Vicente observó cómo Vernon salía pavoneándose de la habitación. Se veía tan arrogante al echarle a Vicente una rápida mirada llena de desprecio: —Puedes intentar enfrentarte a mí si quieres, hermano mayor. ¿Quieres usar tu influencia en mi contra? Entonces te mostraré que ya no soy un niño al que puedas intimidar.
¡ZAS!
Vicente apretó los dientes mientras Vernon cerraba la puerta de un golpe detrás de él. Intentó soportar el dolor, ya que muchos fragmentos de vidrio se habían incrustado profundamente en su piel, así que necesitaba atención médica adecuada.
Sin embargo, en lugar de llamar al 119 para pedir una ambulancia, llamó a la secretaria María.
—
—¿Sí, señor? —La voz ronca de una anciana que Vicente solía detestar tanto se convirtió en música para sus oídos. Porque ahora sabía que tenía que trabajar con María si quería tener éxito.
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