Era claro que el grupo de admiradores encontraba la vista de los hábiles luchadores intrigante, un testimonio de su combinación única de fuerza y gracia. Aunque la atención resultaba sorprendente y halagadora, lograban mantener la compostura.
Sin embargo, no se podía negar que una parte de ellos disfrutaba del reconocimiento. Ese reconocimiento era como una aprobación silenciosa de sus capacidades, un reconocimiento sutil de su dedicación y duro trabajo.
A pesar del notable grupo de alrededor de quinientas personas aproximándose, las imponentes puertas del castillo se abrían para recibirlos. La vista era un testimonio de la importancia de su victoria y de su contribución para reclamar su patria. Al pasar por las puertas, los miembros de la organización podían sentir el peso del momento. La guardia real situada en la entrada saludaba, su gesto formal reconociendo el logro.
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