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Mascota

Han pasado un par de días. Shi y Song han decidido medio inmovilizarme y utilizarme a su gusto, entre risas y jadeos. Los pechos de Shi moviéndose frente a mí son preciosos y seductores. Los de Song, mucho más abundantes, totalmente destructivos.

  Bang Rui sufre mi "venganza". Se masturba cada vez que terminamos, en su habitación. Por lo demás actúa obedientemente. Se lo hago de pie, alzándola, de frente. Se queda una vez más al borde. Se resiste a dejar caer la última muralla. Y se empieza a masturbar en cuanto vuelve. Se sigue masturbando después de un primer orgasmo. Pero esta vez la traigo de vuelta, con cama incluida. No sé da cuenta y sigue. Vuelve a correrse. Pero no se detiene.

–Un bonito espectáculo.

Ella se incorpora de golpe. Se da cuenta que no está en la habitación. Me mira, balbuceando sin decir nada. Sus manos se han detenido, pero siguen en sus partes íntimas.

–Pareces frustrada, déjame ayudarte.

Dos dedos se introducen en el interior de su vagina y el otro acaricia su clítoris. La otra mano pincha su pezón. Se corre al momento. No paro hasta que tiene otros dos orgasmos. Jadea. Su pecho sube y baja. Me mira fijamente. Aún no he acabado. Abro sus piernas y las empujo hacia arriba, sobre mis hombros. Al acercarme a ella, las empujo un poco más, casi llegan sus rodillas hasta sus brazos. La penetro y tiene otro orgasmo.

–Parece que lo disfrutas– la provoco. No dice nada. Solo gime.

Sigo penetrándola. Le hago sujetar sus piernas con las manos. Ella tiembla continuamente. No puede pensar en nada más que en el placer. Lo voy aumentando gradualmente. Fuerzo a que nos corramos los dos juntos una última vez. Ella mira al cielo con expresión vacía. Jadeando.

–¿Los has disfrutado?– le pregunto.

Ella no me mira. Como si no me hubiera oído.

–Bien, si no quieres ser sincera, puedes hacerlo tú sola.

Antes de que pueda reaccionar, la devuelvo a la habitación.

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Por la noche, Liang está durmiendo. Hoy no lo hemos hecho. No es habitual, suelen dejarla tranquila, pero hoy no ha tenido suerte. Está dolorida. Me ha pedido perdón varias veces. No sé como tengo que decirle que no es culpa suya. Supongo que se ha dado cuenta que estaba enfadado. Pero no era con ella. Era con ese maldito estudiante. Me fastidia que usen a mis chicas. Pero que encima les hagan daño, es imperdonable.

Estuve investigando en el taller de alquimia. Para ver si podía hacerme con alguna planta para las pociones. No tuve suerte. Pero recopilé algo de información. Entre ella, una planta fácil de encontrar y que puede causar diarrea, si se come sin destilar o cocer. En cuanto sepa que está en aislamiento para cultivar y haya que llevarle comida, me aseguraré de estar ahí.

Shi y Song descubren una sonrisa algo malvada cuando las llamo. No era consciente de mí mismo. No paran hasta que les cuento todo, cosquillas incluidas. Me pegan bronca y un par de sermones. Que si es muy peligroso. Que si no vale la pena. Luego me sugieren que alimentos son más fuertes para disimular la planta. Me las quedo mirando.

–¿No se supone que ibais a disuadirme?

Se ríen. Les devuelvo la tortura a base de cosquillas. Se han dejado ganar, lo sé. Se rinden. Se abren de manos y piernas para que les haga lo que quiera. Lo hacemos apasionadamente. Luego me dicen se sienten orgullosas de mí. De mi rebeldía como esclavo. Se duermen las dos junto a mí, una a cada lado. Tardo un rato en devolverlas.

Observo a Bang Rui. Ha estado bañándose. Se ha masturbado mientras se limpiaba la vagina. Ahora está esperando a que la llame, haciendo ver que medita. Pero no lo hago. Me voy a dormir

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A la mañana siguiente, beso a Liang con cariño. Hasta que se rinde y no me pide más perdón. Cuando se va, está un poco roja.

Ya le he cogido el tranquillo a hacer las copias e imbuir el qi. Soy uno de los esclavos en la etapa uno a lo que menos molestan, bajo la protección del maestro Mu. Pero sé que nunca puedo estar seguro del todo. Bang Rui ha salido a correr y se ha bañado. Ha vuelto a masturbarse mientras se bañaba. Igual acaba perdiendo la razón completamente. Estoy pensando en darle algo que hacer si consigo mi objetivo. He encontrado un cuaderno casi completo de una técnica bastante difícil de dominar, pero que me iría bien que tuviera. De hecho, lo había visto y descartado, pero ahora resulta útil.

