webnovel

El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasia
Classificações insuficientes
48 Chs

20. Consecuencias

El silencio en el templo de Tasares era abrumador mientras todos los presentes esperaban la sentencia. Los líderes del monasterio se habían reunido en un rincón, discutiendo en susurros. Finalmente, Antón se volvió hacia los demás, su rostro grave.

—Hemos deliberado y tomado una decisión —comenzó, su voz resonando en las paredes del templo—. Sylvia, tus acciones han puesto en peligro a tus compañeros y han comprometido la seguridad de este monasterio. Aunque tus intenciones no eran maliciosas, la gravedad de tus errores no puede ser ignorada.

Sylvia, con la cabeza baja, asintió, aceptando el veredicto que sabía merecer.

—Hemos decidido que recibirás cincuenta latigazos —continuó Antón—. Veinticinco serán administrados por Frederick y veinticinco por Tirnel Estel. Este castigo no solo será para ti, sino también para tus guardianes, quienes deben compartir la responsabilidad de tus actos.

Frederick y Tirnel Estel intercambiaron miradas de dolor, sabiendo lo difícil que sería para ellos ejecutar el castigo.

—Además, para asegurarnos de que comprendes la gravedad de tus acciones y para recordarte constantemente tus responsabilidades, estarás bajo vigilancia constante durante los próximos seis meses. Si en algún momento, por negligencia de tus guardianes o habilidad tuya, consiguieras un momento sin vigilancia, ellos serán destinados a otras funciones y tú encerrada en una celda. No participarás en tareas y entrenamientos con tus amigos, solo se te permitirá juntarte con ellos durante las comidas, y deberás contar hasta mil tras la salida del último de ellos del comedor antes de poder salir.

Sylvia asintió de nuevo, aceptando el castigo sin protestar. Sabía que era necesario, aunque el dolor y la humillación serían difíciles de soportar.

—Durante este tiempo —continuó Antón—, participarás en sesiones regulares de reflexión y estudio con Theodor y Seraphina, quienes te ayudarán a comprender mejor tus responsabilidades y tu papel dentro del monasterio. También ayudarás en las tareas más arduas del monasterio, para que recuerdes diariamente el valor del trabajo y la disciplina. Ocasionalmente, Sigfrid y Lysandra te someterán a entrenamientos físicos y de combate. Esos entrenamientos serán a cualquier hora y por sorpresa.

La voz de Antón se suavizó ligeramente. —Sylvia, tu potencial es grande y tu corazón es noble, pero debes aprender a controlar tus impulsos y a confiar en aquellos que te rodean. Este castigo es una oportunidad para que te redimas y demuestres tu verdadero valor.

Finalmente, Antón dirigió su atención a los asaltantes. —En cuanto a Sarah, Evildark y Lila, serán detenidos y sometidos a un proceso de interrogación para obtener más información sobre su líder y sus intenciones. Dependiendo de los resultados, se decidirá su destino. Por supuesto, cualquiera de los viajeros de mundo tenéis prohibido interactuar con ellos hasta nuestra autorización, si la hubiera.

El templo permanecía en silencio mientras todos asimilaban la sentencia. Sylvia, con lágrimas en los ojos, se preparó mentalmente para enfrentar el castigo que sabía merecía. Frederick y Tirnel Estel, aunque llenos de dolor, se comprometieron a cumplir con su deber, con la esperanza de que este duro golpe fortaleciera el carácter de Sylvia y reforzara su lealtad al monasterio.

—Procedamos con el castigo ahora —ordenó Antón—. Es necesario que esto se mantenga en secreto y se ejecute con discreción.

Frederick y Tirnel Estel se acercaron a Sylvia, sus corazones pesados con la tarea que debían cumplir. Sylvia, con una resolución firme en su mirada, se preparó para enfrentar el dolor que sabía que merecía. Se desprendió de su hábito, para dejar su espalda al descubierto, y apoyó sus manos en la mesa, lista para recibir el castigo.

El primer latigazo resonó en el templo, seguido de un grito ahogado de Sylvia. Frederick, con lágrimas en los ojos, sostuvo el látigo con manos temblorosas. Cada golpe que daba no solo hería a Sylvia, sino que también desgarraba su propio corazón. Sentía el peso de la responsabilidad y la culpa, sabiendo que este castigo era necesario, pero detestando cada golpe del látigo.

A lo lejos, Günter observaba la escena con sentimientos encontrados. Aunque disfrutaba viendo a Sylvia sometida y en lágrimas, una parte de él sentía una punzada de lástima. Verla sufrir despertaba una extraña mezcla de placer y compasión en su interior. "Procura no derrumbarte," pensó, "solamente yo puedo acabar contigo."

