Namida soñaba con su madre. En aquel sueño, sumergido en sombras y siluetas indistinguibles, la voz de su madre resonaba, clara pero perturbadora, como una melodía lejana: "Olvídame... ¡Olvídame para que puedas recordar!".
Las palabras se repetían una y otra vez, pero justo cuando su madre parecía a punto de decir algo más, su rostro se desvanecía en una oscura negrura, y Namida despertaba con un sobresalto.
Era la tercera vez que se despertaba en las últimas dos horas. Cada vez más agotada, gimió entre dientes, tratando de ocultar su rostro en el cuello de su chaqueta de pijama vieja, buscando un refugio momentáneo en aquella tela gastada. Se recostó sobre el lado izquierdo, mirando fijamente la pared, intentando desesperadamente encontrar algo en su vista fija que la distrajera de las voces en su cabeza.
Los murmullos a su alrededor eran constantes, insoportables. Desde el momento en que llegaron, la conversación sobre la fuga de los equipos de Sarada y Shikadai dominaba cualquier otro tema bajo los cielos de la Tierra del Fuego.
Namida había fingido cansancio y se retiró a dormir antes que los demás, esperando con ello encontrar algo de paz. Pero la realidad, cruel e implacable, le recordaba que ni siquiera el descanso le ofrecía consuelo.
Lo que más la angustiaba no era simplemente su ansiedad constante. No, lo peor era que sabía que esos murmullos, esas conversaciones que la rodeaban, eran provocadas en parte por sus propias acciones.
Los labios de Namida se apretaron en una fina línea, mientras su mano se aferraba con fuerza a la delgada sábana que le tocaría compartir cuando alguno de sus amigos decidiera dormir.
La tela entre sus dedos temblaba ligeramente, reflejando el miedo que crecía en su pecho. Sabía lo que había hecho. Sabía que ella misma había escuchado a Mirai delinear su plan con detalle, y había sido ella quien lo había transmitido a los equipos que ahora estaban desaparecidos.
Mentir a sus amigos había sido lo más difícil, pero no podía evitar sentir que esa mentira se estaba volviendo más grande, más insoportable.
Sus pensamientos giraban en torno a la culpa, la ansiedad punzante que la mantenía despierta y que susurraba en cada rincón oscuro que, tarde o temprano, la verdad saldría a la luz. Miedo por el pasado, por haber estado en ese lugar tan solo un breve momento, y ya sentirse bajo el ojo invisible de alguien o algo.
Se encogió debajo de las cobijas, cubriéndose por completo, como si aquello pudiera aislarla de las voces, de la culpa, de la ansiedad creciente. Se obligó a sentarse, dejando que las voces de sus amigos continuaran resonando a su alrededor.
Sus dedos rozaron su mejilla, dándose unos suaves golpes en un vano intento de reanimarse, de no sucumbir. Cerró los ojos con fuerza al reconocer la voz de Wasabi, su mejor amiga, su líder de equipo. Wasabi estaba debatiendo, exigiendo con vehemencia que deberían seguir a Boruto y a los demás, dejando entrever su frustración y desconfianza en lo que estaban haciendo.
¿Cómo podría mirarla a los ojos sabiendo lo que ocultaba?
Namida, sintiéndose cada vez más atrapada, se levantó en silencio, deslizándose por la pequeña habitación. Se aseguró de no llamar la atención mientras se escabullía por los pasillos subterráneos del escondite, caminando con pasos cautelosos hacia los vestidores donde las chicas se cambiaban.
Namida no podía dejar de pensar en cómo Wasabi, su mejor amiga, no había notado nada extraño en su comportamiento.
¿Cómo era posible que no hubiera percibido su ansiedad, su nerviosismo constante?
La situación era tan sofocante que incluso la persona más cercana a ella no parecía verlo. Era como si estuviera atrapada dentro de una burbuja invisible, donde sus emociones se ahogaban en silencio, sin encontrar una salida.
Cada sonrisa que forzaba, cada comentario casual que hacía, estaba lleno de mentiras, y, sin embargo, nadie parecía darse cuenta.
Al llegar al vestidor, Namida apoyó sus manos en las bases de piedra, las mismas que usaban para doblar la ropa. La habitación pequeña y cuadrada, vacía, se sentía como una prisión de piedra, reflejo de su propio interior.
Sus ojos se fijaron en la nada, tristes y opacos, mientras los recuerdos la asaltaban. Recordó el momento en que Shikadai partió con su equipo y el de Sarada, cómo él, con una mirada seria pero confiada, le había encomendado mantener el orden en su ausencia. Era una tarea que, en teoría, debería haberle dado fuerza, pero, todo lo contrario. Se sentía completamente impotente.
Mirai estaba allá afuera, arriesgando su vida en una misión extremadamente peligrosa por todos ellos. Sabía que existía una posibilidad, por mínima que fuera, de regresar a su tiempo, de restaurar la línea temporal que se había perdido, de recuperar lo que el futuro les había arrebatado.
Pero mientras Mirai lo daba todo, mientras luchaba por ellos, aquí estaban ellos, viviendo en una ignorancia desesperante. Y Namida, que ahora conocía la verdad, no tenía idea de cómo proceder. Se sentía atrapada entre la lealtad a sus amigos y el peso de la verdad que la aplastaba cada día más.
Una voz la sacó bruscamente de sus pensamientos. Era una voz masculina, algo completamente fuera de lugar en el vestidor de chicas. Namida se giró de golpe, su corazón latiendo con fuerza, el miedo reflejado en sus ojos. Frente a ella estaba Taketori Hoki, serio, con su máscara habitual, aunque en ese momento arrugaba un poco el ceño, como si la tristeza o la preocupación lo atravesaran también.
