El último trabajo no había dejado suficiente ganancia, así que esa noche la cena se había reducido a una fruta, un par de galleras de menta y un tarro de cerveza de raíz, la especialidad de la taberna Plata; y aunque el estómago de Corey rugía al contemplar los platillos con carne, patatas molidas y guisantes bañados en salsas de tomate, prefería no quejarse. Intentaba no prestar atención en los alimentos, y daba mordidas pequeñas a la manzana que cenaba; sus ojos claros de un azul cristalino se forzaban a permanecer al frente de la mesa.
Corey usaba el cabello largo, ondulado y adornado con broches rosas y azules que relucían con su color dorado, su cuerpo era en exceso delgado, ya que empleaba la magia como arma no requería de una musculatura ancha y prominente; además, ya estaba acostumbrado a vestir con ropajes extravagantes y con un estilo muy femenino. La razón por la que ocultaba su identidad como varón era por protección, y para evitar más problemas de los que la vida le arrojaba en el día a día.
A pesar de que Corey disfrutaba de su libertad, comprendía que no podría vivir toda su vida como un desconocido, en especial por los sistemas de mercenarios y vendedores de servicios particulares como héroes, cazadores de creaturas mágicas o dragones, y asesinos; pero ofrecer sus talentos referentes a la magia significaba riesgos que no estaba listo para afrontar. Llevaba un año y unos meses en su profesión como mago, bruja para la sociedad, independiente, y todavía tenía problemas para hacerse de una clientela. Sin embargo, tampoco podía aceptar trabajos que pondrían al descubierto su magia, porque eso significaba la muerte segura en el reino de Dukens. Sus ganancias permitían una vida muy austera por lo que Corey a veces tenía que conformarse con lo poco que conseguía, justo como en aquella noche.
Otra vez pasó la mirada por las mesas cercanas de su lugar y dejó que su estómago sonara; era una fortuna que la taberna Plata estuviera llena de clientes, porque Corey no sería escuchado. Dio unas mordidas a la manzana y sólo quedó el corazón de la fruta. Era imposible no pensar en el futuro; la incertidumbre de continuar con un trayecto tan cruel, solitario y demoledor… ¿A caso debía resignarse y aceptar la realidad?
—Eh, Corey —la voz ronca del mesero interrumpió los pensamientos del adolescente—, ¿quieres otra cerveza?
—No, Greg, no puedo pagarla —Corey reveló con su tono de voz agudo y sobre-fingido. Siempre debía cuidar su imagen por precaución.
—Oh, ya, comprendo —Greg repuso con una mueca de decepción en su rostro tosco y duro. Luego recogió el tarro de madera de la mesa, pero puso otro de la charola que llevaba consigo y dijo—: la casa te invita esta, ¿vale?
Corey sonrió con ternura y agradeció.
—Eres parte de nuestros clientes más constante, así que no habrá problemas por esta vez.
—Te lo agradezco, Greg.
Greg ofreció una mueca alegra y honesta; aunque no era tan grande, su madurez ya era notoria. Prosiguió con su trabajo y se alejó de la mesa.
Durante unos minutos prolongados, Corey disfrutó de la cerveza y escuchó algunos comentarios de los otros clientes. Casi todas las conversaciones se enfocaban en las últimas batallas que habían acontecido entre el reino de Dukens y el reino de Ignitem, así que no había información tan relevante para considerar. Corey había esperado, por la noche tan concurrida, enterarse de alguna desdicha de los campesinos de las vecindades, o de los aristócratas que requerían de los servicios de algún mago o bruja; pero no había muchas opciones para encontrar un nuevo trabajo.
Cuando terminó la bebida, Corey se puso de pie y se dirigió hasta la salida del lugar; debido a sus ropajes, una capa corta, un tipo de blusa-corsé de mangas largas y estilizadas, unos shorts cortos y bombachos que tenían una especie de falda superior muy corta del frente y un tanto larga en la parte trasera, y sus botas claras que combinaban con su atuendo, Corey sintió las miradas de algunas personas, pero ignoró la sensación de acoso.
Al salir, colocó su gorro estilizado y popular entre las modas de las brujas, y caminó por la calleja poco transitada.
Las antorchas nocturnas ya estaban encendidas y permitían distinguir un poco las aceras rocosas de los caminos terregosos; a veces pasaban carruajes de colores y estilos variados tirados por caballos, aunque la mayoría iba a pie.
