Pero recuerda que también puedes apoyarte en nosotros —dijo con una mirada cálida.

Sylvia asintió, agradecida por el apoyo de sus guardianes. Tirnel Estel le ayudó a ponerse la cota de malla, ajustándola cuidadosamente para que no le causara incomodidad. Sylvia sintió el peso familiar sobre sus hombros, una mezcla de protección y carga.

—Levanta los brazos un poco más, Sylvia —indicó Tirnel Estel mientras le colocaba el yelmo, ajustando las correas bajo su barbilla—. No queremos que esto se mueva en medio de una pelea.

—Siempre tan cuidadosa, Tirnel Estel —dijo Sylvia con una sonrisa, tratando de aliviar la tensión que sentía.

Frederick se acercó con la capa reforzada y comenzó a ajustarla alrededor de Sylvia. Sus manos rozaron los hombros de Sylvia, y ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Frederick se dio cuenta y se detuvo un momento, sus ojos encontrándose con los de Sylvia.

—Estás lista para esto, Sylvia. Confío en ti —dijo Frederick suavemente, sus manos todavía en sus hombros.

—Gracias, Frederick. No sé qué haría sin vosotros —respondió Sylvia, sintiendo un calor reconfortante en su pecho.

Después de ajustarse el tabardo, la espada corta y la rodela, Sylvia observó a sus guardianes mientras se preparaban. Tirnel Estel y Frederick se miraban de reojo, compartiendo una silenciosa comunicación que solo ellos entendían. Sylvia sintió una oleada de gratitud por tenerlos a su lado.

Cuando estuvieron listos, salieron de la habitación, decididos a enfrentar lo que fuera que les esperaba en el templo de Tasares. La noche era oscura y el aire fresco, lleno de una anticipación palpable. Los tres avanzaron con pasos decididos, sabiendo que cada momento contaba.

Al llegar al templo, vieron cinco carros y varios caballos esperando afuera, listos para una partida inminente. Las antorchas iluminaban la escena, proyectando sombras danzantes sobre las paredes del templo.

Entraron en el templo, donde se encontraron con una impresionante reunión de personajes. Morwen y Antón estaban al frente, sus expresiones serias y decididas. A su lado, Sigfried y Lysandra se mantenían vigilantes, con una postura de alerta.

Seraphina y Lyanna estaban cerca, intercambiando miradas de preocupación. Thalor y Theodor, siempre imponentes, se mantenían al margen, observando atentamente. Elías, con su sabiduría tranquila, parecía estar evaluando la situación.

Roberto, Günter, Thôr Aer, Marina, Hugo, Clara, Harry, Erich y Ambariel formaban un círculo alrededor de Evildark y Sarah, quienes estaban amordazados y atados. La tensión en la sala era palpable, cada persona consciente de la gravedad de la situación.

Sylvia, Frederick y Tirnel Estel se unieron al grupo, sus corazones latiendo con fuerza mientras se preparaban para lo que estaba por venir. La atmósfera en el templo de Tasares era de anticipación y resolución, todos sabiendo que el próximo paso sería crucial para su supervivencia y para desentrañar la conspiración que los amenazaba.

—Por fin estamos todos —comenzó a hablar Antón, su voz resonando en el espacio sagrado—. Como supongo todos estáis al corriente, hay traidores entre nuestras filas. Elías, te pondrán al día durante el viaje —puntualizó al darse cuenta de la confusión de Elías—. Morwen y yo nos pesa mucho tomar esta decisión, pero hemos decidido poneros a salvo.

—Quitando Antón, Thalor y Theodor, todos los aquí reunidos partiréis conmigo a un destino de momento secreto. Cuantas menos personas lo sepan, más seguro será. Elías, en lo personal no quería contar contigo, pero Antón se ha puesto muy pesado acerca de llevar un cocinero y tú tienes un especial cariño con Sylvia.

—¿Cariño por esa elfa llorica? —interrumpió Elías con una amplia sonrisa—. No, ella es mi niña del alma y no voy a permitir su muerte a manos de nadie.

Sylvia sonrió a pesar de las broncas cuando realizaba algo mal en la cocina. Elías siempre le había servido de apoyo.

—Espero que no solo estés dispuesto a dar la vida por ella —continuó Morwen—. Hemos preparado unos zurrones para cada uno. Están imbuidos de magia, haciéndolos ligeros y pudiendo almacenar mucho más de lo que parece entrar por su exterior. Por favor, coged cada uno el que lleva vuestro nombre, pues en su interior ya están puestas algunas cosas útiles según a quién pertenezca el zurrón.

—Para sacar algo del zurrón, además de haber sido metido con anterioridad, debéis visualizarlo en vuestra mente mientras metéis la mano. Automáticamente aparecerá en vuestra mano —explicó Lyanna.

Theodor se acercó a Sylvia, su expresión suavizándose con una mezcla de tristeza y orgullo. —Sylvia, quiero que sepas que estoy orgulloso de ti. Has mostrado una gran fortaleza y valentía. Te deseo lo mejor en este viaje, y recuerda, siempre estaré contigo en espíritu.

Sylvia sintió un nudo en la garganta y abrazó a Theodor. —Gracias, maestro. Prometo que haré todo lo posible para mantenerme a salvo y honrar tus enseñanzas.

Thalor se acercó a Harry, colocándole una mano en el hombro. —Cuida de ti, muchacho. Y recuerda, eres más fuerte de lo que crees. Confío en que podrás superar cualquier obstáculo.

Harry asintió, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. —Lo haré, Thalor. Gracias por todo.