Cada latigazo parecía más fuerte que el anterior, y con cada uno, Tirnel Estel sentía su propio dolor reflejado en el de Sylvia. La conexión que había forjado con Sylvia hacía que cada golpe fuera como si ella misma lo recibiera. Mientras levantaba el látigo, susurró una disculpa, esperando que Sylvia entendiera que lo hacía por su bien.

Theodor, desde su posición, no podía soportar ver a Sylvia sufrir. Había llegado a quererla como a una hija y cada grito de dolor era un puñal en su corazón. Sentía una impotencia abrumadora, sabiendo que este castigo era necesario, pero deseando poder hacer algo para aliviar su dolor. "Perdóname, Sylvia," pensó, "ojalá no tuvieras que pasar por esto."

Sarah y Evildark, encadenados y obligados a presenciar el castigo, sentían una profunda culpabilidad. Habían venido con la intención de rescatar a Sylvia, y ahora su amiga estaba sufriendo por su causa. Cada golpe era un recordatorio de su fracaso y de las consecuencias de sus acciones. Sus corazones se rompían al ver a Sylvia sufrir, sabiendo que, indirectamente, eran responsables de su dolor, pero reforzando su pensamiento de que "La sombra" eran los buenos y no estos salvajes.

Los demás sacerdotes y los Grandes Maestres observaban con expresiones de gravedad y preocupación. Sabían que este castigo era severo, pero necesario para mantener la disciplina y desalentar futuras traiciones. Morwen sentía una mezcla de compasión y determinación. Sabía que este castigo era una lección dura, pero también una oportunidad para que Sylvia creciera y aprendiera de sus errores. Si la hubieran dejado con una simple advertencia, no desmotivaría a realizar estas acciones a ella u otros.

Antón, aunque consciente de la dureza del castigo, sabía que era lo correcto. Sus palabras anteriores resonaban en su mente: "Este castigo es un recordatorio de las consecuencias de nuestras acciones, de nuestro fracaso como maestros." Sabía que Sylvia tenía un gran potencial y esperaba que este castigo la ayudara a encauzar su camino.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el último latigazo resonó en el templo. Sylvia estaba exhausta, su cuerpo temblaba de dolor, pero su espíritu seguía intacto. Frederick y Tirnel Estel la sostuvieron, ayudándola a sentarse con cuidado. Las lágrimas corrían por sus rostros, pero había una nueva determinación en sus miradas.

Antón se acercó a ellos, su expresión llena de una mezcla de compasión y severidad. —Este castigo es un recordatorio de las consecuencias de nuestras acciones. Aprendamos de esto y sigamos adelante con renovada determinación. Sylvia, Frederick, Tirnel Estel, confío en que saldréis fortalecidos de esta experiencia.

Con estas palabras, el juicio llegó a su fin. Los presentes comenzaron a dispersarse, cada uno reflexionando sobre lo sucedido y las lecciones aprendidas. Sylvia, aún dolorida, sabía que tenía un largo camino por delante, pero con el apoyo de sus amigos y mentores, estaba decidida a redimirse y demostrar su verdadero valor.

La atmósfera en el templo de Tasares estaba cargada de tensión. Todos sabían que este día marcaría un antes y un después. Las decisiones tomadas y las acciones emprendidas resonarían en el tiempo, moldeando el futuro del monasterio y de todos sus habitantes.

Mientras los demás comenzaban a abandonar el templo, Theodor y Seraphina se acercaron rápidamente a Sylvia, sus rostros llenos de preocupación.

—Debemos aplicar las plegarias de sanación inmediatamente —dijo Seraphina, su voz firme pero gentil.

Sylvia levantó la cabeza con esfuerzo y negó lentamente. —No... quiero que el castigo sea efectivo. No quiero volver a poner en peligro a ningún ser querido. Las heridas deben recordarme lo que hice.

Theodor frunció el ceño, su preocupación evidente. —Sylvia, eso es peligroso. Las heridas pueden infectarse o empeorar. No podemos dejarte así.

—Por favor —insistió Sylvia, su voz quebrada pero resuelta—. Solo cierren las heridas lo suficiente para que no se infecten. Quiero sentir el dolor durante unos días, para recordar cada vez que la tela de mi hábito roce mi espalda o cuando me apoye contra algo.

Theodor y Seraphina intercambiaron miradas, comprendiendo la motivación de Sylvia pero temiendo por su bienestar. —Está bien —dijo finalmente Seraphina, cediendo—. Lo haremos como pides, solo lo justo para cerrar las heridas. No más.