Namida tembló ligeramente, todavía sacudida por el susto. Pero ver a Hoki ahí, sereno y firme, la hizo sentir un ligero alivio, aunque las preguntas seguían flotando en su mente.
— ¿H-Hoki-kun? — logró articular, todavía sintiendo la adrenalina del susto en su cuerpo. —
Hoki no respondió inmediatamente. Simplemente se quedó mirándola, cruzando los brazos y observándola con atención. Después de un largo silencio, habló.
— Has estado más callada últimamente. — Dijo, sin preámbulos. — ¿Estás bien?
Namida parpadeó, sorprendida por la franqueza de la pregunta. Rápidamente se recompuso, forzando una sonrisa y asintiendo.
— Sí... estoy bien, de verdad. — Respondió, tratando de sonar convincente. —
Pero Hoki no se dejó engañar. Su ceño se arrugó aún más, sus ojos, aunque ocultos bajo la máscara, parecían traspasar la fachada que Namida intentaba mantener.
— Tú... siempre has sido una llorona. — Dijo con voz baja, pero directa. — No eres de las que puede callar lo que siente, ni mucho menos dejar de llorar cuando algo te afecta. Y ahora, cuando Sarada Y ChouChou, se han fugado... no derramaste ni una lágrima.
El comentario de Hoki la dejó sin palabras. Namida sintió un nudo en la garganta. Hoki había tocado justo el punto donde más dolía: el peso de su mentira, la contradicción de su silencio.
Namida sonrió nerviosamente, forzando sus labios a una mueca que trataba de parecer despreocupada, pero cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera evitar que sus emociones se derramaran.
Pero el esfuerzo fue inútil. Pronto su expresión se derrumbó, y un puchero tembloroso apareció en su rostro. Bajó la mirada, sin fuerzas para responder, fijando sus ojos en el suelo. El silencio entre ambos se volvió pesado.
Hoki la observó en silencio por un momento, suspirando con calma, como quien ya ha llegado a una conclusión inevitable. Cerró los ojos un segundo, colocando sus manos en las caderas mientras jugaba distraídamente con su pie sobre el suelo de piedra.
— Lo sospechaba. — Comentó, sin reproche, como si hablara de una verdad que siempre estuvo allí, esperando ser confirmada. — Eres muy transparente, Namida. Es tan obvio...
Namida, sin levantar la mirada, notó que sus labios temblaban. Hizo un esfuerzo enorme para tragar el nudo en su garganta y controlar las lágrimas que amenazaban con caer. Quería hablar, pero las palabras no le salían. Finalmente, susurró, con una duda que parecía cargada de dolor:
— ¿Q-Qué quieres decir?
Hoki, sin dejar de mirarla, adoptó un tono más atrevido, casi como si intentara provocarla, pero de una manera que solo un amigo cercano podría hacer.
— Es evidente. — Dijo, inclinándose levemente hacia ella. — Sabes por qué se fugaron los equipos.
Namida no reaccionó al instante. Su mirada seguía fija en el suelo, sus manos temblaban ligeramente, pero su mente estaba en otro lugar.
¿Cómo lo supo?, pensó.
No había hablado mucho con Hoki. Lo conocía desde la academia, claro, pero nunca habían sido cercanos.
Hoki siempre había sido más reservado, enfocado en sus objetivos. Aspiraba a convertirse en un ANBU, siguiendo los pasos del legendario Hatake Kakashi. Para Namida, siempre había sido solo un compañero de armas, nada más. De hecho, su equipo ni siquiera había tenido un sensei hasta mucho después de la graduación, por lo que sus caminos rara vez se cruzaron.
El silencio se alargó, hasta que Hoki rompió la tensión.
— ¿Me equivoco? — Preguntó, con la misma calma analítica de siempre. —
Namida cerró los ojos por un segundo, sus pensamientos regresando rápidamente a aquella noche, recordando con dolor la conversación que había escuchado.
La voz de Mirai, la gran anciana... todo estaba tan claro en su memoria. A pesar de que las palabras le costaban salir, no podía seguir guardando ese peso sola.
— Es que, si lo digo así sin más... todo el mundo comenzará a especular, y las cosas se me pueden salir de las manos. — Expuso Namida Eventualmente. El aprendiz de Anbu no se inmutó. — Me encomendaron estrictamente evitar eso. Solo porque Shikadai-kun y los demás decidieron dejarnos atrás, no significa que quieran que los busquen.
Hoki abrió los ojos, más no entró en desesperación. El castaño enmascarado guardó la calma, tal y como había aprendido de su Excéntrico Maestro, y espero pacientemente a Namida, que iba a su ritmo. La niña, que, hasta hace unos minutos, era presa de su propia culpa, estaba acobijándose en la posibilidad de compartirla con alguien de pensamiento mucho más sereno que el de ella.
Hoki se dio cuenta que ella no dejaría pasar esta oportunidad.
— Todo esto empezó cuando Mirai-san regresó de su entrenamiento. ¿Recuerdas?, La Gran Abuela nos dijo que, para cuidar de las Olas del Tiempo, no podíamos manipular Chakra cerca de Mirai-san, por lo que ella hizo sus entrenamientos aparte. — Declaró la de las dos coletas altas. —
Hoki permaneció impasible. Como muchos, no se tragaban el cuento del entrenamiento. Al menos, se suponía que la persona común tenía que ser desconfiada luego de tantas mentiras vividas antes de un Cataclismo.
El propio Taketori no entendía por qué el resto de sus compañeros no se habían dado cuenta de lo sospechoso de los movimientos de Mirai, incluso después de escuchar la revelación de que Kawaki Y Boruto compartían las mismas experiencias con esos seres extraterrestres a los que se les temía con inquietud.