Sigfried, por su parte, se dirigió a Günter con una expresión seria. —Günter, sé que tienes tus reservas y desprecios hacia los elfos, pero en esta misión no podemos permitirnos ningún tipo de conflicto interno. Necesito que te comportes como el mejor de los guardianes y que recuerdes que estamos todos en el mismo bando.

Günter se cuadró, mostrando una inusual seriedad. —Me comportaré como el mejor de los guardianes. Estos elfos para mí no son elfos, son mi familia.

Por último, el Gran Maestre Antón tomó la palabra. —Este viaje es crucial. La seguridad de cada uno de vosotros es esencial para el éxito de nuestra misión y para la supervivencia de todos nosotros. Confío en vuestra capacidad para trabajar juntos y protegeros mutuamente. Recordad siempre la importancia de vuestra misión y manteneos firmes ante cualquier adversidad. Nuestro bienestar depende de vuestro éxito.

Sylvia, Harry, Roberto y Marina nunca habían montado a caballo, por lo cual se encontraban excitados, asustados y extrañados por la experiencia. Con la ayuda de sus guardianes, lograron montar, aunque con cierta dificultad y muchos nervios.

Sarah y Evildark, al ir atados y amordazados, fueron colocados en uno de los carros, con un conductor a su lado para asegurarse de que no intentaran escapar.

Los veinte se acomodaron entre los cinco carros y diez caballos, listos para partir. Con un último vistazo al templo, comenzaron a salir discretamente, conscientes de la gravedad de la situación y del peligro que les aguardaba. El viaje sería largo y lleno de incertidumbres, pero sabían que juntos podrían enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino.

La caravana avanzaba en silencio por el camino oscuro y serpenteante, alejándose lentamente del monasterio. Las murallas quedaron atrás, y con ellas, una sensación de seguridad que ahora parecía lejana. Sylvia, Harry, Roberto y Marina cabalgaban cada uno junto a un guardián, sintiendo la tensión y la excitación de la nueva experiencia.

Frederick cabalgaba al lado de Sylvia, su presencia reconfortaba a la joven elfa. —Mantén las riendas firmes, pero no las tenses demasiado. El caballo necesita sentir que tienes el control, pero también que confías en él.

Sylvia asintió, intentando mantener la calma mientras ajustaba su postura. —Esto es más difícil de lo que parece.

—Lo estás haciendo bien. Solo relájate un poco y deja que el caballo sienta que estás segura —respondió Frederick con una sonrisa tranquilizadora.

Harry, a su vez, recibía instrucciones de Thôr Aer. —Usa las piernas para guiar al caballo. No dependas solo de las riendas. Siente el movimiento del caballo debajo de ti y adapta tu cuerpo a su ritmo.

—¡Vaya, esto es increíble! —exclamó Harry, un poco nervioso pero emocionado por la experiencia.

—Solo recuerda mantenerte centrado y no perder la calma —dijo Thôr Aer con una leve sonrisa, disfrutando de la energía entusiasta de Harry.

Marina, por otro lado, intentaba controlar su nerviosismo mientras Hugo le daba indicaciones. —Mantén la espalda recta y los pies bien colocados en los estribos. El caballo siente todo lo que tú sientes, así que si estás tranquila, él también lo estará.

—Fácil decirlo —murmuró Marina, intentando seguir las instrucciones y no dejar que el miedo la dominara.

—Estás haciendo un buen trabajo. Solo sigue así —respondió Hugo, animándola.

Roberto, montando junto a Clara, se concentraba en seguir las instrucciones que le daba. —Relaja los hombros y mantén la vista al frente. El caballo siente tu energía, así que respira hondo y mantén la calma.

—Esto es... diferente a cualquier cosa que haya hecho antes —admitió Roberto, sintiendo cómo el caballo respondía a sus movimientos.

—Lo estás haciendo bien. Solo necesitas un poco de práctica —respondió Clara con una sonrisa alentadora.

A medida que la caravana avanzaba, los viajeros comenzaron a adaptarse a sus caballos. Las primeras tensiones y nervios se fueron disipando, reemplazados por una sensación de conexión con los animales y una creciente confianza en sus habilidades.

Cuando la caravana se adentró más en el bosque, la oscuridad se volvió más profunda y las sombras más inquietantes. Sigfried y Lysandra, montando juntos, se acercaron al primer carro donde viajaba Morwen. Sus rostros reflejaban preocupación.

—Morwen, estamos preocupados por atravesar el bosque de noche. La oscuridad facilita las emboscadas, y nuestro grupo es grande y no precisamente discreto —dijo Sigfried, su voz baja pero urgente.

Morwen asintió, comprendiendo las preocupaciones de ambos. —Lo sé, Sigfried. La oscuridad es peligrosa, pero no teníamos otra opción. Debíamos salir cuanto antes y de la forma más discreta posible para evitar poner sobre aviso a los traidores.

—Entendemos la urgencia, pero debemos ser cautelosos. Un grupo tan numeroso es difícil de ocultar y más fácil de atacar —añadió Lysandra, con su mirada seria fija en la Gran Maestre.

—Hemos tomado todas las precauciones posibles, pero mantengámonos alerta. Dividamos la vigilancia y aseguremos que todos estén preparados para cualquier eventualidad —respondió Morwen con firmeza.

Sigfried y Lysandra asintieron, conscientes de la responsabilidad que recaía sobre ellos. Se alejaron del carro para organizar la vigilancia y asegurarse de que todos estuvieran en guardia.

La caravana continuó su avance en el bosque oscuro, cada miembro alerta y preparado para cualquier peligro que pudiera surgir. La tensión era palpable, pero también lo era la determinación de llegar a un lugar seguro. Juntos, enfrentaban lo desconocido, confiando en sus habilidades y en la fortaleza de sus compañeros para superar cualquier obstáculo que encontraran en su camino.