Pen aparece poco después. Estaba escondida. Su cultivación es demasiado débil para intervenir. Pero no para cogerme. Para que ella y Fen Huan me examinen. Se aseguran de que no tengo nada.
–Creo que no es el lugar adecuado para esto– me burlo de ellas, que me han medio desnudado para ver si estaba herido.
–Pervertido– me acusa Pen, aliviada. –¿Qué hacemos con los cuerpos?
–Yo me encargo de ellos– les aseguro, intento parecer firme.
No me representa ningún problema. Solo tengo que dejarlos en un rincón del Almacén. Con los otros cuerpos de cuando la expedición.
Cojo el anillo de Zhi Ru. No hay mucho de valor. Y no podemos quitarle los puntos. Es una de sus características. Te los pueden dar. Pero no puedes obtenerlos por la fuerza. ¿Quizás deberíamos haberlo torturado primero?
Lo único de valor es el disco de la formación. Es similar al de Fen Huan. Diría que menos sofisticado. Se lo ofrezco.
–Es mejor destruirlo. Probablemente, no es suyo, se lo habrán dejado. Sería un problema si alguien lo reconociera. Además… Sí, está vinculado a alguien. No podemos borrar la marca con nuestro qi. No es suficientemente fuerte. Por no hablar de que se daría cuenta. Él debía de poder usarlo porque le habrían puesto una marca temporal con su sangre– explica Fen Huan.
Vaya. No sabía nada de eso. Hay tanto que aprender. Tampoco quiere las hachas. Las guardaré.
–Bien, me encargaré también– les aseguro.
–Meterlo en un anillo puede no funcionar. El dueño quizás podría detectar la marca– se preocupa.
–Entiendo. No os preocupéis. En el Laberinto, no lo encontrarán, la roca bloquea el qi. Por lo menos, no pronto. Id volviendo, yo lo haré más tarde. Pasaré a veros– les prometo.
Sé que si no lo hago, se preocuparán. Son reacias, pero me hacen caso. Pen me besa muy intensamente. Ha estado muy preocupada. Todavía lo está. Fen Huan también es intensa.
Yo hago como que voy para el Laberinto. En realidad, dejo el disco en el Almacén. Allí no podrán detectarlo.
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Un poco más tarde, llamo a las chicas para contarles lo que ha sucedido. Estaban preocupadas. Todavía estoy en el bosque. Rui y Bronceada hacen guardia.
–Así que los hermanos Zhi… Al menos ya no molestarán más. Dale las gracias a Huan'er de nuestra parte– me pide Shi.
La llaman familiarmente incluso sin conocerla. Bueno, han visto su cuerpo desnudo alguna que otra vez. Incluso atada. Aunque nunca han hablado con ella. Y le están muy agradecidas. Lo veo en sus ojos
–Rayitas, has estado genial– sonríe Liang, acariciando a la tigresa, que duerme con la cabeza en su regazo.
–Sin duda. No sé si lo hubiera atrapado sin ella– reconozco –. Lang'er, de verdad que no estoy herido.
–Mejor asegurarse– insiste ella.
–Es una buena táctica para desnudarlo. Te ayudo– se suma Song.
Desisto en detenerlas. Sería imposible. Aunque me alegra que estén relajadas. Estaban ansiosas y nerviosas cuando las he llamado. Me han abrazado todas cuando les he ido contando lo que ha sucedido. Podría haber muerto.
–Luego te irás a verlas, ¿verdad? Quizás deberíamos aprovechar…– sugiere Yu con ligera timidez.
–Eso. Follémoslo– su hermana lo deja más claro.
–No me opongo– se suma Shun.
–Voto a favor– la apoya Hong.
Wan levanta la mano. Todas lo hacen. Riéndose.
–No escaparás, te tenemos atrapado– asegura Song sensual, abrazándome.
Así que tenemos una pequeña orgía en medio del bosque. No es que sea la primera vez. Aunque hoy están bastante cariñosas. Creo que las ha afectado lo que ha sucedido hoy. El peligro que he corrido. Que todos hemos corrido, ya que he estado a punto de llamarlas. Y no sé qué pasaría con ellas si muero. Es algo que me preocupa.
Ma Lang y Yi me piden que las penetre apoyadas en el árbol. Dándome la espalda. Enseñándome sus preciosos culos. Yu y Liang apoyada la espalda contra el tronco. Mirándome. Shi y Song me empujan contra el árbol. Son ellas las que se mueven. Todos de pie. Wan, Hong y Shun tumbadas en la hierba.
Luego les toca a Ning, Rui, Hai y Bronceada. Hai está especialmente excitada. Le gusta el sexo en el exterior. Rui y Bronceada estaban preocupadas por mí. Están muy apasionadas. Ning parece igual de pervertida que siempre. Aunque estaba un poco nerviosa al principio. Se ha tranquilizado cuando ha sabido que el peligro había pasado. Y se ha entregado al placer. A pesar de ser una pervertida, se preocupa por mí. Supongo que se merece un extra.
