—¡Ah! Mamá, ayúdame, ¡me duele!
Jake estaba sintiendo un dolor insoportable, su hombro perforado por una bala, la sangre brotando y la agonía surgiendo a través de su cabeza.
La Tercera Dama estaba desconsolada, apretó sus puños y gritó con rabia:
—¡William Cole, suelta a mi hijo! Que baje para ser tratado inmediatamente, una herida de bala es grave, si se infecta, podría ser mortal.
—¿William Cole, has escuchado eso?
—¡Ah... Mamá, ayúdame, duele tanto! —William Cole no respondió, y solo los lastimeros gritos de Jake resonaban en la oscuridad.
—¡Bastardo, escoria! Gente, ¡alguien venga! Convocad a todos los equipos de patrulla. Si William Cole le hace daño a mi hijo, ¡de inmediato lo haré hacer trizas! —La Tercera Dama estaba furiosa, gritando como si se estuviera volviendo loca.
Jake era la niña de sus ojos, su único apoyo. Lo estaba preparando para ser el próximo Maestro Santo, para obtener poder a través del estatus de su hijo.
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