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05 Berman y Anais

Ya en la iglesia se encuentra Berman con sus padres y su hermana Lisa. Él se dirige a la clase de jóvenes adolescentes junto a sus amigos Romario y Yuri Pinares.

La rutina de la iglesia es la misma de siempre. Empieza con la escuela sabática en la que se juntan en grupos pequeños las personas adultas a repasar un curso al que le llaman lección y que se supone que deberían estudiar diariamente, pero que casi nadie lo hace, así que en vez de ser un repaso, los sábados en este espacio son más bien un estudio de la lección semanal.

Mientras los mayores hacen esto, los niños están divididos de acuerdo a sus edades en distintas clases.

La clase de cuna para bebés de 0 a 3 años, de infantes para niños de 4 a 6 años, de primarios para niños de 7 a 9 años, de intermediarios para niños de 10 a 12 años y la de jóvenes, que es para adolescentes de 13 a 15 o más años. Berman está en la de intermediarios. Allí acuden los hijos de los hermanos adultos o a veces visitas invitadas por otros niños de allí, porque los maestros suelen hacer sus clases mas interesantes que lo que hacen en el colegio.

Después de este espacio viene el culto divino, que es un espacio más especial, mas pulcro (santo), en el que predica algún hermano o pastor importante.

En clases de intermediarios, la maestra Karen está enseñando una lección sobre la valentía de Josué al conquistar la tierra de Canaán y Berman reflexiona "tal vez yo soy descendiente de Josué, y por eso cruce la cerca tan serenamente con una valentía inusitada. La verdad es que hasta ahora no me explico que pasó. Como lo pude haber hecho. Todo estaba saliendo tan bien, hasta que… espera, espera, espera. Aún no lo había pensado… pero… pues claro. ¿Cómo michi regresó el profesor tan rápido si acababa de salir a cenar?. Ese fue mi error. Mi craso y funesto error. Me las pagarás Fabiola Tinado. Lo más seguro es que tú le hayas llamado. No había margen de error hasta eso. Bien. Al menos ya sé dónde fue mi talón de Aquiles".

De pronto, se abrió la puerta. Era Yesica Chura. Una niña gordita, compañera de clases de Berman e hija de una hermana muy influyente en la iglesia. Pero Yesica no estaba sola, tenía una invitada con ella. A pesar de que la clase ya estaba por finalizar, la maestra Karen las dejó ingresar y las hizo sentar al lado derecho de Berman.

- ¿Cuál es tu nombre amiguita? – preguntó la maestra Karen a la invitada de Yesica

- Anais – respondió la niña nueva.

- Es mi amiga, vivimos cerca – prosiguió Yesica.

- ¿Son compañeras en el colegio? – preguntó la maestra.

- No – respondió Anais – yo estoy en 1A y Yesica en 1C.

- Siéntate cómoda Anais. Estamos viendo la historia de Josué. ¿Le prestas tu lección Berman? – invitó la maestra

- Pero Berman se encontraba inmóvil, mudo y nervioso.

- ¿Berman? – alzó la voz la maestra.

- Jajaja – lanzó una carcajada Romario Pareja con su hermano – sal de acá miedoso, yo le prestaré mi lección maestra – se acercó a la posición determinada – hazte a un lado Berman, ya estás por orinarte del miedo.

- Ey Romario – interrumpió la maestra Karen – cuida tus palabritas.

- Que grosero Romario – dijo Yesica

- Tranquilas – se defendió Romario – pero yo las ayudaré.

- Prefiero que lo haga Berman – pidió Anais. Dejándolo avergonzado por las risas de todos en la clase, menos de…

El asombro fue tal para Berman que salió disparado del salón. Sin importar sus cosas corrió hasta su casa. Bien sabía que si no volvía su padre se enfadaría con él. Pero no quería volver.

Ella era. La chica nueva, aquella que lo miró tan dulcemente la semana pasada. Ella era Anais, a quien el profesor le había encomendado entregar la pulsera. Solo que en vez de acercarse a hablar y pedirle el favor que necesitaba salió corriendo.

"¿Pero que he hecho? No puede ser. La malogré. Ahora como me acerco a hablarle y le pido que me ayude. ¿Qué me pasó, por qué salí corriendo sin siquiera verla? No la vi fijamente pero mi percepción la sintió en un vestido azul con el cabello trenzado ligeramente. Sentí que era muy bonita, muy especial, muy angelical. Sí. Exacto.. Angelical. Ella es un ángel, mi ángel. El ángel de mi destino, la que me detuvo la respiración sin siquiera verla, la que desorbitó los latidos de mi pecho con tan solo su caminar. No entiendo que me está pasando. ¿Acaso me habré enamorado? ¿Así es el amor? Ya no puedo volver a la iglesia porque haré mi roche (verguenza)".

