Aila despertó, ligeramente desorientada. Se enderezó de golpe en la enorme cama en la que había estado durmiendo; sus ojos inspeccionaron somnolientos el entorno hasta detenerse en la espalda musculosa y sin camisa de Alfa Damon. Él estaba de pie, mirando hacia afuera desde la puerta del balcón, con una taza de líquido caliente en la mano mientras que la otra mano se deslizaba por su cabello alborotado. Volteó la cabeza y la miró, casi como si pudiera sentir que ella lo observaba; ella sintió que su rostro se calentaba mientras el día anterior cruzaba por su mente.
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