No podía ser por el pergamino, ¿verdad?
Si el pergamino afectaba incluso el razonamiento colectivo, entonces estaban perdidos, si es que su objetivo era vivir en paz de ahora en adelante.
Por esa misma razón, cuando percibió la actitud distante de Namida, y recordó cómo había intercambiado opiniones con Hako y Renga, Hoki decidió guiarse más por la lógica que por sus instintos.
Falló la primera vez, cuando Mirai regresó de su supuesto "entrenamiento", y poco después volvió a irse con la excusa de alargar la actividad.
¿Por qué saldría al exterior, cuando las cosas estaban más peligrosas que nunca para ellos? Todo estaba sobre la mesa, y él no fue capaz de verlo.
Por esta vez, la vacilación se escapó de su tono, Y Hoki, aunque buscaba la forma de mantener sus pensamientos con el mayor orden posible y sin guiarse por las advertencias inusuales de su corazón, sacó a relucir sus dudas con más claridad.
— Eso fue una Mentira. — Dijo. Una parte de él; La que se guiaba por las ganas de mantener a sus amigos a salvo, deseaba escuchar lo contrario. — ¿Verdad?
Namida frunció el ceño, y Hoki no pudo evitar sentir una punzada de nostalgia. Era la misma expresión que ella haría antes de romper a llorar.
Sin embargo, esta Namida, sobreviviente de un cataclismo y portadora de una verdad peligrosa, parecía más dolida, no por el miedo a lo que podría pasarle, sino por lo que podría ocurrir si alguien más se enteraba.
Casi podría decir que se sentía mal por Hoki también. Ella no aclaró nada, en ningún momento. Allí de pie, triste y observándolo sin pestañear, más que con un rostro apenado, alentaba a Hoki a concluir las cosas por sí mismo.
Taketori cargaba puesta la misma vestimenta que Namida y sus Amigos; Unas Pijamas grisáceas, con suéteres de la misma calidad encima de sus camisas abotonadas. Los tamaños no le quedaban a la perfección, y tuvo que acomodarse un poco el suéter de calidad delgada cuando con solo un movimiento de su mano hacia su mentón, provocó que la manga izquierda decayera de su hombro flojamente.
Namida lo miraba, triste y sin pestañear, como si esperara que Hoki llegara a las conclusiones por sí mismo.
— Mirai-san estuvo muy atenta cuando todo ocurrió. Tomó el papel de capitana y nos protegió cuando esos ninjas nos atacaron. — Reflexionó él en voz alta, una sombra de duda nublando sus ojos. — ¿Por qué de pronto se despega de nosotros tan fácilmente, dejándonos con una completa extraña? ¿Tiene algo que ver con esos ninjas del desierto?
Namida bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior, como si intentara detener un sollozo que luchaba por salir. Sin embargo, no dejó que las lágrimas cayeran.
— Yo era la... la que más miedo tenía... pero no sé... no sé por qué... — Sollozó finalmente. — ¡Ay, No!
— ¡¿Namida?! — Hoki, sorprendido pero fiel a su entrenamiento, reaccionó rápidamente. —
En un instante, dio un paso adelante, tomando a Namida por los hombros antes de que sus rodillas cedieran por completo. El mundo de Namida parecía tambalearse, y Hoki no pudo evitar preguntarse qué tan profundo era el peso de la verdad que estaba guardando.
¿Por qué?
En el tiempo medio en el que intercambió palabras con Namida, todo había ido bien. Sí, quizás estaba ansiosa; Alterada por el peso de la mentira que Hoki todavía no había desentrañado.
¿Será posible que las cosas eran tan grandes, que la habían abrumado? ¿Era algo más que solo una pequeña mentira de Mirai para escaparse a hacer algo en secreto?
La teoría de Hoki se desenrollaba en su cabeza, y temía que eso también fuese un problema. ¿Y Si el pergamino de Verdad afectaba su raciocino? ¿Puede el estado actual de Namida deberse a un cansancio mental?
— ¿A dónde fue Mirai-san en realidad? — Preguntó Hoki, su voz cargada de una urgencia que no había mostrado antes. — ¡Solo eso explicaría por qué Shikadai no quiere que los sigamos!
Namida respiraba entrecortadamente, tragando saliva como si intentara no ahogarse con sus propias palabras. Sus labios temblaban, pero ninguna respuesta clara salía de su boca. Hoki entendió que estaba al borde de un colapso, pero mantuvo su control.
— Yo fui la primera en descubrirla. — Dijo finalmente Namida, tosiendo entre palabras. — Escuché cuando le dijo a la Gran Abuela que había recibido una misión. Pero no era una misión común... ella nos está protegiendo de alguien que está cazando ninjas como nosotros afuera.
— ¿Qué? — Hoki sintió que su corazón se detenía momentáneamente. —
Namida continuó hablando, aún sin alzar la vista del suelo.
— Shikadai-kun lo sabía... por eso desconfiaba de Mirai-san... y por eso él... — Su voz se quebró una vez más. — ...por eso se fue con los demás.
Las rodillas de Namida finalmente cedieron, y ella cayó al suelo con las manos en el rostro. Las lágrimas surcaban su cara, como si finalmente hubiera cedido a la presión que había estado conteniendo.
Hoki no se movió de su lado, manteniendo una mano en su hombro mientras la otra le daba un masaje suave en la espalda. El único sonido en la habitación era el de los sollozos de Namida y el chisporroteo de las llamas en el pasillo.
