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| CAPÍTULO SEIS. |
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A quien engañaba, ella lo amaba, pero sabía muy bien que ellos no podían estar juntos. Sus bandos eran distintos, él estaba con Aizen y ella con la Sociedad de Almas; la guerra estaba avecinándose, y sabía muy bien que sería un problema para ambos una relación siendo ellos ahora enemigos.
Estaba tan feliz, ¿acaso era un sueño o una mala broma para él?
Llego tan rápido como pudo a los recintos de la cuarta división. Desde que había recibido la noticia había querido ir a verla, ella que para él era como una hija.
—Tara— llamó entrando a la habitación con una sonrisa.
La encontró mirando al techo con un semblante inexpresivo, tan pronto como la vio así su semblante cambio a uno preocupado y se acercó a ella sentándose aún lado de la camilla.
—Me dijeron todo, pero quiero escucharlo de ti...— habló tratando de sonar calmado, aunque por adentro estaba más que preocupado por aquella mujer que era su estudiante —¿Qué pasó?
—Él lo prometió— una vez más las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos —Prometió que me protegería, pero luego Nnoitra me atacó y él cambio, me trajo acá... ¿Por qué Ukitake-sensei?— volteó la cabeza para dejar de mirar al techo y concentrar su triste mirada en el peliblanco —¿Por qué el amor duele tanto?— agregó soltando un sollozo.
—Tara-chan...— no sabía que decir ante las palabras de su estudiante.
En ese momento odiaba a Gin Ichimaru por hacerla sufrir de esa forma.
—El amor es complicado, no siempre acabará de una buena manera. Tenemos que aprender a seguir adelante cuando nos separamos de aquella persona que fue especial para nosotros— respondió acariciando el cabello negro de la chica —Si Ichimaru lo hizo, fue por algo...— le sonrió con calidez.
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Quería golpearlo. ¿Por qué su estudiante era tan estúpidamente impulsivo? ¿Dónde había quedado aquel niño determinado que se había graduado de la academia Shinigami en un solo año?
Ya eso solo era parte del pasado, ahora solo deseaba golpear al peliblanco. Después de todo lo que había movido en su plan para integrar a esa mujer del que Gin tan enamorado estaba.
Hacía unas horas Ulquiorra le había informado que Gin había dejado a la pelinegra en la Sociedad de Almas a través de una garganta.
Estaba molesto, pero no porque Tara haya regresado a la Sociedad de Almas. Sino más bien, porque su estudiante no había aprovechado la oportunidad que él le había brindado. ¿Qué acaso ya se había vuelto ciego de tanto tiempo que tenía los ojos cerrados?
—¿Para qué deseaba verme capitán Aizen?— preguntó el peliblanco manteniendo aquella sonrisa zorruna mientras entraba a la sala del trono.
El castaño soltó un suspiró. Gin no cambiaba nunca.
—Me sorprende que la hayas dejado ir— habló recargando su mejilla en su mano izquierda mientras sus dedos quedaban a los lados de su ojo. Observó como la expresión del peliblanco cambiaba tan rápido como la conversación comenzó a girar en torno a la pelinegra —Creí que aprovecharías la oportunidad que te regalé. ¿Qué acaso ya no la amas?— preguntó sonriendo con burla.
—No confunda las cosas capitán Aizen, que la ame no significa que la tendré prisionera en un lugar donde está en constante peligro— respondió seriamente —La dejé ir porque ella merecía su libertad. Tara no es parte del plan, nunca lo fue...
—Tus sentimientos te están volviendo débil Gin, eso es un problema— interrumpió con fastidio el ex capitán del quinto escuadrón.
Gin no dijo nada ante las palabras de Aizen, solo podía esperar al momento en el que pudiera recuperar el Hōgyoku y destruir los planes del castaño, no quería que la guerra se aproximará. Pues sabía que Tara pelearía de parte de la Sociedad de Almas, y eso le dolería porque tendría que enfrentarse a ella.
—¿Me escuchaste Gin?— la paciencia se le estaba acabando.
Realmente su estudiante era un dolor de cabeza, y aunque Gin había alejado a Tara de Las Noches y con ello de su poder. No estaba del todo segura en la Sociedad de Almas.
Ella era la única opción que tenía para controlar al peliblanco. Si, en un principio quería que su estudiante fuera feliz a lado de su amada; pero aquella idea cambio cuando empezó a notar actitudes extrañas en Gin. Él no era estúpido, ya había descifrado que el peliblanco lo traicionaría y claro que no permitiría eso. Por ello Tara se había vuelto una pieza importante, ella era la única que tenía el control total de Gin Ichimaru.
—Como ordené capitán Aizen— sonrió de mala gana el peliblanco.
—Una cosa más Gin— agregó Aizen antes de que éste se fuera del lugar —Tara no está del todo segura en la Sociedad de Almas— aquellas palabras alertaron al peliblanco —No querrás que algo malo le suceda... ¿O si Gin?— su sonrisa se extendió cuando su estudiante le miró con rabia contenida.
Gin estaba sorprendido. ¿Él lo sabía?
Eso explicaría por qué había llevado a su amada Tara con ellos a Las Noches, apretó los puños con furia, debía seguir fingiendo, aunque no entendía para que si Aizen ya sabía su plan.
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