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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasia
Classificações insuficientes
48 Chs

14. Ajustes y desafíos

Sylvia se encontraba sentada en el borde de su cama, reflexionando sobre los cambios recientes. Tener a Tirnel Estel pegada a ella en todo momento iba a ser un desafío. La elfa parecía ser tan protectora como competente, y Sylvia sabía que esto haría casi imposible intimar con alguno de sus compañeros. 

La frustración se acumulaba en su interior, no solo por la presencia constante de Tirnel, sino también por sus propios pensamientos contradictorios. Debería estar pensando en acercarse a alguna de las elfas, en explorar su atracción hacia su propia raza. Sin embargo, la noche anterior, en lugar de observar a Tirnel desnudarse para dormir, había intentado vislumbrar a Frederick entre las mantas que hacían de improvisadas paredes. Recordar eso le provocaba una mezcla de vergüenza y deseo, sentimientos que no terminaba de comprender del todo.

Suspiró profundamente y dejó que sus pensamientos vagaran hacia otros aspectos de su vida en el monasterio. A partir de ahora, todas sus tareas cotidianas habían sido canceladas y sustituidas por un intenso entrenamiento. La idea de no volver a encontrarse con el Hermano Matthieu como supervisor en sus tareas agrícolas la entristecía. Matthieu, con su paciencia y sabiduría, había sido una presencia calmante en su vida. Pero sobre todo, echaría de menos el paternal apoyo del Hermano Elías en la cocina.

El Hermano Elías siempre había tenido una palabra amable y un consejo sabio para ella. Sus días en la cocina, aunque agotadores, habían sido una fuente de consuelo y normalidad en medio del caos que era su vida. La idea de no tener esos momentos de paz y conversación con Elías le resultaba desalentadora.

Mientras se levantaba para prepararse para el día, no pudo evitar sentir una punzada de nostalgia por la rutina que había perdido. Ahora, con Tirnel a su lado, todo parecía haber cambiado drásticamente. Su vida se había convertido en una serie de entrenamientos y preparación para un futuro incierto, lleno de peligros y desafíos.

La elfa se acercó a ella, notando su estado de ánimo. —¿Estás bien, Sylvia? —preguntó Tirnel con una mezcla de preocupación y curiosidad.

Sylvia forzó una sonrisa. —Sí, solo estoy ajustándome a todo esto. Es... mucho para procesar.

Tirnel asintió, comprensiva. —Lo entiendo. Pero recuerda, no estás sola en esto. Estamos aquí para apoyarte y protegerte.

Las palabras de Tirnel eran reconfortantes, pero Sylvia sabía que el camino por delante no sería fácil. Con un suspiro, se preparó para enfrentar el día, sabiendo que tendría que encontrar un nuevo equilibrio en esta vida llena de nuevas alianzas y viejas rencillas.

Cuando salieron de la habitación, Sylvia sintió una extraña sensación de vacío. No ir a la cocina antes del desayuno le resultaba desconcertante. Hasta ahora, el Hermano Elías había sido una figura constante en sus mañanas, guiándola en la preparación de las comidas y brindándole un sentido de normalidad en medio del caos. Con tantas personas adicionales en el monasterio, se preguntaba cómo estaría manejando Elías la sobrecarga de trabajo. ¿La cocina estaría preparada para atender a casi mil personas?

Frederick también lidiaba con sus propios pensamientos contradictorios. Compartir su habitación con dos elfas había alterado la dinámica de su vida cotidiana. Por un lado, lamentaba la pérdida de privacidad y la comodidad de tener su propio espacio. Por otro, la presencia constante de Sylvia era una fuente de alegría. Estar más cerca de ella le permitía competir mejor contra Roberto y Günter por su afecto, aunque reconocía estar en clara desventaja. Para Sylvia, seguía siendo un guardián leal, una barrera protectora en un mundo lleno de amenazas. Sin embargo, la esperanza de que Sylvia pudiera verlo como algo más que un simple protector nunca lo abandonaba.

Cuando llegaron al comedor, antes que la mayoría gracias a la rutina temprana de Sylvia, observaron cómo la sala ya mostraba signos de transformación. Las mesas, anteriormente espaciadas de manera cómoda, ahora estaban mucho más juntas, una medida necesaria para acomodar al número considerable de nuevos residentes. La sensación de espacio se había reducido drásticamente, y el bullicio de voces resonaba con mayor intensidad en el ambiente apretado.

La mesa presidencial había sufrido cambios significativos. Elevada en una tarima, ahora contaba con veinticuatro sillas en lugar de las doce habituales. Los sacerdotes se sentaban por afinidad, agrupados según los dioses a los que servían. Este cambio reflejaba la integración de las dos órdenes, una señal visible de la nueva alianza y del esfuerzo conjunto para enfrentar los desafíos venideros.

