Félix, aún con la sonrisa que le dejó el tiempo con Anaís, se sumergió en su turno nocturno en el supermercado. Aunque el día había sido ordinario, la chispa de la tarde persistía en su ánimo.
En los pasillos, Félix tarareaba mientras organizaba los estantes. Los minutos avanzaban monótonos hasta que finalmente, se despidió de la rutina al concluir su turno. El supermercado, ahora en silencio, no revelaba más secretos que los que guardaban las etiquetas de los productos.
Al llegar a casa, un escalofrío recorrió la espalda de Félix al ver una sombra en la puerta. Su corazón dio un vuelco, pero rápidamente descartó el miedo. "Debe ser mi imaginación jugándome otra broma", se dijo, culpando nuevamente al misterioso café matutino.
La sombra, sin embargo, persistía. Félix, decidido a enfrentar lo que fuera, abrió la puerta. Para su sorpresa, no encontró un monstruo aterrador, sino a un gato callejero jugueteando con una bolsa plástica.
Entre risas, Félix acogió al pequeño intruso y lo apodó "Sombra" en honor a la confusión inicial. La compañía inesperada y traviesa del gato añadió un toque de alegría a su noche.
Así, en la calidez de su hogar y con un amigo peludo a su lado, Félix se adentró en una noche de serenidad y risas. La vida, a veces, tenía formas sorprendentes de alegrar incluso las noches más comunes.
Continuará...