—¿Un beso?
Los ojos de Roxana se posaron en sus labios. ¿Sería su beso como la noche antes de que se desmayara? De alguna manera, se puso nerviosa. Quería que se sintiera bien, como la vez anterior.
Alejandro no la dejó especular mucho. Se inclinó y fundió sus labios contra los de ella. Roxana tembló. No porque tuviera frío, sino por la cálida sensación que siguió a su beso. Sentía como si su corazón se sumergiera en su estómago y comenzara a latir más rápido allí.
Sus labios estaban fríos pero eso no le importaba porque su beso era inflamatorio. Apasionado pero no brusco. Deliberado, como dejándole saber que esto era exactamente lo que pretendía hacer. Lo que quería hacer. Dios, ella también lo deseaba.
Ella se puso de puntillas y rodeó su cuello con los brazos, buscando más de su beso, abriéndole su boca. Él aprovechó la entrada y se invitó a sí mismo. Exploró, saboreó, se retiró y luego penetró de nuevo.
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