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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasia
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48 Chs

23. Sanación

Sylvia entró al comedor apoyada en Frederick, con Tirnel Estel cubriendo su flanco. El agotamiento y el dolor en su costado eran evidentes en cada paso que daba. Su rostro estaba pálido y su respiración era pesada, cada movimiento le arrancaba un gemido de dolor que intentaba silenciar. El comedor, lleno de actividad, se quedó en silencio por un momento al ver el estado de Sylvia. Los comensales, incluidos sus amigos, se giraron hacia ella con expresiones de preocupación y compasión.

Günter, al verla, se levantó rápidamente y se acercó a ella con la intención de darle un abrazo y un beso, pero Tirnel Estel lo detuvo, colocando una mano firme en su pecho.

—Déjala respirar, Günter. La jornada está siendo muy dura para ella, necesita reponer todas las fuerzas posibles y recobrar el aliento —dijo Tirnel Estel con un tono autoritario, pero no falto de preocupación.

Günter frunció el ceño, pero asintió, dando un paso atrás. —Está bien, pero no me gusta verla así —murmuró, sus ojos nunca dejaban de mirar a Sylvia con una mezcla de posesividad y preocupación.

Frederick ayudó a Sylvia a sentarse en una de las bancas, y Tirnel Estel se sentó a su lado, vigilándola de cerca. Sylvia se dejó caer sobre la mesa, apoyando la cabeza en sus brazos, apenas capaz de mantenerse despierta.

—¿Sylvia, estás bien? —preguntó Marina, acercándose con una expresión de profunda preocupación.

Sylvia levantó ligeramente la cabeza, pero no pudo responder, solo asintió débilmente antes de volver a descansar.

—Ha sido un día muy duro para ella —explicó Frederick, respondiendo por Sylvia—. Ha trabajado sin parar, transportando vigas y cavando cimientos. Además, se ha golpeado el costado y el dolor no le permite moverse bien.

—Esto es inhumano —dijo Harry, frunciendo el ceño—. A este ritmo, Sylvia terminará muerta antes de que termine su castigo.

—Tenemos que hacer algo para aliviar su carga —sugirió Roberto, mirando a los demás—. No podemos dejar que siga así.

—Ella misma sabe que debe soportar este castigo para redimirse, pero eso no significa que tengamos que verla sufrir tanto —agregó Marina, su voz llena de compasión.

—Sylvia, ¿quieres que le pidamos al Gran Maestre que te dé un respiro? —preguntó Clara, intentando ofrecer una solución.

Sylvia negó débilmente con la cabeza, sin levantar la mirada. Sabía que debía afrontar su castigo sin buscar atajos, aunque el costo fuera su propio bienestar.

—Ella es muy fuerte, pero no puede hacer esto sola —dijo Tirnel Estel, con una mirada de determinación—. Frederick y yo estamos aquí para ayudarla en lo que podamos, pero necesitamos que todos la apoyeis también.

—Cuentan con nosotros —dijo Marina, asintiendo firmemente.

—Haré lo que sea necesario para que Sylvia se recupere y pueda seguir adelante —agregó Harry, con una mirada decidida.

Frederick, viendo la determinación en los ojos de sus amigos, sintió una oleada de gratitud. Sabía que Sylvia tenía un largo camino por delante, pero con el apoyo de todos, tendría una oportunidad de superarlo.

—Por ahora, lo mejor que podemos hacer es dejar que Sylvia descanse y coma algo —dijo Frederick, colocando un plato de comida frente a ella—. Necesita recuperar fuerzas para lo que viene.

Sylvia levantó la mirada y esbozó una pequeña sonrisa de agradecimiento. Aunque estaba exhausta, el saber que sus amigos estaban allí para apoyarla le daba una pequeña chispa de esperanza. Con dificultad, comenzó a comer, tratando de ignorar el dolor y el cansancio que la abrumaban.

El ambiente en el comedor se volvió más tranquilo, aunque la preocupación por Sylvia seguía palpable. Todos intentaban ofrecer palabras de aliento y apoyo, mientras Tirnel Estel y Frederick seguían respondiendo las preguntas y explicando la situación.

—Será un camino duro, pero Sylvia es fuerte —dijo Tirnel Estel, mirando a los demás—. Con nuestra ayuda, saldrá adelante.

Sylvia asintió débilmente, sintiendo el calor de la amistad y el apoyo a su alrededor. Sabía que no estaba sola en esta lucha, y aunque el camino hacia la redención sería largo y difícil, tenía a sus amigos a su lado para ayudarla a superarlo.

Mientras el grupo terminaba de almorzar, la preocupación en sus rostros se mezclaba con una renovada determinación. Sabían que tendrían que enfrentarse a muchos desafíos, pero estaban dispuestos a hacerlo juntos, apoyándose mutuamente en cada paso del camino.