— Tenía pesadillas... pensé que era la culpa, pero desde que Shikadai-kun se fue, no han hecho más que empeorar. — Susurró Namida, casi inaudible. —
Masajeando círculos en su espalda, Hoki la miró con una serena duda en sus ojos, como si el más noble de los ninjas hubiera cometido perjurio o un crimen relacionado con el honor. No resentía a Namida. Lo que palpitaba en su pecho con vehemencia estaba relacionado con la semilla de duda que se sembró en su cabeza cuando ella no desmintió que Mirai los había engañado.
Frotando las manos entre sí, Namida hablaba entre jadeos, interrumpidos por pequeños sollozos. Sus ojos cafés palidecían.
— Creí que... podría tratarse del castigo de la Luna... — Murmuró. —
Hoki abrió los ojos, sorprendido.
— ¿Del que nos habló la Abuela? — Preguntó él, manteniendo la voz firme. —
Namida asintió. El castigo de la Luna era algo simple pero no menos peligroso: Si la luz de la Luna alcanzaba a alguien del futuro menor de dieciséis años, caería en un sueño profundo, reviviendo el cataclismo como si fuera en carne propia hasta que se hiciera de día o hasta que un tercero lo privara de la luz lunar.
— Pero nunca fuimos alcanzados por el castigo. — Reflexionó Hoki sin titubear. — Solo llegamos a la etapa de ser marcados por la Luna. Nadie más que Boruto cayó en eso. Además, la Abuela nos escondió en la oscuridad después de aquello.
— Por eso lo descarté... Las pesadillas empezaron después de escuchar a Mirai-san y a la abuela hablar. — Se lamentó Namida en un último sollozo. —
No era miedo lo que Hoki veía en sus ojos. Namida era una niña buena; una que crecería para proteger a los demás. Por eso creyó que lo que vislumbraba no era miedo por ella misma, sino por lo que sus sueños podrían significar para el futuro de sus amigos.
Hoki consideró varias rutas a seguir, pero en todas priorizaba el bienestar mental de Namida. No sería justo dejarla con una culpa que no era suya. Y, sobre todo, no podía salir y seguir a Boruto, dejando a sus compañeros en riesgo, sabiendo que lo más claro desde que llegaron al escondite era permanecer ocultos del pasado.
Antes de que el aprendiz de Anbu pudiera verse a sí mismo en la situación de Boruto, los ojos cafés de Namida lo vieron, mostrando una tristeza profunda.
Namida seguía de rodillas, apretando los dientes con los labios temblorosos. Su rostro estaba bañado en lágrimas, y la feminidad con la que Hoki la conoció parecía haberse quedado en los restos de su antigua Konoha. Moqueaba, buscando en Hoki a alguien que pudiera darle claridad.
Sus mejillas estaban enrojecidas, consciente de lo lamentable que debía verse. Siempre había sido vista llorando, pero nunca de una forma tan desgarradora.
— Cuanto más los escucho, más me preocupo por Sarada y los demás. Me preocupo por ellos... y luego pienso en Mirai-san. — Manifestó ella, con la voz quebrada. —
El corazón de Hoki dio un vuelco. Un camarada no caía cuando moría, sino cuando se perdía a sí mismo y nadie lo ayudaba. Y Namida, en ese momento, parecía estar deslizándose por ese mismo camino. La ansiedad comenzó a brotar en él, un sentimiento que no le era habitual.
— ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Tengo que salir y decírselo a todos? — Preguntó Namida, desesperada. —
Bajó la vista, perdida en el suelo, como si dibujara en su mente los daños que sus palabras podrían causar.
— Le prometí a Shikadai-kun que no lo haría, que solo lo diría si no regresaban... ¡Pero, ¿y si es demasiado tarde para entonces?! ¡¿Y si Mirai-san también está en peligro?!
El rostro de Namida se apagó ante ese pensamiento. Hoki, entrenado para detectar mentiras y desglosar la mente humana, enfrentaba una dificultad mayor: la de un compañero de armas, alguien que compartía su soledad de huérfano.
Manteniendo la calma con esfuerzo, Hoki se arrodilló frente a Namida, sujetándola por los hombros. La miró directamente, con una seriedad decisiva. Ambos sabían, sin embargo, que Hoki también sentía miedo por el incierto futuro que se cernía sobre ellos.
— Eso no va a pasar, es Mirai-san de quien estamos hablando. — Expresó con convicción, aunque su tono traicionaba una leve vacilación. —
Los hombros de Namida se sacudieron ante la afirmación. Hoki se lamentaba por lo que estaba a punto de decir.
— Lamentablemente, Mirai-san parece el tipo de persona que antepondría la seguridad de los demás, aunque eso implique mentirles. Si nos engañó, aun siendo ninjas, no fue porque ella lo quisiera... tal vez simplemente no podía.
— ¿Qué... cómo dices? — Namida palideció aún más en su estado decaído. —
Hoki asintió, dándole un par de palmadas en los hombros. Su tono cambió de serio y pesado a uno más tranquilo y resignado.
— Mirai-san es una Chunin que protegió al Hokage porque fue considerada madura para liderar, no es idiota como para ocultarnos la verdad si la necesitara. Si no nos llamó, es porque el peligro nos amenaza directamente.
Después de lo que parecieron los minutos más largos de su vida, Namida se recompuso, acariciando su rostro hinchado por las lágrimas. Ordenaba las palabras de Hoki en su cabeza, con mayor frialdad.
Cuando Hoki se puso de pie, observó a Namida en busca de dudas, pero ella misma parecía haber llegado a una conclusión.
— Hoki-kun...
El nombrado cerró los ojos, anticipando la pregunta.