Finalmente, me vuelvo a la secta. Ya ha pasado el suficiente tiempo como para ir al Laberinto y volver. No quiero preocuparlas demasiado.
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–Has tardado mucho– se queja Pen. Sin duda, estaba preocupada a pesar de todo.
–¿De verdad no estás herido?– quiere confirmar Fen Huan.
–No me llegó a alcanzar. Algún golpe por el qi, pero eso fue todo– le aseguro.
–No es algo fácil de conseguir. Has aguantado contra alguien dos etapas por encima– me alaba.
–Bueno, no fue mucho rato. Y llegaste a tiempo para salvarme– le sonrío.
–Aun así…– ella insiste con cierta timidez –Con tan poco tiempo en Alma y ya puedes defenderte contra… Quizás puedas convertirte en un gran guerrero.
Hay algo extraño en cómo lo dice. Sobre todo, porque se está sonrojando. La misma que gime excitada cuando la atamos y pegamos. Así que miro a Pen. Interrogándola.
–Está un poco obsesionada con que seas un gran guerrero– revela ella, encogiéndose de hombros.
–¡Pen'er!– exclama Fen Huan, entre indignada y avergonzada.
¿Es la primera vez que la veo llamarla así? Esta vez no es su Ama.
–Deberías decírselo– la insta Pen.
–Pero…– se muestra Fen Huan reticente.
–¿Decirme el qué?– pregunto, confuso.
Pen mira a Fen Huan. Que está completamente roja. Ni que fuera Yan Xiulan.
–Yo… Mi padre… aceptaría…– murmura, casi inaudible.
Me acerco a ella. La abrazo. Su cabeza contra mi pecho. Acaricio su pelo rosa.
–No te fuerces a decir lo que sea. Si algún día quieres, te escucharé. Todos tenemos secretos– intento que se sienta cómoda.
Tengo curiosidad. Pero no puedo exigirle que me lo cuente. Sobre todo, cuando yo tengo un gran secreto. Uno que no puedo contar. Aunque esté deseando hacerlo.
Ella mantiene su cabeza en mi pecho. Sin hacer intención de irse. Incluso apretándose un poco más. Parece una niña pequeña a la que esté consolando. Incluso ella puede ser adorable a veces.
Pen la mira. No dice nada. Parece resignada. No creo que me lo cuente. No hace falta preguntarle. Cuando se calme, igual la atamos un poco. Para que se olvide lo que sea que no me quiere decir.
–Mamá no pondría problemas, pero papá…– empieza a hablar.
No se mueve. Se mantiene acurrucada en mi pecho. Yo sigo acariciando su cabeza. Su pelo rosado entre mis dedos. Mi otra mano en su espalda. Por ahora, sin lujuria. Solo dándole un poco de calor.
–No le gustará que tengas a otras mujeres, pero si eres un guerrero, aceptará que sea tuya– me explica.
Puedo notar su rostro ardiendo. Sus orejas muy rojas.
–Si eso hace falta para que seas mía, entonces entrenaré para ser un gran guerrero– le prometo.
La noto estremecerse un momento.
–No…– murmura con timidez.
–¿No quieres que sea un gran guerrero?– me extraño.
–¡No es eso!– exclama, mirándome por primera vez en un rato –Yo ya soy tuya.
En voz más bien baja, son palabras muy dulces. Al menos me lo parecen a mí. No puedo evitar bajar mi cabeza. Besarla suavemente en los labios. Se estremece.
–¿Entonces?
–A mamá le gustarás. Pero papá… Quiere que mi marido sea fuerte… Me gustaría que lo fueras. Papá es un poco cascarrabias y cabezota, pero es papá. Me gustaría que estuviera contento, pero soy tuya de todas formas– confiesa.
Vuelve a ponerse roja. A ocultar su rostro. Ha sido una confesión completa. No puedo evitar sonreír. Me hace feliz.
–¡Muy bien, Huan'er! ¡Estoy orgullosa de ti!– se burla un poco Pen.
Aunque realmente la veo sonreír con ternura. Está realmente contenta. Y Fen Huan aprieta los puños en mi ropa. Con timidez.
–Entonces, no te dejaré ir nunca– le prometo –. Y me aseguraré de que tu padre no tenga más remedio que reconocerme.
Me levanto entonces. Cogiéndola en brazos. Ella se sorprende. Aunque no se atreve a moverse. Su rostro oculto todavía en mi ropa. Hasta que la dejo sobre la cama. Con suavidad.
No se resiste cuando le quito la ropa. Me mira con pasión. Y todavía un poco de timidez. Iba a hacérselo dulce. Pero veo en su mirada que quiere algo más. Así que le cojo ambas manos con las mías. Las empujo contra la cama. La miro.