—Sylvia, seguro que si después de comer te vuelve a dar la chapa Theodor con lo del eslabón más débil, estarás mucho mejor. Al menos en esta ocasión te servirá para descansar —bromeó Frederick, tratando de aliviar la tensión.

Todos rieron, recordando con qué amargura se quejaba Sylvia el día anterior.

—¿Cómo es que no seguirás con el castigo y trabajando por la tarde en las tareas más duras del templo? —preguntó Roberto, curioso.

—Aunque la tienen castigada con los trabajos más duros, no se puede descuidar el entrenamiento —explicó Tirnel Estel—. Por las tardes le toca clase en el templo de su dios, Olpao.

—Deberías hablar con los sacerdotes antes de empezar para que curen un poco tu cuerpo —sugirió Marina, preocupada.

Frederick sonrió y añadió: —Si no lo hace ella, lo haré yo. Y si se niega a recibir la sanación, la obligaré a recibirla.

Casi finalizando la comida, Harry sacó un artefacto de su bolsillo que parecía un extraño reloj de arena. Sonrió y lo colocó frente a Sylvia.

—Lo he realizado para ti, Sylvia. La arena tarda en caer más o menos lo que contar hasta mil, y creo que gracias a la magia que le he infundido, debería ser indestructible, aunque te caigas sobre él o le caiga alguna roca o viga mientras trabajas —dijo con una sonrisa orgulloso.

Sylvia tomó el reloj de arena con manos temblorosas y lo observó con asombro. Las lágrimas asomaron en sus ojos mientras miraba a Harry con gratitud.

—Gracias, Harry. Esto significa mucho para mí —dijo Sylvia, su voz quebrada por la emoción.

Harry sonrió y asintió, sintiéndose satisfecho de haber podido hacer algo para ayudar a Sylvia en su difícil situación.

El grupo terminó de almorzar y comenzaron a levantarse para regresar a sus tareas respectivas. Sylvia, sosteniendo el reloj de arena, sintió una renovada determinación. Miró a Frederick y Tirnel Estel:

—Voy a probarlo ahora. Necesito saber si realmente funciona correctamente, no quiero más problemas por no cumplir mi castigo correctamente.

Sylvia giró el reloj de arena y observó cómo la arena comenzaba a caer. Se concentró en el ritmo constante de los granos de arena, utilizando el flujo como una forma de calmar su mente y mantenerla alejada del dolor y el agotamiento, mientras iba contando mentalmente.

Cuando la arena terminó de caer, Sylvia dejó escapar un suspiro de alivio y levantó la mirada hacia sus guardianes.

—Funciona perfectamente —dijo con una sonrisa cansada—. Ahora no tendré que contar hasta mil cada vez.

Frederick la abrazó suavemente, cuidando de no lastimarla. —Pues vayamos al siguiente entrenamiento.

Sylvia, Frederick y Tirnel Estel se levantaron y comenzaron su camino hacia el templo de Olpao. Sylvia, sosteniendo el reloj de arena, sintió una renovada determinación. El cansancio aún pesaba sobre sus hombros, pero la esperanza de poder continuar con su castigo de manera más llevadera le daba fuerzas.

El camino hacia el templo de Olpao serpenteaba a través de los terrenos del monasterio, pasando por jardines bien cuidados y árboles altos que ofrecían sombra en el caluroso mediodía. La brisa fresca traía consigo el aroma de las flores y el susurro de las hojas, creando un ambiente de paz que contrastaba con el esfuerzo físico y el dolor que Sylvia había soportado durante la mañana.

Frederick caminaba a su lado, su expresión llena de preocupación y apoyo incondicional. Cada paso que daba, lo daba con cuidado, asegurándose de que Sylvia no tropezara ni perdiera el equilibrio. Tirnel Estel caminaba al otro lado de Sylvia, vigilando con atención cada movimiento y preparada para intervenir si fuera necesario.

—Es un alivio tener este reloj —dijo Sylvia, rompiendo el silencio—. No tener que contar mentalmente me da un poco de paz.

Frederick asintió, su mirada suave y reconfortante. —Sí, Harry ha pensado en todo. Este pequeño artefacto te ahorrará la tediosa tarea de contar hasta mil.

—Además, nos permitirá hablar y mentalizarnos para la siguiente tarea mientras esperamos —añadió Tirnel Estel, sonriendo—. No más cuentas en silencio.

Llegaron a las puertas del templo de Olpao, un edificio imponente con columnas de mármol y vitrales que reflejaban la luz del sol en un caleidoscopio de colores. El templo irradiaba una energía calmante, y solo estar cerca de él parecía aliviar un poco la carga que Sylvia sentía en sus hombros.