La brisa nocturna era reconfortante, pero Corey estaba ocupado con el morral que portaba; buscaba dinero para pagar una noche en alguna posada de calidad baja. Con su palma sostuvo tres monedas: dos plateadas y una de bronce. Suspiró y detuvo el paso; con ese dinero no completaría más que una pocilga de mala muerte, y eso significaba problemas.
Descuida, Corey pensó para animarse a sí mismo, sé que mañana conseguiré trabajo y podré rentar una habitación en un hotel bonito.
Volvió a respirar hondamente y aceptó que deseaba que todo fuera distinto.
Debido a que Corey se enfrascó en un monólogo mental, no se percató de que un grupo de personas corría directo hacia él. De pronto, su cuerpo fue empujado y topó contra la pared de una tienda cerrada; miró hacia el frente y vio a dos hombres jóvenes detrás de tres sujetos encapuchados.
—¡Joder! —gritó uno de los jóvenes—, ¡se van a escapar!
Corey reaccionó a toda prisa, y porque estaba molesto ya que había perdido su dinero por culpa de los encapuchados, así que creó un círculo frente a él; era una circunferencia con un pentagrama y símbolos de runas mágicas que resplandecían de un color café y neón. Acto seguido, Corey usó la tierra de la calle y creó una pared frente a los encapuchados; éstos chocaron y cayeron al suelo.
Los dos jóvenes que perseguían a los tres primeros, los rodearon y amenazaron. Corey, por su cuenta, se dispuso a buscar las monedas en la acera; todavía sentía la preocupación por encontrar un lugar para dormir.
—Oye, chica —un tono varonil y pesado se escuchó junto a Corey—, eres una bruja.
Corey giró hacia la derecha y descubrió a tres personas. El primero era un hombre barbado, de tez morena y vestido con una semi-armadura; tenía el cabello largo y sujetado en una coleta baja. La segunda era una mujer pelirroja, de ojos cafés, con un atuendo rebuscado por la forma en como la tela se amarraba para crear un traje completo que combinaba con sus botas. El último era un joven adulto de cabello corto y rubio, de ropas oscuras y que portaba un arco y flechas en su espalda.
—¡Jefe, lo capturamos! —gritó uno de los muchachos que mantenían a los encapuchados amarrados con sogas.
—Fue gracias a ti que por fin pudimos capturar a esos ladrones —el hombre barbado prosiguió—, así que te lo agradezco. Me llamo Chad; ¿cuál es tu nombre?
—Corey —replicó el adolescente sin pensar.
—Corey, tienes un nombre poco común… Y eres una bruja.
—Jefe —el arquero compuso—, nos vendría bien una bruja en el equipo; podríamos tomar misiones riesgosas y que requieran de la magia otra vez… Son las que más dejan ganancia.
—¿Son mercenarios? —Corey preguntó.
—Sí —confirmó el jefe.
El hombre barbado prosiguió con sus palabras, pero Corey no prestó atención; su mente se llenaba del recuerdo de su última interacción con mercenarios. Había aprendido a que era mejor mantener la distancia con la gente, en especial con mercenarios. Corey no podía arriesgar su vida, ya que era imposible negar su herencia y poder, por lo que se advertía a sí mismo del peligro. Debía alejarse de ellos.
—Eh —Corey aclaró la garganta para interrumpir al hombre—; lo lamento, pero debo irme.
Al dar una media vuelta, intentó caminar, pero los otros dos muchachos llegaron junto a sus presos y se interpusieron en su camino.
—Muchas gracias, chica —dijo uno de los muchachos. Era alto, más que el otro, de tez morena clara, ojos verdosos, cabello negro y sujetado en una coleta; tenía un parecido con el líder Chad—. No es tan fácil encontrarse con una bruja en estos tiempos, así que te agradezco lo que hiciste.
—Raymond —el hombre dijo—, ¿tú le pediste ayuda?
—No —Raymond aseguró—, como ella fue empujada por estos ladrones, usó su hechizo.
—Corey, ¿te interesaría trabajar en una compañía de mercenarios?
—No —Corey negó de inmediato y esto causó que los presentes mostraran rostros de incredulidad.
—Oye, nena —ahora expresó el joven junto a Raymond; era de tez clara, de cabello castaño y un porte de galán. Agregó con un tono pícaro—: por lo menos podrías escuchar nuestra oferta.
—No me llames "nena" —Corey dijo con enojo—, y no quiero trabajar con ustedes.
—Corey, por favor, disculpa a Donovan —el líder compuso—, es muy idiota.
—¡Jefe! —Donovan renegó.