–Abre las piernas– le ordeno.
Ella obedece. Ya olvidada la timidez. Mirándome con lujuria. La penetro de golpe. Ya estaba mojada.
–Eres mía– impongo.
–Toda tuya… ¡¡AAAAAaaahhhHHh!! ¡Maaás! ¡Aaaaaahhhh!
Empujo en ella con intensidad. Fuerzo mis labios en los suyos. Aunque no es que se resista. Me separo ligeramente. Mirándola a los ojos. Viéndola jadear y gemir. Sus firmes pechos rebotan obscenos.
La follo con energía. Reclamando que es mía. Mi mascota. Mi juguete. Lo que quiera ser. Su cuerpo se arquea hacia atrás en cada embestida. Los gemidos salen de su garganta. Su cabeza echada también hacia atrás. Su interior me aprieta hambriento. Y más cuando se corre. Cuando la lleno. Cuando toda ella se estremece de placer.
Reclamo de nuevo sus labios. Durante un largo rato, devoro su boca. Nuestras lenguas entrelazadas. Nuestros cuerpos fundidos en uno. Me gusta su tacto cálido y sudado. La dejo tumbada. Satisfecha. Sonriendo como nunca la había visto.
–Te quiero, Kong– me confiesa.
–Y yo a ti, mi Huan'er.
Nos volvemos a besar. Hasta que tenemos bastante. Bueno, no sé si realmente tenemos bastante. Pero no estamos solos.
Me acerco a Pen. Me mira sonriendo.
–Pensaba que te habías olvidado de mí– me reprocha con dulzura.
–Nunca. ¿También serás mía?– le pregunto, acercándome, besándola.
–Hace mucho que lo soy. Hace mucho que me enamoré de ti– confiesa cuando nos separamos.
–Te quiero– le confieso yo, de corazón, feliz de sus palabras.
Somos muy dulces al principio. Muy apasionados. Cada vez más intensos. Aunque no tan salvajes como con Fen Huan.
A ratos me monta. A ratos está debajo. A veces me besa ella. A veces la beso yo. Mis manos recorren su cuerpo con lujuria. Acariciándola. Estrujándola. Sus manos no son menos atrevidas ni apasionadas.
—————
–Dos veces hoy. Ha sido un buen día– se recuesta Pen sobre mí.
–Sí. Amo ha estado muy intenso– concuerda Fen Huan, que también se acerca
Todavía no es de noche. Lo habitual sería que me fuera. Quizás a hacer otras visitas. A entrenar. A cultivar. A dejarlas hacer lo que tengan que hacer. Pero hoy es una excepción. Y las chicas me han dado permiso. Más bien, me han incitado.
–Creo que os confundís en algo– las corrijo.
–¿En qué?– pregunta Pen, extrañada.
–Dos veces, de momento. No pienso irme hasta el amanecer– las amenazo.
–Ah… Pervertido– me acusa Pen, con un tono muy sugestivo, incluso ilusionado.
–Amo…– tan solo dice Fen Huan, ardiente.
–Más os vale prepararos– las aviso.
–Tendrás que prepararte también tú– responde Pen, desafiante, traviesa, besándome.
Follamos durante horas. Se van turnando. A veces las dos a la vez. Nos tomamos nuestros descansos. E intento ser más suave de lo normal. Quiero tenerlas más tiempo en mis brazos. Estar más entre sus piernas.
Fen Huan acaba atada. Aunque la dejamos dormir junto a mí. Por supuesto, sin desatarla. Ya bien entrada la noche. Con un collar de mascota en el cuello. Con la correa en mi mano.
–Sabes que ellas exigirán el mismo trato– me avisa Pen.
Está con los ojos cerrados. Apoyada en mi costado. Mi brazo como almohada.
–¿Te vas a chivar?– me hago el indignado.
–Ji, ji. Por supuesto– ríe ella, muy bajito.
–Dame un día antes de decírselo– le pido.
–Mmm. Me lo pensaré– se muestra incierta.
–Gracias.
La conozco. Sé que eso es un sí. La beso en la frente. Está cansada. A punto de dormirse. Hoy ha sido realmente intenso.
Noto como su corazón se ralentiza. Se va durmiendo. Yo tardo un poco más. Hoy ha sido un día agotador. El ataque de Zhi Ru. Matarlos a él y su hermano. La confesión de Fen Huan. La confirmación de Pen. Celebrarlo con ellas hasta la extenuación.
Así que a la mañana siguiente, las dejo dormir. Están demasiado cansadas para más sexo. Apenas se despiertan para besarme y despedirse.
Las miro una última vez antes de salir. Las dos preciosas. Durmiendo. Una todavía atada. Las dos mías. Mujeres. Concubinas. Amantes. Me da igual como se llame. Me da igual los rituales. Los documentos. Simplemente, son mías. Puedo sentirlo. Completamente mías.