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La batalla en las catacumbas había terminado, o eso parecía, pero la sangre de los muertos y algunos núcleos de bestias, que nadie notó cuándo fueron puestos en el suelo, comenzaron a brillar. Estos núcleos eran un bien preciado en el reino y resonaban con algunas runas en el suelo, alimentándolas y activándolas.
"¡Jajajajajaja!" La sacerdotisa, ahora en el suelo con sangre en su cuerpo, reía maniáticamente mientras la luz de las runas se intensificaba.
"Idiota, no estaba luchando con la intención de derrotarte. Ahora que se han activado las runas, se convertirán en los sacrificios para el nuevo orden que traerán los dioses de más allá de la grieta." Lentamente, las heridas de la sacerdotisa comenzaron a cerrarse mientras controlaba las runas que formaban el hechizo.
"Una vez que se active este ritual, desencadenará un gran hechizo que drenará la vida de toda la capital y será usado para expandir la grieta, permitiendo que los seres bendecidos por los dioses crucen."
La sacerdotisa estaba en un estado eufórico mientras los soldados, el Shogun Hayato, e incluso los mismos sacerdotes, estaban perdiendo fuerzas. En su momento de euforia, trató de extender unos tentáculos de oscuridad para traer a todos los rehenes que había acumulado previamente, pero antes de que los alcanzara, un haz de luz los cortó.
Sin entender la situación, la sacerdotisa intentó volver a hacerlo, solo para obtener el mismo resultado. Debido a que perdió su atención, Hayato trató de avanzar hacia la sacerdotisa con la poca fuerza que le quedaba, pero no pudo llegar a ella ya que parecía estar protegida por una barrera.
"¡Maldición! ¿Qué está pasando? ¿Quién está ahí?" dijo la sacerdotisa, mirando hacia la habitación donde solo se podían ver a los rehenes atados. Cada vez que se acercaba, un haz de luz cortaba todo lo que atravesaba la puerta.
Rindiéndose con los rehenes y viendo que el ritual había comenzado, no podía detenerlo; solo le quedaba estar satisfecha con los que estaban dentro de la habitación.
"¡Aaaaaahhh!" En ese momento, Hayato, que estaba tratando de acercarse a la sacerdotisa, gritó con todas sus fuerzas, poniendo lo mejor de sí, pero aun así no podía atravesar las defensas que estaban siendo alimentadas por muchos núcleos y vidas.
"Ríndete, idiota. Fallaste en el momento que permitiste que activara las runas," la sacerdotisa se reía mientras miraba los fallidos intentos de Hayato por acercarse a ella.
"Maldición, maldición, ¡ahhh!" Hayato estaba atacando desesperadamente la barrera mientras comenzaba a sentirse más débil debido al cansancio y las runas que parecían succionar su vitalidad.
'No, no puedo fracasar aquí. No puedo permitir que tengan éxito,' se repetía a sí mismo para mantener su voluntad y no rendirse. Continuó atacando aun con sus manos llenas de sangre, pero inevitablemente se quedó sin fuerzas. Lentamente, sus movimientos perdieron fuerza y velocidad hasta que dejó de moverse.
'He perdido, he fracasado. Por mi fracaso, miles morirán.' En ese momento, solo el resultado de su fracaso le impedía perder la conciencia, buscando una solución. Su posición, así como su deber, le impedían rendirse. Como figura de autoridad, tenía un deber que cumplir.
Lamentablemente, a veces la voluntad no es suficiente, pero aun así se movió, y con una mente borrosa que ya no tenía más pensamientos que atacar, se impulsó, mirando solamente a su objetivo, acercándose lentamente.
En ese momento, el mercenario de ojos rojos tenía una cara irritada, como si le molestara la situación.
"¡! Es que tengo que hacerlo todo yo!... pensé que me había tocado la parte fácil," era el único consciente además de la sacerdotisa y el tambaleante Hayato-sama.