Sylvia asintió, agradecida. Theodor y Seraphina comenzaron a recitar las plegarias de sanación, sus voces llenas de poder y compasión. —Olpao sanator, sana eam, vitam novam ei da —entonaron en perfecta sincronía. Repitiendo la letanía mientras la cura iba surgiendo efecto.

Cuando las heridas de Sylvia comenzaron a cerrarse lentamente, el dolor fue disminuyendo ligeramente pero aún se mantenía presente como un recordatorio constante. Sylvia cerró los ojos, dejando que la sanación surtiera efecto, no solo en su cuerpo sino también en su alma.

Cuando terminaron, Theodor se inclinó hacia Sylvia, sus ojos llenos de cariño y preocupación. —Prométeme que nunca más pondrás en riesgo tu vida y la de los demás de esta manera —dijo suavemente.

—Lo prometo —respondió Sylvia, su voz apenas un susurro.

Seraphina acarició suavemente el hombro de Sylvia antes de levantarse. —Descansa, Sylvia. Este es el comienzo de tu redención. Después de comer, ven al templo. Hoy no puedes ir con tus compañeros a las clases de Balduin y Althea, pero quizás el entrenamiento de esta tarde te alivie un poco.

Sylvia asintió, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con el apoyo de sus amigos y mentores, estaba lista para enfrentar cualquier desafío.

El templo de Tasares, ahora casi vacío, se quedó en silencio, con solo Sigfrido y Lysandra presentes. Sus amigos, obedeciendo al Gran Maestre, se habían apresurado hacia el comedor para no coincidir en el camino con Sylvia y empeorar el castigo.

Sylvia se puso el hábito mientras Lysandra se acercaba a ella. —Si quieres hablar con ellos, puedes hacerlo hasta que vengan los guardias que se encargarán de llevarlos a sus celdas y custodiar dichas celdas.

Sylvia asintió, sabía que no los vería en mucho tiempo y debía pedirles perdón también. —Siento lo ocurrido. Debí rechazar ir con vosotros. Pueden parecer unos ogros por el castigo impuesto, pero lo normal debería haber sido mi muerte. No quería que terminarais así, pero no tuvisteis en cuenta que os superaban tres a uno y muchos de ellos son guerreros muy experimentados. Sarah, en cuanto a Roberto... —La cara de Sarah se transmutó en una mueca de desagrado—. Solo le he dado un beso de amistad. Como viste, en estos momentos, si alguien tiene algo conmigo, es Günter.

—¿Ahora te van los hombres? —preguntó Evildark, ante lo cual Sylvia asintió.

—No solo Günter y Roberto me han atraído en las últimas fechas. Algún otro al cual le he hecho mucho daño hoy también. —Tirnel Estel le dio un codazo a Frederick al escuchar las palabras de Sylvia—. ¿Sabes lo peor? Que las mujeres están dejando de atraerme. Ella duerme desnuda al lado mío —dijo, mirando hacia Tirnel Estel—. Pues ni la he mirado una vez con lujuria.

—Al final, sí vas a ser la chica más femenina del clan —Sylvia rió ante las palabras de Sarah. Un pequeño pique de cuando él era un hombre pero jugaba con personajes femeninos—. Prométeme no hacer nada con Roberto.

—En los próximos seis meses será muy difícil, y Günter es muy posesivo. Sabiéndote viva, trataré de pensar en él como en un hermano odioso.

—¿Me guardas un secreto? —preguntó Sarah. Sylvia asintió—. Tu amigo del alma y yo lo hemos hecho.

Sylvia abrió los ojos como platos. —No fastidies. ¿Has estrenado a Evildark? —Sarah le sonrió de forma pícara. Sylvia, como si siguiera siendo un hombre, lo abrazó—. Joder, tío, felicidades. Me alegra mucho. Solo has necesitado seis meses en este mundo, después de veinticuatro de sequía en el otro mundo.

—Sylvia, vámonos —dijo Frederick—. Ya han llegado por ellos y hay suficiente distancia con los demás. Cuidaremos de ella, por favor cooperad. No me gustaría consolarla por vuestra pérdida —añadió, dirigiéndose a los prisioneros, quienes simplemente le dedicaron una mirada de desdén.

La atmósfera en el templo se mantuvo tensa mientras Frederick y Tirnel Estel acompañaban a Sylvia hacia la salida. Aunque el castigo había sido severo, todos sabían que era necesario para mantener la disciplina y la seguridad del monasterio. Las cicatrices físicas y emocionales de ese día permanecerían, recordándoles a todos las consecuencias de sus acciones y la importancia de la lealtad y el deber.

