—¡Maldita sea, Caña! —Lou se encrespó al escuchar eso—. Se levantó de la cama de inmediato, su expresión se oscureció mientras se dirigía al jardín, donde Caña lo esperaba.
Sin embargo, su expresión cambió en un abrir y cerrar de ojos antes de encontrarse con el alfa y saludarlo educadamente y arrepentido por hacerlo esperar. La hipocresía era muy densa viniendo de él.
—Lamento haberte hecho esperar tanto —dijo Lou alegremente, como siempre—. Pareces apurado, aunque acabas de llegar hace cinco minutos.
Habló al respecto con tanta ligereza, como si no tuviera intención de hacerlo esperar horas si pudiera.
Sin embargo, Caña pudo ver a través de su fachada y le respondió simplemente. —La situación dentro del palacio aún no es estable y la gente en la capital sigue en pánico, de luto y asustada. Hay muchas cosas por hacer.
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