Entraron en el templo, y Sylvia sintió una oleada de serenidad. El interior estaba iluminado por la luz suave de las velas y los rayos de sol que se filtraban a través de los vitrales. El altar, decorado con símbolos de Olpao, dios de la sanación y la vida, estaba al fondo de la sala principal, irradiando una paz profunda.

Theodor y Seraphina ya estaban allí, esperándolos. Ambos mostraban expresiones de preocupación al ver el estado de Sylvia. Theodor, con su porte imponente pero amable, se adelantó para recibirlos.

—Bienvenida, Sylvia. Frederick, Tirnel Estel —dijo Seraphina con una voz suave pero firme—. Sabemos que ha sido un día difícil, pero estamos aquí para ayudarte a sanar.

Theodor, siempre sereno y compasivo, se acercó a Sylvia y le tomó la mano con suavidad. —Sylvia, ven. Vamos a cuidar de ti.

Sylvia asintió, dejando que Theodor la guiara hacia el altar. Frederick y Tirnel Estel la siguieron de cerca, listos para ofrecer cualquier apoyo adicional que necesitara. Sylvia se dejó llevar, sintiendo cómo el peso del día comenzaba a desvanecerse ligeramente con cada paso que daba.

Theodor la hizo sentarse en un banco frente al altar y se arrodilló a su lado, colocando sus manos sobre el costado dolorido de Sylvia.

—No Theodor, no vamos a sanarla. Es el momento perfecto para enseñarle a sanarse a sí misma. — Theodor miró a su compañera un poco enojado. Sylvia era su niña, no podía dejarla en ese estado a expensas de que ella misma hiciera bien la sanación. — Lo sé Theodor, pero si hubiera aprendido a sanarse, no hubiera tenido que esperar hasta este momento para aliviar el dolor.

Sylvia miró a Theodor con cariño. — Gracias maestro, pero Seraphina tiene razón, debo aprender y ¿No es hora de estudiar? —Theodor se levantó mirando a su discípula mientras asentía. — Bien, ¿qué plegaria debo usar? Supongo que el resto será similar a la plegaria de escudo.

—Sí, en parte es igual. Debes concentrarte en conectar con el poder divino y, en este caso, dirigir la plegaria hacia ti. La plegaria es: "Olpao sanator, sana me, vitam nova mihi da." Es parecida a la que entonamos para sanar a otros, pero en este caso usas el "me" y el "mihi" para referirte a ti misma y nova en lugar de novam porque es primera persona.—Sylvia asintió a las palabras de Seraphina. —Bien, pues dime la plegaria antes de empezar.

—Olpao sanator, sana me, vitam nova mihi da.—Se concentró en decir Sylvia.

—No lo has realizado fluido, pero es correcto. — Intervino Theodor. — Ahora comienza a realizar la plegaria hasta estar totalmente sanada. Debes aprenderla y memorizarla.

—Olpao sanator, sana me, vitam nova mihi da.— Entonó Sylvia intentando usar una voz más cantarina. — Olpao sanator, sana me, vitam nova mihi da. Olpao sanator, sana me, vitam nova mihi da. —entonó con su voz llena de poder.

Sylvia cerró los ojos, dejando que las palabras de sanación la envolvieran. Sintió un calor suave y reconfortante emanando de sus manos, extendiéndose por su costado y aliviando el dolor. La energía sanadora de Olpao fluyó a través de ella, reparando las heridas y renovando sus fuerzas. No solo la del costado, poco a poco también fueron desapareciendo las ampollas de pies y manos. Las cicatrices de los latigazos del día anterior también desaparecieron por completo.

El proceso de sanación duró unos minutos, pero para Sylvia pareció una eternidad. Cuando finalmente abrió los ojos, el dolor había desaparecido, y aunque aún se sentía cansada, la pesadez en su cuerpo se había aliviado.

—Gracias —murmuró Sylvia, con una voz llena de gratitud—. Me siento mucho mejor.

Theodor sonrió, colocando una mano reconfortante en su hombro. —No te exijas demasiado, Sylvia. Tómate el tiempo que necesites para sanar.

—Lo haré —respondió Sylvia, asintiendo con determinación.

Frederick y Tirnel Estel se acercaron, sus rostros llenos de alivio al ver que Sylvia se recuperaba. —Vamos, Sylvia. Tienes una sesión de entrenamiento por delante, pero esta vez no estarás sola —dijo Frederick, ayudándola a levantarse.

—Frederick, Tirnel Estel, ¿os importa que os pidamos algo extraño?—Ambos miraron a Seraphina al escuchar sus palabras. — Veréis, necesitaríamos que sufrierais unas heridas, algo leve, no muy importante. Sylvia ha practicado cómo sanarse a sí misma, pero necesitamos enseñarle a sanar a otros. — Ambos, con una reverencia, asintieron. Era una ayuda menor para el entrenamiento de Sylvia, y si ella no lo hacía bien había dos sacerdotes muy capaces. — Gracias. Es importante.