— ¿Puede caber la posibilidad de que me esté ocurriendo lo mismo que a Boruto-kun?
Hoki no respondió de inmediato. Lo único que pudo ofrecerle fue una mirada de desdén hacia el suelo. No estaba seguro, y la única conexión entre Namida y Boruto eran los sueños que se sentían demasiado reales. Ninguno había mostrado síntomas del castigo de la Luna.
— ¡Hoki-kun! — Exclamó Namida, algo impaciente. — ¿Es posible? ¿Es algo malo?
— No soy quién para asegurarlo. — Respondió finalmente, mirando a Namida como se suponía que debió hacerlo desde el principio: como a una compañera Shinobi. —
— Y tampoco podemos hablarlo con la abuela. Si escuchó que Mirai-san recibió una misión y no trató de detenerla, entonces puede que también nos haya estado mintiendo para protegerla.
Namida frunció los labios, como si Hoki le hubiera quitado las palabras de la boca. Su lógica era impecable, tal como se esperaba de un estudiante de Yamanaka Sai.
Hoki miró con desconfianza a la nada. Recopilaba cada momento que había pasado por alto, cada detalle que antes había ignorado.
— No la trataría como un enemigo. — Concluyó. — Mirai-san nunca demostró serlo. Y la abuela... es una aliada.
— Pero, ¿Qué hacemos ahora? — Preguntó Namida. Como si tuviera en la palma de su mano todos sus miedos, apretó el pecho de su pijama en un puño. Desvió la mirada de Hoki. — Sarada, ChouChou, Boruto-kun... todos también deben de estar en peligro. Pero por más que lo intenté, Shikadai-kun insistió que tenía que ser él quién enfrente a Mirai-san...
— Y Es mejor así. — Interrumpe Hoki. Antes de que Namida cuestionara, él se cruzó de brazos, reflexionando sobre lo ocurrido. — ambos tienen su historia. De todos los que estamos aquí, los que crecieron con la misma persona como una figura paterna, fueron ellos dos. Para mí, es obvio que la tensión entre ellos tiene que ver con alguna decisión de Shikamaru-san.
Namida tragó saliva.
— ¿Por qué... crees eso?
— Por su historia familiar, aunque no puedo decir mucho de eso, no estoy al tanto de los detalles. — Suspiró Hoki. — Pueden ser muchas las razones por las cual Mirai-san decidió dejarnos fuera de su plan, pero, independiente cual sea la razón, mi pregunta sigue siendo la misma: ¿Por qué se escabulliría para cumplir una 'Misión'? ¿Por parte de quién? Ya no hay aldea que nos ate, no conocemos a nadie en este tiempo; estamos solos.
— ¡Ah...! — Iluminada por el recuerdo, Namida se divisó satisfecha de haber estado rebobinando la conversación de la Abuela con Mirai. Afirmó en una exclamación susurrada, como si sintiera que al decírselo a Hoki, él mismo encontraría la mejor manera de salir de esta situación. — ¡Es cierto...! Le mencioné a Shikadai-kun que Mirai-san dijo algo sobre El regalo de bodas de la Hermana del Señor Feudal.
Hoki se mostró interesado.
— ¿Un regalo de bodas? — Se repitió las palabras en voz baja. — ¿No escuchaste quién le dio ese deber?
Namida negó con la cabeza. Vacilante, se acercó a Hoki, para asegurar que lo que se discutiera, se quedaría entre ambos.
— Si de mi surgiera una conclusión, por más que me atemoriza esa posibilidad... — Opinó miedosamente la castaña. — ...Podría decir que, la persona que le dio a Mirai-san ese deber, fue alguien que conoce a la abuela. Antes de volver con los demás, logré escuchar a la abuela preguntarle qué misión le habían otorgado.
— ¿Mencionó un nombre?
— Desgraciadamente, no... Pero esa falta de información no evitó que Shikadai-kun se fuera. — Otra vez, Namida se lamentó. Aunque ella no podía hacer nada contra los sentimientos de un amigo, seguía sintiéndose culpable por la inseguridad que vivían sus amigos allá afuera. — Sé que tiene a Inojin-kun con él, y el equipo siete es bueno defendiéndose individualmente. Pero, ¿Y Si los sueños que tuve, resultan ser lo mismo que lo que le ocurrió a Boruto-kun? ¡Eso también podría poner en peligro a los demás!
— Son solo eso: Sueños. — Dijo el enmascarado, llevándose una mano al mentón. Tampoco quería descartar un posible peligro que involucrara esos sueños. — Discutimos entre todos que, quizás la experiencia que tuvo Boruto sobre ver a un Joven Séptimo, se debe a sus circunstancias únicas como un Ōtsutsuki. Después de todo, teorizamos que la responsable del comportamiento de la luna sea Eida, y que los efectos que ella tenía sobre nosotros, de alguna manera, se invirtieran retorcidamente, ya sea para hacernos daño o para beneficiarnos.
— Pero si yo también viví sueños extraños sin haber sido afectada por la Luna, entonces los demás también pueden llegar a sentirlo. — Añadió Namida con tristeza. —
Sin embargo, el desarrollo de la teoría latente de Hoki solo estaba comenzando a expandirse. Seguro, miró a Namida en silencio. La Genin no se percató que estaba siendo observada, hasta que Hoki la llamó por su nombre.
Luego de afirmar su escucha, Namida se movió incómodamente bajo la mirada de escrutinio del Taketori. Pasaron unos segundos hasta que sus argumentos estuvieron completos.
— ¿Tus pesadillas te obligaban a ver a alguno de tus padres, o algo involucrado con el Cataclismo?
Los ojos chocolate de la castaña, se abrieron tanto como podían.