Sacó el celular del bolsillo y escribió un mensaje de texto a su padre... - "papá, no volveré a la iglesia, estoy en casa. Quiero hacerte una pregunta por favor, estoy desconcertado. Se trata de una niña. Te explico cuando vuelvan"-

De pronto llega un mensaje de texto al celular de Berman.

- Oie, que te pasó. Anais quería conocerte. Por eso fue a la iglesia – es el contacto de Yesica.

- Ni yo lo sé compañera. No entiendo.

- Mira, acá estamos aburridas. La llevaré a tu casa, y sales a afuera para hablar un momento. Solo te la quiero presentar – se lee en el segundo mensaje de Yesica

- Espera… no hagas eso por favor. Estoy nervioso – escribe Berman.

Más al parecer Yesica no vio el último mensaje, puesto que Berman no recibió respuesta. Se quitó la corbata, enseguida la camisa. Se mojó toda la cabeza con agua para refrescar sus ideas y se puso un polo ligero pero elegante.

Buscó aquel perfume que usaba cuando iba a los cumpleaños de sus amigos, y se lo puso en todo el cuerpo. "tengo que estar cuerdo. Es solo una niña. Nunca me ha gustado una. Vamos Berman, tu puedes estar sereno. Es solo una niña" Mientras intentaba retener sus emociones, Yesica tocó la puerta de su casa y lo llamó.

Berman caminó flagelante, porque un tumulto de mariposillas revoloteaban por su estómago, pero consiguió abrir la puerta y sonreír al saludo.

- Hola chicas, ¿Cómo están?. Yesica

- Hola Berman. Bueno, te presento a Anais.

- Mucho gusto Anais. Que bonito nombre.

- Hola Berman. Quería conocerte.

- ¿Así? – pregunta Berman – y a que se debe tal privilegio.

- Mi papá, el señor JC, que tiene una radio con ese mismo nombre me habló de ti y de tu aguda voz para recitar poemas.

- ¿Poemas? – pregunta Berman decepcionado, ya que creyó que la niña lo buscaba porque también gustaba de él. Pero en fin solo era por los poemas.

- Sí. Mi padre no tiene mucho tiempo para salir, pero me pidió que te buscara para invitarte a recitar en la emisora uno de tus poemas.

- Claro Anais – responde Berman – Con gusto

- Por cierto, ¿por qué te saliste corriendo de la Iglesia? – pregunta Anais como sabiendo que tiene el control sobre él, ya que mientras Berman parece tremendamente embobado por su encanto adolescente, ella simplemente lo buscaba por encargo de su padre.

Berman siempre pensó que cuando el amor le llegaría, sería recíproco. Es así que ante tal circunstancia, se quita un peso de encima. Pues aunque la niña sea extremadamente bella, si no siente atracción por él, pues tampoco él debería sentir algo por ella, porque su primer amor ha de ser mutuo.

Increíblemente ante esa respuesta siente alivio y se relaja. "Quizá estaba nervioso porque el primer día que la vi y me miró de tal forma que yo estaba seguro que le gustaba, aunque no lo quería aceptar, pero ahora que sé que no es así, y no tengo complemento con ella, no hay motivo para ilusionarme con algo imposible".

- Sí. Es que al oír tu nombre recordé algo y fui a traerlo – responde Berman sonriendo tranquilamente

- ¿Algo? – pregunta Yesica contrariada ante la respuesta, pues creía que Berman tambalearía de nervios y quedaría en ridículo, pero él esta inentendiblemente calmado.

- ¿Y qué tiene que ver conmigo? – presiona Anais – ¿por qué dices lo de mi nombre y sales por algo? ¿Qué es Berman?

- Mira Anais. Yo necesitaba conocerte. Pero es un asunto más privado

- Yesica. Te parece si nos dejas un momento – pide Anais sorprendida por la ansiedad de responder a sus preguntas.

- Ok. Estaré en la tienda tomando un refresco. Pero no demores ah – dice Yesica alejándose de la pareja.

- Ahora sí. Dime ¿por qué me querías conocer? ¿Es por el otro día en el que te vi en el colegio delante de tus compañeros? – pregunta inquietante Anais, queriendo llegar al punto de su versión.

- No – responde Berman, sabiendo que revertió la situación.

- Entonces Berman… Dime por favor – pide desesperadamente la niña.

- Mira Anais – explica Berman – yo no sabía quién eras. Pero estaba buscando a una niña nueva con ese nombre. A la verdad el otro día que me viste en el colegio no tenía idea de tu nombre, solo supuse que eras nueva, más independientemente de que seas tú, yo estaba buscando a alguien con tu nombre, y tú llegaste caidita del cielo Jeje – ríe Berman.