—No es nuestra intención incomodarte, jovencita. Es sólo que hemos estado en busca de un mago o bruja. Somos el equipo conocido como Oro-Gris, así que te podemos ofrecer una buena paga. Tomamos todo tipo de trabajos, pero nos especializamos en las misiones de caza.
—¿Cazan dragones? —Corey interrogó con incredulidad.
—Ah…sí, cazábamos. Pero nuestro mago y otro grupo de camaradas decidieron abandonarnos por mejores oportunidades.
—De acuerdo a ellos —reveló con molestia el arquero.
—Pero —continuó Chad—, no te molestaremos.
—Por cierto —Raymond intervino con una sonrisa agradable; caminó hacia Corey, tomó su mano y colocó tres monedas. Dijo—: tu dinero; dos platinos y un bronce.
Corey supuso que los ladrones habían tomado el dinero cuando lo habían empujado.
—¿Es todo lo que tienes? —Donovan indagó con burla—, ¿y te has negado a nuestra oferta? Vamos, bonita, con nosotros podrías dormir en nuestros cuarteles generales de aquí, Greysten, comerías manjares y no tendrías que preocuparte por tu seguridad; ya sabes, al ser una chica y todo eso.
Corey suspiró y agachó el rostro. No podía negar que deseaba dormir en un buen sitio, sin preocupaciones tan banales como tener la oportunidad de un baño, o de tan siquiera comer bien.
—Donovan —la pelirroja expuso—, deja a la chica. Dijo que no está interesada, así que mejor vayamos a entregar a estos idiotas a nuestro cliente.
—Bien.
—Nos vemos, Corey —Raymond se despidió—, buena suerte.
Los mercenarios iniciaron su retirada. Llevaron consigo a los embusteros, así que cruzaron la calle.
Rayos…, Corey pensó, quizá podría trabajar sólo por un par de misiones y luego dejarlos cuando haya ganado lo suficiente.
—Eh, ¡disculpen! —Corey dijo con fuerza y comenzó el paso hacia los mercenarios—; p-por favor… Está bien.
Los mercenarios se detuvieron. El líder contempló a Corey, tocó su barba y sonrió.
—¿Te interesa el puesto? —Chad preguntó.
—S-Sí. —Corey asintió con la cabeza—. Puedo asistirlos en las misiones.
—Excelente. Bienvenida a Oro-Gris, Corey.
Sólo será hasta que haya juntado suficiente dinero, Corey se aseguró en silencio.
Cuando el grupo de mercenarios recolectó la paga y entregó a los ladrones en las oficinas privadas del alguacil local, se dirigieron hasta una zona cercana al río.
El edificio de los cuarteles de Oro-Gris era grande, tan grande como una casa señorial de la alta sociedad. La fachada era oscura, con tejas verdosas, y con las paredes pintadas en tonos grises y óxidos, pero combinaba con el resto de las construcciones de los alrededores. El interior mostraba un recibidor amplio, con unas escaleras que llevaban al segundo y tercer piso; a la derecha había una sala grande con muebles elegantes, y a la izquierda se apreciaba un comedor muy extenso.
—Bienvenida a los cuarteles generales de Oro-Gris, chica —el jefe habló con entusiasmo y orgullo—, de ahora en adelante residirás aquí, con nosotros. Claro, te ofreceremos una habitación privada o conjunta. Sé que las chicas son más cuidadosas con su privacidad.
—Agradecería mucho si pudiera ser una habitación para mí —Corey repuso con un tono inocente y tímido.
—Bien, no hay problema.
—Oye, papá —Raymond interrumpió al colocarse junto a Chad—; recuerda que mañana atenderemos a la familia Von Werff, así que será mejor dormir temprano.
—Es verdad —aceptó Chad con un rostro pacífico—, es muy probable que nos pedirán algo grande. Raymond, lleva a Corey a una de las habitaciones libres.
—De acuerdo. Corey, ven conmigo.
Corey siguió a Raymond, pero en su mente se cuestionó sobre la conexión que Oro-Gris y la familia Von Werff tenían. Desde tiempo atrás, Corey conocía sobre el poder que los Von Werff ejercían en la ciudad de Greysten, y estaba consciente de los cargos políticos de los actuales líderes de esa familia.
Al subir por las escaleras y pasar por un corredor angosto hacia la izquierda, Corey caminó con lentitud para ver algunas pinturas que adornaban las paredes.
—Son piezas baratas, ya sabes: imitaciones —Raymond habló con amabilidad—, no somos cultos, ni nos interesa el arte. Claro, conocemos su valor, pero es le dinero lo que nos llama la atención de este.
—Es un detalle bonito.