El color había desaparecido de su rostro. Ahora que lo pensaba fríamente, ella le contó a Hoki sobre haber tenido pesadillas; Nunca le mencionó qué era lo que aparecía en ellas.
— Eso... — Perpleja, Namida intuyó lo que pasaba. — ¿Qué querría decir eso...?
— ¿Has tenido contacto cercano con Eida en el pasado, Namida? — Un poco más ansioso, Hoki se aproximó a la niña, que solo por susto, retrocedió un paso por la pronta cercanía. —
Namida titubeó, y luego de tratar de recordar sus últimos meses en Konoha, negó.
— Solo la he llegado a ver desde lejos, nunca tuve una conversación adecuada con ella...
Sin dejarla terminar, Hoki le dio la espalda, caminando por la pequeña habitación utilizada como vestidor. Hablaba para sí mismo, pero lo suficientemente alto para que Namida fuera testigo de sus sospechas.
— De todos, Boruto ha sido el más cercano a ella; Vivieron juntos en la misma casa hasta el momento del declive. — Los ojos de Hoki destellaron al encontrar un hilo de pensamiento; minuciosamente delgado, pero con los argumentos moderadamente construidos para hacerle frente a las dudas que, hasta hace una hora, su corazón había ignorado. — De pronto, ocurre ese fenómeno lunar, y Boruto es el único que cae desmayado. Sarada nos comparte todo sobre los Ōtsutsuki, y pese a todo eso, ignoramos la Ausencia de Mirai Y Nadie más indaga sobre el sueño de Boruto, después que lo reveló. La abuela estuvo sospechosamente más centrada en que Eida sea una pactante, que por la evidente prueba de que la Konoha de este tiempo también peligra, si es que el Séptimo que Boruto vio, realmente se trate del Séptimo dieciséis años más Joven.
— ¿Hoki-kun?
Como la base céntrica de un reloj, que veía la manija de segundos girar, Namida seguía a Hoki con la mirada. Su dificultad para comprenderlo no era una tontería; era absoluta. Sin embargo, sentía que, si lo interrumpía, Hoki perdería el hilo de pensamiento, y una posible solución se esfumaría.
Tres pasos. Bastaron solo tres pasos para que Hoki acercara su rostro a Namida, y ella viera en él una expresión que, por más que ella rebuscara en sus recuerdos, no recordaba haber visto en Hoki. El enmascarado estaba ansioso por respuestas, y parecía haber encontrado la que buscaba.
— ¡¿Cuándo fue que escuchaste a Mirai-san y a la Abuela hablar?! — Preguntó él. —
Namida no tardó mucho en responder, lo tenía fresco en la cabeza.
— Al llegar de su supuesto entrenamiento. — Respondió. — Iba a darle su comida, y escuché por accidente su conversación. — Se tomó un minuto para pensar, y con los ojos decididos, se dirigió a Hoki. — Eso fue antes de lo de la Luna, y por extensión, antes que Boruto-kun revelara su sueño.
— ¿Tus pesadillas comenzaron desde entonces?
— Así es. — El entrecejo de Namida se frunció, y un breve puchero tembló en sus labios. — Desde aquél entonces, casi no duermo... no dejo de pensar en lo mucho que oculta la abuela, aunque no la considero una enemiga.
— ¡Eso es! — Habiéndose deleitado con la confirmación de su teoría, Hoki chasqueó los dedos. Miró a Namida con una confianza serena. — ¡Creo tener la respuesta! O... bueno, espero tenerla. Solo necesito más detalles.
— ¡¿La tienes?! — Los ojos de Namida se abren, y ella aprieta los puños con nerviosismo. — C-Cuéntame lo que se te vino a la mente, quizás pueda ayudar.
— Verás, me baso en cómo funcionaban los Poderes de Eida con las personas que lograron verla. — Le dijo él, levantando el dedo en señal de confianza a su propio juicio. — La gente caía perdidamente enamorada, o a las de voluntad fuerte, sencillamente eran incapaces de contrarrestar su técnica solo con verla a los ojos. Quizás lo que nos ocurra funciona de la misma manera.
— ¿"Lo que nos ocurre"? — Preguntó Namida, temerosa de escuchar la verdad de lo que, según Hoki, creía que les ocurría. —
El enmascarado le fulminó con la mirada. Los ojos azules del castaño brillaban con una confianza aterradora, nunca antes vista en un niño que, hasta solo unos meses, ansiaba ser como su ídolo. Ahora pensaba bajo el contexto de que, cualquier mala teoría, podría costarle la vida.
— Tengo razones para pensar que nuestra manera de pensar se está viendo afectada por el encierro, Namida. — Reveló finalmente. —
Namida se ahogó en su silencio. Estaba estupefacta, pero no se tomó la molestia de preguntar.
— ¿No te diste cuenta? Las mentiras descaradas, los obvios intentos de retrasar nuestras salidas al exterior, las idas y venidas en cada frase de la abuela. ¿No se te hace extraño? — Hoki se acercó. Su tono de voz fue más apesadumbrado. — Éramos ignorantes de cosas que originalmente hubiéramos puesto en duda desde la primera vez que pisamos el refugio. Sin embargo, no importa qué tantas excusas nos ponga la abuela, incluso Iwabee se ve inusualmente sumiso ante alguien que nunca le mostró agresividad. Piénsalo.
Tomando eso en cuenta, Namida abrió la boca al quedarse perpleja.
Ella misma lo había pensado, justo cuando se levantó de su cama improvisada y haberse dirigido hasta aquí; Wasabi, su mejor amiga, quien era bien conocida por ser igualmente de explosiva que Iwabee, ni siquiera se había dado cuenta de la desaparición de Namida. Estaba centrada en discutir con los demás la razón por la que Boruto y los demás se habían fugado.