—Gracias, amigos. Espero estar a la altura de vuestro sacrificio. — Sonrió Sylvia mientras los miraba hinchada de gratitud.

— Venga, ahora vamos con las plegarias. Para sanarte a ti era "Olpao sanator, sana me, vitam nova mihi da.", para sanar a Tirnel Estel, al ser mujer, es "Olpao sanator, sana eam, vitam novam ei da.", para Frederick, "Olpao sanator, sana eum, vitam novam ei da.", para sanarlos a los dos a la vez, "Olpao sanator, sanate eos, vitam novam eis date." pero eso lo dejaremos para otro día. De momento, elige a uno y practica. — completó la lección Seraphina.

Sylvia, con una sonrisa, se dirigió a Tirnel Estel. — No te enfades por elegirte a ti para empezar, podrías... — La guardiana sonrió y, sacando su daga, hizo un corte en su palma. — Gracias. "Olpao sanator, sana eam, vitam novam ei da." — recitó Sylvia, emocionándose al ver cómo la herida comenzaba a dejar de sangrar. — "Olpao sanator, sana eam, vitam novam ei da." — Con cada plegaria Sylvia se emocionaba más al ver cómo la herida se curaba hasta desaparecer.

Cuando repitieron el proceso varias veces, Sylvia comenzó a sentir cómo se empezaba a debilitar. — Empiezo a sentirme como cuando estaba subiendo con los cubos de agua esta mañana.

—Una plegaria no daña tu energía, pero llevamos repitiendo esto por bastante tiempo. Deberías haber caído rendida hace un rato. — Se asombró Theodor. — Una acólita sin experiencia que hoy se ha curado a sí misma unas heridas graves y ¿Cuántas veces han sido? ¿diez? ¿doce? las veces que se ha cortado Tirnel Estel y la has curado. Eso es prodigioso. Para nosotros sería algo ridículo, pero para ti es simplemente algo inaudito. — Theodor estaba totalmente fuera de sí mientras la elogiaba.

—Concuerdo con Theodor, es asombrosa tu resistencia, aunque lo de tu guardiana no hayan sido heridas graves. — Las palabras de Seraphina no hacían más que hinchar el ego de Sylvia.

— Pues creo que aún podría estar otro buen rato. ¿Comenzamos con Frederick? — Frederick sacó rápidamente la daga, dispuesto a cortarse la palma, pero Seraphina lo paró.

— No. Ahora toca meditar y leer textos. — cortó Seraphina las ilusiones de Sylvia. Estudiar textos era horrible para ella. — Sé que deseáis estar con Sylvia, pero vuestro entrenamiento es también importante. Por ello os recomendaría esperar fuera del templo practicando el combate.

Los dos guardianes miraron a Sylvia en busca de respuesta. Sylvia asintió, ya era suficientemente tedioso para ella. No necesitaba hacer pasar por ahí a sus guardianes. Tras esto, ambos salieron del templo.

La joven elfa se volvió hacia sus maestros suspirando. — Vamos a la tediosa meditación y reflexión.

Theodor y Seraphina condujeron a Sylvia hacia el rincón tranquilo del templo del día anterior, donde habían vuelto a disponer unos cojines y una mesa baja con libros sagrados y pergaminos.

Mientras Sylvia se acomodaba en uno de los cojines, Seraphina le volvió a ofrecer una copa de agua fresca. —Bebe, te ayudará a relajarte como ayer. Hoy hablaremos sobre la importancia de la sanación en combate, tanto hacia uno mismo como hacia los demás. 

Sylvia tomó un sorbo de agua, sintiendo cómo la frescura aliviaba un poco la tensión en su cuerpo. Sabía que el camino por delante sería duro, pero debía apresurarse para evitar más muertes de seres apreciados.

Theodor abrió uno de los libros sagrados y comenzó a leer en voz alta, su tono calmado y reverente llenaba el espacio con una sensación de esperanza y propósito. Sylvia cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de sabiduría la envolvieran, dispuesta a aprender y crecer a partir de estas. 

Mientras la sesión continuaba, Sylvia sintió que, a pesar de todo el dolor y las urgencias por aprender, había una luz al final del túnel. Con cada palabra de Theodor y cada gesto de Seraphina, se daba cuenta de que pronto estaría preparada para ir a buscar al resto de viajeros y que, con tiempo y esfuerzo, podría encontrar a todos. 

La sesión de reflexión se prolongó por el resto de la tarde, haciendo bostezar en alguna ocasión a Sylvia, ante lo cual recibía miradas severas de sus maestros. Cuando finalmente Theodor cerró el libro, Sylvia saltó de alegría sabiendo que la sesión había terminado y tocaba la cena.