Rayven y Angélica pasaron horas hablando de todo y de nada. Había pasado mucho tiempo desde que Angélica había podido hablar sobre sus sentimientos con alguien. Casi había olvidado lo que se sentía decir lo que tenía en el corazón y no solo en la mente. Rayven también le contó muchas cosas que nunca antes le había dicho. Cosas que eran dolorosas de hablar. Él era como ella en muchos aspectos. Cargando muchos recuerdos y emociones y no expresándolos porque no estaban acostumbrados a hacerlo, ni tenían a alguien con quien hablar. Ahora se tenían el uno al otro.
Pero no solo hablaron del pasado, sino también del futuro. Sobre cosas con las que soñaban o que les daban esperanza. Rayven solo quería vivir con ella. No deseaba nada más.
Angélica sonrió.
—¿Nada más en absoluto? —preguntó.
Él negó con la cabeza.
—Ya tengo todo.
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