Desentrañando más, lo analizó bajo el foco que Hoki había puesto: Wasabi y los demás no discutían sobre la fuga porque sospecharan que algo ocurrió; Discutían sobre la fuga porque querían que regresaran con ellos.
Namida sintió una punzada en su pecho.
Las pesadillas que había estado teniendo, podrían haber sido aterradoras y sofocantes. Pero, más importante porque estaba viva; Su amiga no estaba actuando con el razonamiento por el que era conocida. Wasabi y los demás estaban actuando indiferentes, incluso parecían haberse olvidado de la luna.
— Ella hubiese sido la primera en protestar. — Murmuró la castaña. —
— ¿Qué? — Preguntó Hoki, con cautela. — ¿Quién?
Namida bajó la mirada. Ya no era tristeza lo que se envolvía en su corazón.
Era desilusión; Estaba desilusionada de sí misma.
— Wasabi-chan... ella... no es la misma. — Dijo claramente, sumamente arrepentida de no haberse dado cuenta antes; había dejado a su Amiga como alguien ignorante, cuando posiblemente, ni siquiera tenía el control de sus acciones. — Ella hubiera buscado la forma de enfrentar a la abuela, y salir en busca de Sarada y ChouChou... al menos, se hubiera ido en busca de Sarada y Shikadai, y los hubiera encarado por haberla dejado atrás. Desde que se convirtió en Chunin, se toma su papel de líder muy en serio.
Taketori cerró los ojos, y luego de soltar un poco de aire, se enderezó frente a Namida. Sin expresión alguna; Sus ojos fijos en ella, habló firmemente, pero con un hilo de voz vacilante. El propio Hoki no quería creer en su propia conclusión.
— La abuela dijo que el tiempo transcurre de manera diferente en nuestros cuerpos; Los mismos pueden provocar cambios en el entorno, de alguna u otra manera. — Comienza el castaño de Ojos azules, mirando a Namida como si fuese un gato. — La abuela nos dijo que los adultos nos temían porque, de estar cerca de nosotros, podríamos provocarles secuelas que los afecten de manera física. Somos los únicos que estamos por debajo de los dieciséis años. ¿Y Si la el encierro actúa como una burbuja? Tú, que como todos los demás, hiciste todo ese entrenamiento sin preguntar más de lo necesario, sufriste un cambio abrupto en tu manera de ver las cosas, justo después que escuchaste a Mirai-san hablar sobre un peligro; Uno que involucraba directamente a nuestro tiempo.
Namida se llevó las manos a la altura del pecho, apretando los puños ansiosamente. Hoki utilizó su mano para apuntar hacia la puerta del vestidor, que llevaba al pasillo iluminado por antorchas.
— Ningún otro a cuestionado más desde que llegamos a esta parte del escondite. — Gruñó Hoki, impotente. — Denki, que fue el responsable de llevar el foco hacia Eida cuando Sarada habló de una posible conexión con la situación de Boruto, estuvo inusualmente ignorante todo este tiempo. ¿No es anticlimático? ¿Denki? ¡¿El primero que se sentaría a meditar las cosas, más si se trata de Boruto?!
— Antes pensábamos que Boruto-kun se desmayó a causa de un efecto adverso de la posible técnica de Eida-san. — Añadió Namida, silenciosamente. Hoki permitió que ella complementara su teoría. — Pero pudo no haber sido eso... la razón por la que Boruto-kun se desmayó y tuvo ese sueño después, pudo deberse a que la técnica conectada con Eida-san haya servido como una especie de estímulo... ¡Por eso insistió en respuestas cuando la Abuela llegó!
— Y Ella dirigió la atención a Eida poco después. — Completó Hoki, y apuntó a Namida con una cínica empatía, como dos locos más cuerdos en un Manicomio. — ¿Boruto volvió a hablar de ello?
Namida negó dócilmente con la cabeza.
— Antes de eso, Mirai-san volvió a desaparecer, cosa que incluso yo ignoré hasta ahora. Para aquél entonces, no reaccionaste hasta que Shikadai la atrapó, ¿No es así? — Indagó el niño Anbu. — Namida, tu experiencia puede ser prueba de lo que digo, y basándome la mía propia, puedo asegurar que lo que dijo la Abuela sobre la gravedad de nuestra presencia como refugiados, no es mentira. Nos afectamos incluso entre nosotros.
Namida ahogó un quejido.
— ¡¿E-Entre nosotros...?! ¡Pero no estamos enfermos!
— No necesariamente puede ser eso. — Hoki levantó la mano para detener sus preocupaciones. — Al menos, entre nosotros no llega a lo físico porque procedemos del mismo "Tiempo", ¿Entiendes?
— El mismo tiempo... — Reflexionó Namida. Ella abrió los ojos. — ¡Ah...! ¡Claro! ¡Incluso los adultos de nuestro tiempo, son considerados de este tiempo, porque ya existían para este entonces!
— ¡Eso es! — Alabó Hoki. Casi al mismo tiempo, los dos se hundieron en sus lugares, aumentando la cercanía en ambos para acentuar más el secreto recién descubierto. — Si interactuamos con adultos refugiados, correrán el riesgo de verse afectados porque nuestra presencia es como si el propio cataclismo los hubiese seguido hasta aquí. Basándome en la inusual falta de atención que experimenté, nuestro juicio se ve afectado como una especie de mente de colmena.
Hoki usó sus manos para dar forma a algo imaginario, como si agarrara entre ellas una pequeña pelota.