Al entrar en el comedor observó como sus amigos se habían sentado en una mesa con espacio para ellos tres. Sylvia dudó si sentarse a la mesa, quería disculparse con ellos. Explicarse, pero a la vez dudaba mucho si era merecedora de su perdón. Les había mentido a todos, les había engañado, les había traicionado. Sylvia buscó una mesa pequeña y se encaminó hacia ella con la cabeza gacha. Le parecía sentir el juicio de todos los comensales, aunque solo unos pocos eran conscientes de lo sucedido.

Antes de llegar a la mesa elegida sintió un tirón de su muñeca derecha. —¿A dónde crees que vas? —Era Günter quien la había cogido de la muñeca y atraído hacia él.

—No merezco sentarme con vosotros. Os he... —La mano derecha de Günter cruzó su cara, Sylvia no esperaba esa reacción. Esperaba quizás un comentario hiriente o un beso para acallarla.

—Si lo desean, cada uno te daremos un golpe, pero nosotros decidiremos si eres o no digna de sentarte con nosotros —señaló para la mesa antes de añadir—. Como ves, hay cuatro sitios ahora mismo libres. Uno de ellos es para ti, cabeza hueca.

Sylvia casi fue arrastrada hasta la mesa de sus amigos por Günter, quien tras llegar la sentó y luego ocupó su sitio al lado de Roberto.

—Lo siento, —balbuceó Sylvia mirando hacia la mesa—. No merezco sentarme con vosotros. Os he puesto a todos en peligro.

—Por favor, Sylvia, ¿hasta cuándo vas a seguir lloriqueando? —le espetó Marina—. Has cometido una imprudencia, pero nadie ha resultado herido. Has sido castigada brutalmente y no creo que los siguientes seis meses tu castigo sea menor. Al menos danos la oportunidad de estar contigo durante las comidas.

—¿Volverás a no confiar en nosotros si sucede algo así? —preguntó Harry—. Si has aprendido la lección, no vamos a reprocharte más.

—¿Siempre vas a ser tan melodramática? Creía que eso solo lo hacías en el juego para conseguir regalos de los jugadores hombres —le regañó Roberto.

Tras los tres viajeros, sus guardianes fueron tomando la palabra para recordarle su imprudencia, pero reconfortarla con palabras de confianza. Por último, tomó la palabra Günter.

—Solo yo puedo torturarte. Recuerda no hacerte daño tú sola. Ese es mi privilegio. Cuando pasen estos seis meses me quedaré a solas contigo y entonces me resarcirás de no haberme contado lo de la emboscada —Sylvia no terminó de descifrar si el comentario iba con un enfoque sexual o realmente iba a castigarla. Lo primero le excitó y lo segundo lo veía justo.

—Seis meses pasarán rápido, si Günter pretende hacerte algo no deseado por ti me aseguraré de que no vuelva a poder intentarlo —le informó con una gran sonrisa su guardiana.

—Si nadie más tiene algo pendiente de decir, este tema queda cerrado ahora para siempre. ¿Lo veis bien? —preguntó Frederick, ante lo cual todos asintieron o respondieron afirmativamente.

—Gracias, me esforzaré en ser merecedora de este perdón —cerró Sylvia antes de llevarse la jarra de vino a los labios.

Cuando todos terminaron de comer y se marcharon Sylvia miró a Tirnel Estel y Frederick —¿Y ahora toca contar hasta mil?

—O podemos charlar un rato —comentó Frederick—. He cerrado el tema, pero no quiero más secretos. Somos tus guardianes, debemos saberlo todo para protegerte con eficacia. Me da igual si por ahí están tus padres y se te presentan. Háblalo con nosotros y analizaremos todas las posibilidades de resolución.

Sylvia asintió. —No te preocupes, aquí están ya mi exnovia, mi mejor amigo y mi mejor amiga después de Marina. No creo que haya nadie más importante que esos tres en este mundo. Perdón si los hay. —Tirnel Estel y Frederick miraron a Sylvia dispuestos a decirle alguna cosa, pero ella continuó—. Mi familia en este mundo. Vosotros, Theodor, Elías, Balduin... incluso Günter. Espero sinceramente no volver a fallaros y cometer una tontería como la de hoy.

—Tranquila, la familia no juzga malas decisiones de sus miembros y si ves tal posibilidad nos lo dices y te volvemos a castigar —le sonrió Tirnel Estel, aunque al recordar el castigo su semblante se quebró. En realidad, no deseaba darle más latigazos—. Aunque si no me obligas a volver a pasar por ahí, mejor.

—De donde vengo, algunos se azotan como penitencia por sus pecados. Podría hacerlo yo misma —bromeó Sylvia. Antes de levantarse y caminar hacia el templo.

