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| CAPÍTULO DIECISÉIS. |
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Sabían que Ichigo y Kisuke se encargarían de Aizen.
Recorría aquel pasillo de un lado al otro, estaba nerviosa por lo que pudiera pasar allá adentro.
—Tranquila Tara, todo saldrá bien— sonrió el capitán del treceavo escuadrón a su lado.
Después de que Aizen fuera derrotado, sellado y condenado a veinte mil años en el Muken; era el turno de Gin Ichimaru, tenía que ser juzgado ante el capitán comandante y otros capitanes más.
Era claro que la teniente del tercer escuadrón estaba nerviosa, ¿qué pasaría si le daban la misma condena que a Aizen?
Gin no se lo merecía. Ayudo a derrotarlo, arriesgo su vida por Karakura y la Sociedad de Almas.
—Ukitake-sensei...— le miró —¿Qué cree que pasará?— preguntó con nerviosismo la pelinegra.
Jūshirō lo iba a decir, sería muy cruel de su parte, pero quería decirlo. Gin Ichimaru era un traidor y asesino, más allá de que los haya ayudado, así era la realidad.
Merecía una condena por sus actos.
Sabía que eso destruiría a su querida estudiante, pero era la realidad del asunto.
Los capitanes comenzaron a salir, primero Unohana la miró con tristeza mientras seguía su camino hacia su división, Byakuya ni siquiera se dignó en mirar a la teniente, Kyōraku solo pudo bajar la cabeza acomodando su sombrero y Soi-Fong le miró con seriedad.
Sintió un escalofrió recorrer su cuerpo, no quería creer lo que su mente le decía. ¿Enserió lo condenaron?
—Teniente del tercer escuadrón, Tara Kobayashi— la voz del capitán Comandante Yamamoto se escuchó desde adentro de la sala —Pase— ordenó con seriedad.
La pelinegra se adentró a la sala, mirando a su amado con sus muñecas esposadas; aunque ni siquiera eso lo hacía borrar su sonrisa de burla.
—Capitán General Yamamoto— pronunció la mujer con respeto hacia el hombre de la barba blanca enfrente de ella, hizo una reverencia antes de poder mirarlo de frente.
—A partir de ahora, tú serás la encargada de vigilar al ex traidor, Gin Ichimaru— habló tan pronto como la teniente le miró a la cara.
Las expresiones de sorpresa se apoderaron del rostro de Tara. ¿En verdad estaba sucediendo?
—Los capitanes y yo decidimos no sentenciarlo a quince mil años en el Muken— dijo mostrando serenidad en su arrugado rostro —Dada a su participación en la guerra contra Aizen y la ayuda e información que nos brindo. Además de sus palabras ante la corte, decidimos que la mejor opción será sellarlo y vigilarlo aquí en el Seireitei— pauso soltando un suspiró —Así que usted, señorita Kobayashi, será la encargada de vigilar a Gin Ichimaru. Todo queda en sus manos— finalizó alejándose de aquel lugar.
Ambos se miraron a los ojos, Tara no pudo contener su emoción y corrió a abrazar al peliblanco. El cual sonrió ante la cercanía de su amada.
Después de todo lo que había pasado, al final pudo regresar al lado de la mujer que amaba.
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Suspiró dándose valor a sí misma. No iba a mentir, estaba nerviosa ante lo que pudiera pasar después de esto.
Miró a los capitanes enfrente de ella, sin duda, quería huir de ahí.
—Capitana del tercer escuadrón, Tara Kobayashi— la voz del capitán Comandante se escuchó con firmeza en aquella sala.
—Presente— habló la pelinegra con seriedad, mostrándose firme ante las miradas de sus compañeros.
Izuru a sus espaldas sonrió de medio lado. Ante la actitud de su superior.
Habían pasado meses después de haber derrotado a Sōsuke Aizen, los puestos vacíos de los capitanes habían sido ocupados por los Vizard que alguna vez hace más de 110 años fueron capitanes.
Y ahora la antigua teniente del tercer escuadrón, se había convertido en la capitana gracias al entrenamiento de su amado y su maestro.
Todo comenzaba a ser tranquilo.
Pero incluso la tormenta se vuelve tranquila antes de comenzar...
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