— Si ninguno de nosotros se ve interesado en algo, los demás no van a pensar lo mismo; La Abuela sabía esto, y nos mantuvo ocupados con el mismo entrenamiento y las mismas clases sobre el Pergamino prohibido.
Namida quería enfrentar esa realidad; Compartir su propia experiencia a más detalle, pero Hoki la detuvo, poniendo una mano en su hombro para apaciguar sus ansias.
— Decirnos sobre los daños que le haríamos a los adultos, activarían algo en nosotros. — Explicó Hoki. — Es posible que la Abuela en verdad buscaba protegernos, quizás sí tenía la intención de sacarnos al exterior para aprender a cuidarnos... pero luego de lo que sea que Mirai-san hizo, haya cambiado de planes, y no vio conveniente involucrarnos. Es algo serio.
— ¿Y Qué va a pasar con los demás? — Preocupada por la salud mental de sus amigos, cuestionó. — Si de verdad todo es como una mente colmena, este lugar es peligroso también... ¡Nuestros amigos...!
— Pueden morir, eso ya lo sé. — Calló Hoki, en un volumen bajo y medido. Miró con sospecha a la pared, como si estuviera viendo a la mujer anciana a los ojos. — La Abuela puede haber estado pensando en eso también. Lo dije, no la veo como una enemiga. Por lo tanto, si de entre nuestros compañeros una mala idea se expande, estoy seguro que ella haría lo que sea para apaciguarla. Es nuestra protectora, ese es su papel; Hay honestidad en sus ojos.
— Aun así...
— Más importante ahora, Namida.
Con un tono de voz firme, pero medido, se superpuso sobre la propia voz de la castaña. Namida se hundió un poco de hombros cuando Hoki la miró, esta vez, con una apagada esperanza. Ninguno de los dos había cruzado tantas palabras, a menos que Shino-sensei los haya puesto juntos en algún ejercicio de la Academia. Pero, por algún motivo, Namida ya no se sentía ajena a esos ojos.
Era como si, después de todo este tiempo de haber sido la única que se había individualizado del pensamiento de colmena, finalmente había encontrado un aliado confiable en el qué sostenerse sin sentir culpa alguna.
Ella tragó saliva. Era Ninja, no se suponía que ningún trabajo sea fácil. Pero, cuando su aldea cayó, pensó que su vida como Ninja había llegado a su fin. Una tormenta de emociones complejas sobrecargaba a su estómago con tensión.
La adrenalina corría por su sangre, y el miedo se le subía por la garganta. Y muy profundamente, un sentimiento nostálgico renacía desde sus raíces marchitadas.
Era el mismo sentimiento de adrenalina, miedo y emoción que experimentaba cuando Hanabi-sensei les encomendaba una Misión en solitario.
— Lo que despertó momentáneamente a Boruto, pudo ser la técnica de Eida. Después de todo, él pudo haber desarrollado lazos con ella, y fueron esos lazos los que jugaron un papel importante para alejarlo momentáneamente de los demás. — Razonó Hoki, serio. Sin apartar sus ojos de los de Namida, bajó un poco la cabeza; Sus ojos se ennegrecían. — La sobrecarga de la verdad lo abrumó, e inconscientemente, nos contagió, hasta que la Abuela calmó las cosas. Pero tú, que ya estabas afectada y no lo habías compartido con nadie, yacías metida en tus pesadillas. Como Shikadai indirectamente estaba conectado a la razón de tu despertar, y a espaldas de todo el mundo, tu inexplicable miedo y ansiedad no se debían a algún efecto del pergamino: Estabas regresando a un estado en el que ya eras consciente del peligro que yace afuera. Ese mismo estado se lo contagiaste a Shikadai cuando le contaste la verdad, y por extensión, él lo hizo con su equipo y Boruto... Ahora que están solos en el exterior, seguramente tendrán más estímulos al estar en un equipo reducido a comparación de los que estamos aquí. No peligran de ignorantes... aunque sí no se salvan de tener peleas entre ellos, pero confiemos en él. Después de todo, fue el primero en 'Despertar'. Puede que el solo encuentro con un Joven Séptimo lo haga despertar constantemente de la mente colmena.
— ¿Y Tú...? — Sudando frío por la detallada explicación, Namida se aventuró en preguntar. Seguía sorprendida de que Hoki haya llegado a este fin por sí solo. — ¿Como fue que despertaste tú?
Los ojos ennegrecidos de Hoki regresaron a la normalidad. Tuvo la osadía de parecer sorprendido por un instante, hasta que habló resignadamente.
— Ah. — Se rascó el lado derecho de la cabeza. Parecía estar avergonzado, aunque estaba serio como para confirmarlo. — Fue gracias a Inojin.
Namida no tuvo reparos en parecer sorprendida, y se sostuvo los bordes del suéter para controlar su ansiedad.
— ¡¿Inojin-kun?! — Exclamó. — Pero... Um... ¡¿C-Cómo...?!
Se detuvo a pensar, pero no encontró nada. Creyó que al haber entendido la complicada conclusión de Hoki y al haberse separado de la consciencia colectiva de sus amigos, habría ganado un poco de experiencia y recuperado su propio razonamiento. Pero supo que, en definitiva, había recuperado su razonamiento, pero porque no había entendido a Hoki por completo.
Namida se dejó caer de hombros, mirando a Hoki con los ojos en blanco y los labios fruncidos hacia abajo.
El castaño no resistió la vergüenza, y sonrió bajo la máscara, riéndose tontamente frente a una Namida necesitada de detalles. El rosa se filtró por encima de los bordes de su máscara.
Lamento los errores ortográficos.. ¡Ahora estoy en Celular y me estoy acostumbrando!