Sylvia caminó hacia el templo con Frederick y Tirnel Estel a su lado. La brisa fresca del mediodía acariciaba su rostro, pero no lograba aliviar la tensión que sentía en su pecho. Cada paso hacia el templo le recordaba la gravedad de sus errores y el largo camino hacia la redención que tenía por delante.

El templo de Olpao se erigía majestuoso y solemne, con sus altas columnas de mármol y las intrincadas tallas que adornaban la entrada. Los rayos del sol se reflejaban en los vitrales, proyectando un caleidoscopio de colores en el suelo de piedra. Al acercarse, Sylvia sintió una mezcla de reverencia y temor. Este era el lugar donde encontraría guía y apoyo, pero también el lugar donde enfrentaría las consecuencias de sus acciones.

Al cruzar el umbral del templo, el aroma del incienso llenó sus sentidos, envolviéndola en una atmósfera de paz y solemnidad. En el interior, la luz suave de las velas iluminaba el altar, creando un ambiente cálido y acogedor. Theodor y Seraphina ya estaban allí, esperándolos. Ambos mostraban expresiones de profunda preocupación, pero también de una determinación tranquila.

Theodor, con su porte imponente pero amable, se adelantó para recibirlos. Sus ojos, llenos de una mezcla de afecto y severidad, se posaron en Sylvia. —Bienvenida, Sylvia. Sabemos que ha sido un día difícil para ti, pero estamos aquí para ayudarte a encontrar el camino correcto.

Seraphina, siempre serena y compasiva, se acercó a Sylvia y le tomó la mano con suavidad. —Hemos preparado todo para las sesiones de reflexión y sanación. Este será un espacio seguro para ti, donde podrás trabajar en tus errores y aprender de ellos.

Sylvia asintió, sintiendo una oleada de gratitud hacia ambos. —Gracias. Prometo que haré todo lo posible para redimirme y no volver a cometer los mismos errores.

Theodor asintió, satisfecho con la respuesta de Sylvia. —Sabemos que lo harás. No puedo terminar de entender qué te ha empujado a realizar esa locura, pero en estos meses hemos charlado suficiente para saber que fue un acto irreflexivo. Posiblemente por la emoción de ver a dos amigos perdidos. Aun así, debes tener en cuenta tu situación en este mundo. No eres una cualquiera y muchos grupos van a intentar controlarte para poder usarte. Te pido hablar conmigo o con al menos alguien de confianza con más años de experiencia si volviera a pasar algo así.

Sylvia asintió ante sus palabras. Posiblemente la orden también fuera un grupo de los interesados en controlarla, pero al menos estaban enseñándola a usar sus poderes y le habían dado un hogar. No, un hogar no. Una familia y un grupo de grandes amigos.

—Aquí encontrarás apoyo y guía. Ahora, comencemos con la sesión de hoy. Será un momento para reflexionar sobre tus acciones y sus consecuencias —continuó Theodor.

Seraphina condujo a Sylvia hacia un rincón tranquilo del templo, donde habían dispuesto unos cojines y una mesa baja con libros sagrados y pergaminos. Frederick y Tirnel Estel tomaron asiento cerca, listos para acompañar a Sylvia en su camino de redención.

Mientras Sylvia se acomodaba en uno de los cojines, Seraphina le ofreció una copa de agua fresca. —Bebe, te ayudará a relajarte. Hoy hablaremos sobre la importancia de la confianza y la lealtad, tanto hacia uno mismo como hacia los demás.

Sylvia tomó un sorbo de agua, sintiendo cómo la frescura aliviaba un poco la tensión en su cuerpo. Sabía que el camino por delante sería duro, pero con Theodor y Seraphina a su lado, y el apoyo constante de Frederick y Tirnel Estel, se sentía preparada para enfrentar cualquier desafío.

Theodor abrió uno de los libros sagrados y comenzó a leer en voz alta, su tono calmado y reverente llenaba el espacio con una sensación de esperanza y propósito. Sylvia cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de sabiduría la envolvieran, dispuesta a aprender y crecer a partir de sus errores.

Mientras la sesión continuaba, Sylvia sintió que, a pesar de todo el dolor y la culpa, había una luz al final del túnel. Con cada palabra de Theodor y cada gesto de Seraphina, se daba cuenta de que la redención era posible y que, con tiempo y esfuerzo, podría encontrar su lugar en el mundo y en el monasterio.

La sesión de reflexión marcó el comienzo de un nuevo capítulo en la vida de Sylvia. El camino hacia la redención no sería fácil, pero estaba decidida a afrontarlo con valentía y determinación, sabiendo que no estaba sola.