Sylvia, Frederick y Tirnel Estel aprovecharon la ventaja de haber llegado temprano para reservar una mesa lo suficientemente grande para acomodar no solo a ellos tres, sino también a los cuatro integrantes del grupo de Hugo. La sala aún estaba relativamente vacía, permitiéndoles observar los cambios sin la presión del bullicio habitual.

Sylvia sentía una mezcla de curiosidad y aprensión por el día que les esperaba. Las dinámicas en el monasterio estaban cambiando rápidamente, y ella tendría que adaptarse a esta nueva realidad mientras seguía lidiando con sus propios sentimientos y desafíos. Mientras se acomodaban en la mesa, no podía dejar de preguntarse cómo se desarrollarían las cosas a partir de ahora, con nuevas alianzas y viejas rencillas aún latentes en el aire.

Cuando apareció el grupo de Roberto, los tres que conformaban el grupo de Sylvia se quedaron perplejos al ver a Günter con un ojo morado. Aunque tenían la certeza de que había sido algún problema con Thôr Aer, Frederick no pudo resistirse a hacer un comentario al respecto.

—¿Te has peleado con la almohada, querido compañero? Tu ojo se ve muy desmejorado respecto a cuando nos separamos anoche —dijo Frederick con una sonrisa divertida, intentando aliviar la tensión del momento.

Günter soltó un gruñido, visiblemente irritado, y tomó asiento frente a Frederick. La respuesta vino de Roberto, quien parecía bastante satisfecho con lo sucedido.

—Pensó que podría hacer lo mismo con Thôr Aer que con Sylvia. Cuando nos estábamos desvistiendo para dormir, nuestro amigo quiso un beso de buenas noches de nuestra nueva compañera y a ella no le gustó su modo de intentarlo, por lo cual recibió un golpe en el ojo y terminó en el suelo —dijo Roberto con una sonrisa de triunfo.

Sylvia, Roberto, Frederick y Hugo rieron ante el desenlace, disfrutando del pequeño momento de justicia. Günter se mostró aún más enojado, no solo por el golpe, sino por la humillación pública. Thôr Aer y Tirnel Estel miraron intrigadas al grupo, tratando de comprender cómo podían encontrar gracioso el intento de agresión por parte de Günter.

—¿Os divierte el hecho de intentar abusar de una compañera? —inquirió finalmente Tirnel Estel, con el ceño fruncido—. No me extraña que me hayan puesto para proteger a Sylvia, viendo vuestro respeto hacia las elfas.

Roberto se apresuró a responder, su tono era serio y conciliador. —Oh no, no creemos que la acción de Günter sea graciosa. Lo que nos ha divertido es ver cómo ha recibido su merecido. Con Sylvia, en los últimos días, se había convertido en costumbre besarla cuando se le antojaba.

Sylvia escuchaba atentamente, mientras sus pensamientos formaban un torbellino de confusión. Se preguntaba si, de haberse mostrado más firme, Günter se habría atrevido cada vez más. Pero la verdad era que no le desagradaban los besos de Günter. A diferencia del beso con Roberto, los de Günter destilaban una pasión que, a pesar de comenzar siempre contra su voluntad, la hacían caer derretida en sus brazos y desear más. Era como si supiera el momento justo en donde parar para dejarla deseando más.

Con las dos elfas mirándola con expectativa, Sylvia tomó aire y decidió hablar. —Günter es bueno besando, pero sí, tiene la manía de tomarme cuando le apetece sin pensar si yo lo deseo —admitió, intentando mantener la calma.

Günter, al escuchar a Sylvia admitir que disfrutaba de sus besos, esbozó una sonrisa de superioridad. Saber que, a pesar de todo, tenía un efecto tan poderoso sobre ella, le daba una sensación de triunfo sobre Roberto.

Frederick sintió un nudo en el estómago. La idea de Sylvia disfrutando de los besos de Günter le revolvía las entrañas, pero se obligó a mantener una expresión neutral. Sabía que sus sentimientos por Sylvia eran profundos, pero también sabía que competir contra el carisma y la agresividad de Günter sería una batalla cuesta arriba.

Roberto también sintió una mezcla de alivio y dolor. Alivio porque ahora sabía que Günter no podría seguir robándole besos a Sylvia, pero dolor porque ella había admitido disfrutar esos besos. Intentó ocultar su decepción, aunque era evidente que estaba afectado.

—Entonces, si intenta besarte, ¿debo pararlo o dejarlo? —preguntó Tirnel Estel mientras mojaba un trozo de pan en la yema de un huevo frito, su mirada era seria y protectora.