Toca llevar agua. Algo nervioso, las dejo recogiendo algunos frutos y semillas mientras llevo el primer cargamento. Podrían descubrirlas. Sé que no harán nada peligroso. Pero les gusta amenazarme de lo contrario. Cuando vuelvo, descubro con la detección de qi que Shi se ha escondido. Y eso que sabe domino la técnica. Está entre unos arbustos. La agarro por detrás y le tapo la boca. La acerco a mí, metiendo la mano bajo su túnica de esclava, directa a su entrepierna. Hacía días que no la veía vestida. De alguna forma, es erótico.

Ella presiona su culo contra mí. Cuando está húmeda, me bajo los pantalones y la penetro. Es extraño hacerlo con ella con ropa. Mi mano sube hasta su pecho, subiendo su túnica, descubriendo su piel morena, sus pechos que caben en mi mano. No la desnudo del todo.

Ambos estamos de pie. Ella ligeramente arqueada. De espaldas. Con la cabeza hacia mí. Con la boca aún tapada. Le muerdo la oreja. Le lamo la mejilla. El cuello. No me muevo. Se mueve ella. Su culo no deja de golpearme. Solo se detiene un instante cuanto tiene un orgasmo. Sigue inmediatamente, aún contrayéndose por él. Incluso acelera. Su mano aprieta la mía contra su pecho. La otra llega hasta mi cabeza. Acaricia y agarra mi pelo mientras mueve sus caderas.

Es excitante. El placer que siento es intenso. Si no fuera por las técnicas del cuaderno, hace rato que habría llegado al final. Se encarga de que la penetración recorra toda la extensión. A veces a punto de salirse, pero parece tenerlo controlado. Golpea contra mí con fuerza. Se adivinan sus gemidos a través de mi mano. Los orgasmos a través de su cuerpo, de como aprieta mi miembro.

Nos corremos los dos. Ella aún se mueve un par de veces más. Luego se da la vuelto. Sus piernas le tiemblan un poco, pero se sostiene. Me mira. Su respiración es rápida. Aun así me da un largo beso. Sonríe. Satisfecha. Del sexo y de que su plan haya funcionado. Está claro que me manipulan cuando quieren.

–¿Ya me toca?– aparece Song.

–Todo tuyo– le dice Shi.

–¿Yo no tengo nada que decir?– me quejo.

–No– dicen ambas. Suspiro. Se ríen.

Song me coge la mano y la lleva hasta su entrepierna. Está mojada. Me besa. Ahora la lleva a su culo. La otra también. Luego mueve las suyas alrededor de mi cuello. Salta y me envuelve con sus piernas. Yo la sostengo. Cuelga frente a mí, mirándome.

–Métela– me dice seductora.

No la hago esperar y la penetro. Lo hago despacio. Ella me mira. Mantiene la distancia de sus labios. Hay pasión en sus ojos. A veces se muerde el labio. O se pasa la lengua. Cuando me lo pide, acelero. Sus pechos están bajo su túnica, que se mueve insinuante. Quiero besar su rostro pecoso, pero está lejos. Así que beso los brazos también pecosos, que se sujetan en mi cuello.

Cuando más acelero, más evidente es el movimiento de sus pechos. Normalmente serían hipnóticos, pero no puedo apartar la mirada de los ojos que me miran. Se muerde el labio inferior cuando tiene un orgasmo. Abre la boca y gime suavemente cuando se recupera de él. Su cuerpo tiembla con más fuerza y yo también llego al clímax. Ella sigue mirándome y mordiéndose el labio. Jadeando.

Cuando recuperamos la respiración y el pulso, ella se acerca y me besa.

–Me gusta cuando eres malo. Pero también cuando eres obediente.

Me vuelve a besar. La agarro cuando se baja. Sus piernas no la sostienen. Aprovecho para subirla la túnica y sentir sus pechos contra mi piel.

–¿Los echabas de menos?– me pregunta seductora. Yo solo la beso.

—————

Cuando se van, tampoco invoco a Bang Rui. Parece inquieta. Va dando vueltas. Cuando asume que no la voy a llamar, no aguanta más y empieza a masturbarse. Está como una hora. No parece satisfecha.

Por la noche, Liang está mejor, pero lo dejamos para mañana. Insiste en hacerme una felación. Es mucho mejor que Bang Rui. Y yo jugueteo con sus senos y vagina. Solo por fuera. Tiene dos orgasmos.

Song insiste en hacerlo de pie como se lo he hecho antes a Shi. Shi quiere que se lo haga como a Song. En serio, son como niñas. Niñas celosas y pervertidas. Pero en parte es culpa mía. Asumo la responsabilidad. Las tengo un poco consentidas. O ellas a mí.

