El cuerpo de Roxana reaccionó inmediatamente a las palabras de Alejandro. Estaba empezando a darse cuenta de que ciertas palabras podían derretirla incluso más rápido que un toque. ¿Por qué le resultaba esto excitante?
Alejandro la giró, empujándola contra su pecho. Le retiró el cabello de su cuello y cuando sus labios hicieron contacto con su piel, la cabeza de ella cayó hacia atrás involuntariamente. Cerró los ojos mientras él besaba y mordisqueaba su cuello hasta que su piel hormigueaba nuevamente con esa extraña sensación.
Un temblor recorrió su espalda y ella se giró. —Alejandro. Hagamos lo de aparearnos primero —dijo recordando que él todavía podía oír sus pensamientos.
—No primero, Roxana. No así. Te mostraré cómo —le dijo retrocediéndola hacia la cama mientras tomaba sus labios con los suyos. Roxana lo besó de vuelta hasta que sintió el borde de la cama detrás de ella y se dejó caer hacia atrás en posición sentada.
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