Frederick intervino, su voz era firme y protectora. —Debes pararlo, a menos que Sylvia lo haya autorizado. Nosotros estamos aquí para protegerla, y nuestro amigo Günter no suele actuar con buenos motivos. Solo lo hace para comprobar su dominio sobre ella.

Roberto, aunque aliviado por la intervención de Tirnel Estel, no pudo evitar sentir una punzada de celos y frustración. Sabía que tenía que ser paciente y comprensivo, pero la revelación de Sylvia lo dejaba inseguro sobre cómo avanzar en su relación con ella.

Sylvia asintió, agradecida por las palabras de Frederick, pero no podía dejar de pensar en cómo iba a disfrutar de la sensación de esos besos ahora que tendría a Tirnel Estel vigilando. Ella siempre se mostraba reacia al principio, pero no era por ser Günter; era porque aún luchaba contra la realidad. Comenzaba a estar segura de que había cambiado su gusto de las mujeres a los hombres, pero su anterior yo masculino heterosexual y algo homófobo se resistía a ese cambio.

Günter, sin embargo, seguía en silencio, su expresión era de pura furia contenida. No estaba acostumbrado a ser desafiado, y mucho menos a ser humillado de esa manera. La tensión en la mesa era palpable, y Sylvia sintió una mezcla de alivio y frustración. Sabía que sus guardianas la protegerían, pero también sabía que esto complicaría aún más su ya confusa vida emocional.

Thôr Aer, quien había estado observando en silencio, aprovechó la pausa en la conversación para dirigir su atención a Sylvia. — Sylvia, ¿es cierto lo que nos contó Roberto anoche? —preguntó, su tono era directo pero no acusatorio—. ¿De verdad hace tan solo seis meses que eres una elfa?

Sylvia suspiró, sintiendo el peso de las miradas curiosas de Tirnel Estel y de sus amigos. Lentamente asintió, tratando de encontrar las palabras adecuadas. —Sí, es cierto. En el mundo del que vengo, yo... yo era un hombre. Todo cambió cuando llegué aquí.

Thôr Aer la observó detenidamente, tratando de comprender. —Debe ser difícil adaptarse a un nuevo cuerpo y una nueva identidad —dijo con suavidad y comprensión—. ¿Cómo has manejado todo esto?

Sylvia se encogió de hombros, sintiendo que sus emociones estaban a punto de desbordarse. —Ha sido un desafío constante. Al principio, estaba completamente perdida. Pero he tenido el apoyo de amigos y mentores que me han ayudado a encontrar mi camino, aunque sigo luchando con muchos aspectos de mi nueva vida.

Frederick, sintiendo la necesidad de apoyar a Sylvia, intervino. —Sylvia ha demostrado una gran fortaleza y valentía desde que llegó. Ha enfrentado desafíos que muchos de nosotros no podríamos ni imaginar, y ha salido adelante cada vez.

Roberto asintió, añadiendo con firmeza: —Es verdad. Ha sido increíble ver cómo se ha adaptado y ha aprendido a manejarse en este mundo. Aunque a veces nos cueste aceptar ciertos cambios, todos estamos aquí para apoyarla.

Günter, que había estado escuchando en silencio, no pudo evitar lanzar una mirada de desprecio. —Debe ser extraño tener a alguien que era un hombre y ahora es una elfa entre nosotros. —dijo con un tono mordaz—. No sé si alguna vez podré entenderlo.

Thôr Aer lo fulminó con la mirada. —Lo que importa es quién es Sylvia ahora y cómo se comporta. No el pasado. Deberías enfocarte en eso, en lugar de juzgar lo que no puedes comprender.

Sylvia, sintiendo una mezcla de gratitud y nerviosismo, miró a Thôr Aer. —Gracias por entender. Todavía estoy aprendiendo a ser quien soy ahora, y cada día trae nuevos desafíos.

Tirnel Estel, que había estado escuchando atentamente, asintió con aprobación. —Lo importante es que estamos aquí para apoyarte y protegerte. Juntos, podemos enfrentar cualquier desafío.

El ambiente en la mesa se relajó un poco con estas palabras de apoyo. Aunque había muchas incógnitas y tensiones por resolver, Sylvia sintió un pequeño rayo de esperanza. Sabía que no estaba sola, y con la ayuda de sus amigos y guardianas, podría enfrentar lo que viniera.

El desayuno continuó en un ambiente más tranquilo, aunque la expectación y curiosidad de los demás en el comedor seguían siendo palpables. Sylvia sabía que el camino por delante sería complicado, pero estaba decidida a seguir adelante, paso a paso, con la ayuda de quienes la rodeaban.