Llamó a Bang Rui. Ella va directamente a hacerme una felación, sin preocuparse de la durmiente Liang.

–Quieta.

Ella se para. Mirándome. Ansiosa.

–¿Qué es lo que quieres?– le pregunto.

–Yo… nada… solo… creía que tú…

–Si no quieres nada, puedes volverte.

–¡No! ¡Espera!

–¿Sí?

– No es suficiente. Por favor. Quiero más– suplica.

–¿Qué no es suficiente?

–Masturbarme no es suficiente. Métemela. Hazme… sentir placer– vuelve a suplicar.

–¿Harás lo que diga? ¿Eres mía?

–Sí, haré lo que quieras. Soy tuya.

–Empieza.

No le doy más ordenes. Ella se arrodilla ansiosa ante mí. Se pone mi miembro en la boca. Empieza a chuparlo, a lamerlo con la lengua. Aún es torpe. No sabe realmente como dar placer. Una de sus manos la ayuda a sujetármelo. La otra la usa para masturbarse ella misma. Pronto, con ayuda de qi, está al borde del orgasmo.

–No te corras antes que yo– le ordeno.

Ella deja de masturbarse. Su mano la aprieta en su cadera, ansiosa por volver. Acelera su movimiento, intentando darme placer y poder dárselo a ella. Le voy dando pistas cuando me da más placer, gimiendo ligeramente. Al principio no se daba cuenta, pero parece que, poco a poco, va centrándose en las zonas más sensibles.

–Voy a correrme. Puedes tocarte.

Eyaculo dentro de su boca y le dejo llegar a un pequeño orgasmo. Luego ella se separa de mi miembro y cierra la boca. Traga el semen y vuelve a medio abrirla. Me mira obscenamente, con algo de saliva cayéndole.

–Lo has hecho bien. Vuelve otra vez, hasta que esté erecto.

Hace lo que le digo. Lo saca poco a poco de su boca cuando permito la erección, casi besándolo. Está cubierto de saliva. Ella gotea por debajo.

–Ponte de pie. De espaldas. Inclínate y muéstrame tu agujero.

Ella lo hace. Su culo alzado ante mí. Sus manos abriendo sus nalgas, mostrándome su húmeda vagina.

–Ahora dime que es lo que quieres.

–Métemela. Tu polla dentro de mi coño. Hazme correrme– suplica en voz baja. Sabe que no puede gritar.

–Muérdelo– le ordeno, acercándole un trozo de ropa a la boca.

Ella lo hace. Inmediatamente le pongo las manos en las caderas y la penetro. Ella se arquea hacia atrás. Le he dejado tener otro pequeño orgasmo.

La cojo de las muñecas, dejando sus brazos estirados sobre su espalda. Los uso para embestirla una y otra vez. No soy suave. La hago correrse continuamente. Hasta que sus piernas no pueden más. La cojo de las caderas mientras el resto de su cuerpo se desploma. No dejo de penetrarla por detrás. Salgo de su interior y le hago darse la vuelta. El trozo de ropa en su boca está empapado de su saliva

–Abre las piernas y mírame.

Casi sin fuerza las abres. Vuelvo a penetrarla. La miro a los ojos. Vuelve a tener otro orgasmo. Cierra un instante los ojos. De inmediato los abre y me mira. La sigo penetrando y juego con sus modestos pechos. La hago correrse más y más fuerte. Está al borde de perder el conocimiento cuando me corro en su interior. Le sacó el trapo de la boca. Ella jadea.

–Ahora yo soy tu amo. Tú eres mi mascota. ¿De acuerdo?

–Sí. Aaaaahhh– responde apenas si pensar.

–¿Sí qué?

–Haaaaahhh. Sí, amo.

–Quiero que mi mascota me lama la cara.

No duda. Me da lengüetazos en la mejilla. Despacio. Obscenamente.

–Ahora bésame. Me besa con lengua. No se detiene. Le pongo el dedo sobre su ano y aplico qi. Tiene un pequeño orgasmo. Se queda rígida un instante, por la sorpresa. Luego sigue moviendo la lengua. La hago correrse más y más fuerte por su ano, sin llegar a penetrarlo.

–Lo has hecho bien. Este es tu premio.

Nuestras bocas se han separado, pero siguen unidas por un hilo de saliva. Vuelvo a besarla. Una mano penetra en su vagina. La otra sigue sobre su ano. La hago correrse violentamente hasta que se desmaya. Luego la envío de vuelta.

El vínculo se ha reforzado. Puedo decir que se ha sometido por completo. Es intoxicante la sensación de triunfo. De dominio. La parte mala es que la he convertido en una adicta al sexo.