—¡Hey, Ray! —Donovan se unió a la escena al salir de la última puerta del corredor—. ¿Ya le asignaron a Corey su habitación?
—Sí —Raymond compuso—, dormirá entre mi habitación y la de Hilda. Tampoco quiero que vayas a espantarla, así que será mejor que te comportes.
—¿Y qué puedo hacer? —Donovan contrapuso con una sonrisa segura; se acercó a Corey y tocó su rostro—. Uno no puede resistirse a los encantos de una chica linda como ella.
—Donovan, por favor, deja de acosarla.
Corey retiró la mano de Donovan y lo retó con la mirada. El mayor sólo rió un poco, acortó aún más la distancia e intentó besarlo.
—Suficiente —Raymond dijo al interponerse—; Corey no es como las chicas que encontramos en la taberna para divertirnos. Ella es nuestra bruja, y se convertirá en nuestra camarada. Debemos respetarla.
Corey agradeció en silencio que Raymond actuara con sensatez; lo último que deseaba era que alguien descubriera su verdadera identidad y lo entregaran a las autoridades.
—Ven —Raymond prosiguió—, vamos a tu nueva habitación.
Corey siguió a Raymond y no se interesó en voltear hacia Donovan; tampoco era su interés involucrarse con alguien si eso significaba terminar con su libertad.
Cuando Raymond abrió la puerta junto a una mesita de adorno con una maceta vacía, permitió la entrada a Corey. El cuarto era grande, con una cama individual tendida con sábanas blancas y acompañada por mesas de cajoneras pequeñas, un librero junto a una mesa de estudio, una mesita tipo peinador junto a la ventana acompañada por un ropero ancho y de color caoba, y una puerta a la derecha que conducía al baño privado.
—Tienes tu baño para ti sola —Raymond aseguró—, así que no te preocupes por Donovan. Al inicio molestaba a Hilda también.
Corey dio unos pasos y sonrió con timidez; quizás podría vivir con esos mercenarios y continuar con su fachada para conseguir esa estabilidad que tanto deseaba.
—G-Gracias… —dijo Corey.
—Por cierto —Raymond cerró la puerta al pronunciar con suavidad—; hay algunas preguntas que tengo para ti. Sé que mi padre te ofreció el puesto sin pensarlo dos veces, y es porque nuestro mago nos abandonó junto al idiota de Bill… Pero eso no significa que no te vigilaré un poco.
—¿Vigilarme? —Corey dudó. Dio una media vuelta y contempló a Raymond; hasta ahora notó la seriedad en el rostro joven de él—. No voy a usar mi magia contra ustedes.
—Pero eso no quita el hecho de que dudemos de ti.
—Si quieres, puedo irme.
—No —Raymond negó con la cabeza—; sólo quiero que respondas unas preguntas.
—Está bien… ¿qué deseas saber?
—¿Qué hacías sola?
—¿Disculpa? —Corey contrapuso con enojo.
—Una bruja sin una insignia de uno de los grupos más conocidos… No perteneces a Ignatis Magika, la sociedad de brujos y brujas más grande y dominante de nuestro mundo, pero no eres parte de la academia de Westheyk porque no portas el escudo de esa sociedad… ¿Eres una bruja rebelde, o vienes del continente de Ryuu-Lonh?
—No, tampoco soy parte de la rebelión mágica, y no vengo de Ryuu-Lonh.
—¿Segura?
Corey suspiró con pesadez.
—Sí, te lo aseguro.
—Bien… Entonces, si no perteneces a ninguna de las escuelas de hechicería, ¿quién eres?
—Ya lo sabes, mi nombre es Corey.
—¿Y tu nombre de familia?
Por unos minutos prolongados no hubo respuesta; Corey dio dos pasos hacia atrás y agachó el rostro.
—N-No… no tengo familia —mintió el adolescente—. Ha sido muy difícil para mí sobrevivir por mi cuenta, pero no soy un rebelde. No quiero problemas, sólo… necesito sobrevivir.
—Negaste nuestra oferta al inicio.
—A diferencia de ti, yo no tengo quién me aconseje.
—Qué excusa más idiota.
A continuación, Raymond abrió la puerta y se quedó de espaldas al menor.
—No confío en ti, niña, así que considera que te estaré observando en las siguientes misiones —Raymond anunció con seriedad. Luego salió de la habitación.
Corey respiró con libertad y aceptó las palabras del joven. Por lo menos había conseguido no revelar nada que pudiera ponerlo en riesgo, y creía que era mejor mantener una relación lejana con esos mercenarios.