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—Lu Yunxiong, solo ríndete. Incluso si muero, ¡no te dejaré tener tu camino! —Li Ping regañó.
—¡Puta, de qué sirve que te aferres? Tu marido está muerto. Ahora, ese pequeño bastardito Lu Ming también está muerto. ¡Quiero que todos ustedes mueran por oponerse a mí! —Lu Yunxiong regañó.
—¡Estás hablando tonterías. Mi hijo, Lu Ming, jamás morirá! —Li Ping gritó.
—¿No morirá? No te engañes, ya está muerto, no tienes a nadie en quien apoyarte —Lu Yunxiong rió fríamente mientras atacaba a Li Ping.
—¡Ming'er! —El cuerpo de Li Ping tembló y las lágrimas se acumularon en sus ojos.
Aunque no lo admitía, sabía muy bien que Lu Ming realmente había tenido un accidente.
La secta de la espada mística había enviado especialmente a alguien para anunciarlo, ¿cómo iba a estar equivocado?
Estaba desesperada.
—Lu Yunxiong, ¿no temes ser castigado por los altos mandos de la secta de la espada mística por lo que has hecho? —Un anciano del núcleo de la secta gritó.
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