En ese momento, la oscuridad comenzó a rodear su cuerpo. Un rayo que era aún más oscuro que el de la sacerdotisa se formó en su cuerpo mientras cantaba un hechizo. Poco a poco, una gigante guadaña se materializó en sus manos. Sorprendentemente, lanzó la gran guadaña que voló hacia la defensa de la sacerdotisa.
La sacerdotisa, al parecer, siempre tuvo parte de su atención en él y creó más barreras que, aunque solo fueron momentáneas, detuvieron la guadaña.
Pero eso duró poco, y el giro de la guadaña rompió lentamente las barreras hasta deshacerse de todas y dañando las runas que formaban el hechizo ritual, causando una reacción violenta en la sacerdotisa y haciéndola vulnerable.
En ese momento, el tambaleante Hayato, que había escapado de la atención de los dos, apuñaló con su espada a la vulnerable sacerdotisa y se desmayó en el siguiente instante.
Así, el hechizo se detuvo. Incluso el mercenario de ojos rojos, que parecía empezar a lanzar hechizos para acabar con la sacerdotisa, se detuvo ante la intervención de Hayato.
"..."
"..... Lux no se tendrá quejas ya que me dijo que interviniera si las cosas salían de control," se susurró a sí mismo mientras veía a los soldados y al Shogun tirados en el suelo desmayados.
"De hecho, si no hacías nada, yo lo iba a hacer," en ese momento se pudo ver una figura idéntica salir de la habitación de los rehenes. Al ver esto, el mercenario comenzó a quejarse.
"Bueno, ¿por qué siempre me das el trabajo más molesto?" resopló.
"Vamos, no seas exagerada. Solo que las cosas fueron más allá de nuestras expectativas. Tu trabajo era solo guiarlos." Dijo el segundo mercenario y continuo
"Bueno, está bien. Veo que has mejorado en el manejo de las habilidades y fusiones. Incluso pudiste fusionar una característica del elemento luz al rayo sin problemas, sin mencionar que manejar el rayo y la oscuridad al mismo tiempo es difícil, además de ponerle el rasgo del elemento de luz."
"... tus halagos no me hacen felices," aun diciendo eso, se pudo ver cómo se sonrojaba. Algo que no pareció gustarle a la segunda figura.
"Oye, deja de sonrojarte con mi cara, se siente raro," el segundo mercenario se quejó ante el primero, pero al ver que el sonrojo comenzaba a ser reemplazado por ira, cambió de tema.
"Bueno, solo tienes que practicar más. Y ahora que tengo equilibrio, es mucho más fácil hacer las operaciones de fusión. No sabes el infierno que pasé para usar luz y oscuridad al mismo tiempo, además del rayo."
La extraña conversación entre estos dos seres completamente idénticos continuó por unos minutos hasta que el Shogun y el resto recobraron la conciencia, y repentinamente una de las dos figuras desapareció, dejando solo a un mercenario de ojos rojos.
"¿Qué... qué pasó?" dijo Hayato-sama mientras miraba a su alrededor sin comprender.
En ese momento, el mercenario de ojos rojos se acercó y le explicó en general la situación. Así, la batalla en las catacumbas terminó.
Una vez que esto ocurrió, rápidamente los subordinados sobrevivientes de Hayato-sama sometieron al resto de los sacerdotes.
Los rehenes, que eran personas desaparecidas, mercenarios extranjeros y personas sin hogar, fueron salvados y llevados afuera. En el camino, la sacerdotisa que no murió, y a la que le habían dado primeros auxilios, se despertó y comenzó a gritar:
"¡No lo entienden! Esta era la única manera de sobrevivir. Ahora seremos exterminados cuando la grieta se expanda. ¡Será nuestro fin!"
"Es por eso que debemos evitar que eso suceda, idiota. ¿En serio quieres estar al servicio de esos demonios? Además, dime, ¿quién más está involucrado en este plan? ¿Acaso el sacerdote líder y toda la iglesia también?"
La sacerdotisa guardó silencio, sin revelar quién más estaba involucrado. Pero solo era cuestión de tiempo antes de que comenzara a hablar.