Extendiendo la mano

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—Natalia, ¿por qué estás aquí? ¿Sabes qué hora es? —Reiner pronunció en el momento en que me vio parada frente a la puerta de su habitación.

Una vez más, logró abrir la puerta justo antes de que empezara a golpear. Eran altas horas de la noche y la razón por la que estaba aquí era...

—No puedo dormir. Estoy cansada pero demasiado estresada y no, no sé, y no me importa qué hora es. Tú no estabas dormido, ¿verdad? —respondí mientras ponía morritos ante él.

—Entonces, ¿qué quieres? —replicó Reiner. Claramente estaba usando su gran cuerpo para impedirme entrar en la habitación.

—Deja que duerma aquí... ¿por favor? —dije con voz dulce mientras le sonreía suplicante. Esta sonrisa funciona muy bien con Zak... por cierto...

—No. Vuelve a tu habitación. Es tarde. Ah, y si sigues apareciendo aquí, voy a cambiar de habitación —Reiner respondió y comenzó a cerrarme la puerta en la cara.

—¡No, no cierres la puerta...! —grité mientras tiraba de la puerta. ¿Cómo puede hacerme esto?