- ¿Por qué? ¿para qué me necesitas?

- Tuve un desencuentro con el profesor pajarito

- ¿Quién?

- Es el auxiliar del colegio, el que cuida el colegio – responde Berman

- Ya… ¿y? – pregunta desdeñosa Anais

- Tengo una pulsera suya, que sin querer terminó en mis manos. Y para redimir mi castigo me pidió que la entregara a una niña nueva de nombre Anais. ¿Él te conoce? – pregunta Berman para distraerla y que no le genere preguntas concretas sobre el que hizo para recibir tal castigo.

- No lo sé – responde la niña – tal vez es porque estos días he llegado tarde

- ¿Le diste tu nombre? – pregunta Berman, aunque ya sabiendo que todos los tardones dejan su nombre para ingresar.

- Pues sí. Me hizo anotar en un cuaderno.

- Tal vez por eso. Yo le pedí que fuera a cualquier otra niña conocida, pero el profesor quiso que sea más emocionante el hecho de la búsqueda.

- Uhm… - piensa la niña dubitativa.

- Si te preguntas el por qué no te lo doy ahora, es porque el profesor pidió exclusivamente estar en el momento que te pondré la pulsera. Y yo había vuelto a casa para llevarte la pulsera y mostrártela para pedirte el favor, pero ya que viniste y te dije todo esto, te la daré cuando sea el momento.

- Muéstramela ahora por favor – suplica Anais.

- Créeme que te será más emocionante cuando te lo muestre allá.

- ¿En serio? no me hagas esto, que me muero de la curiosidad.

- Tranquila. Para que no esperes mucho será este mismo lunes – dice Berman confiado.

- Está bien – responde la niña.

- El punto es que hay un pequeño detalle después. Me tienes que devolver la pulsera por la tarde.

- ¿Quééééé? – pregunta enojada Anais

- Es que el favor realmente es ése. Pues si no fuera así no te lo pediría. Simplemente te buscaría en el colegio y te lo obsequiaría sin aviso alguno.

- Es verdad… más ¿para qué lo quieres de vuelta? – pregunta inquietante la niña.

- Quiero darle a otra persona – culmina Berman.

La niña se paraliza. Parece como si el pecho se le oprimiera. Por sus hermosas pupilas brillantes se deslizan suavemente unas disimuladas lágrimas.

- ¿Estás bien? – pregunta Berman preocupado y confundido a la vez – ¿por qué lloras pequeña preciosa?

- ¿Te parezco preciosa? – pregunta la niña ansiosa

- Claro que sí Anais. Eres…

- Pero entonces – interrumpe – ¿por qué no me... – no acaba la frase y sale corriendo en busca de su amiga.

- Espera – Berman la persigue y la alcanza – Espera Anais – es la primera vez que toca la mano de la niña. Aunque suave y delicada, se encuentra helada – Anais – dice con voz trémula.

La niña voltea rápidamente y sin dejar espacio a la reacción se funde en los brazos de Berman. Él la sostiene con una mano en la cintura y la otra en los cabellos de la extraña adolescente.

Mientras toca el pelo de ella, percibe el momento. Mágico. Inocente. Puro. Perfecto. De pronto se siente atraído nuevamente por esta pequeña jovencita. Sus manos tiemblan ligeramente, mientras que por su estómago relucen un sin par de colores que gravitan en las cuerdas del amor.

- Yo creí que te gustaba – reclama Anais.

- Levanta la cabeza – la ayuda con una mano alzando el mentón de la niña – me gustas mucho Anais. Eres bellísima. Todos quedaron impresionados contigo, pero de todos yo soy tu fan número uno.

- Pero entonces quien es la otra a quien enviarás la pulsera – pregunta la niña

- Jajaja… no hay otra. Tengo que enviarle a un amigo que está en Cuzco. Es una larga historia.

- ¿Cuzco? – pregunta Anais – yo vengo de Cuzco.

- De razón. Eres toda una ñusta del sol.

- ¿En serio te gusto? – vuelve a preguntar Anais.

- Demasiado. Solo que nunca he tenido enamorada y no sé de que se trata esto.

- Solo dilo Berman

- Espero que no estés comprometida

- Claro que no – sonríe la niña.

- Entonces… ¿quieres estar conmigo? – pide Berman con una sonrisa coqueta.

- Sí – responde Anais – quiero ser tu enamorada.

- Pues que bien – responde emocionado Berman abrazándola nuevamente.

- ¿Me besarás? – pregunta la niña.

- De hecho pequeña. Pero no en este momento. Quiero que sea especial. Recuerda que es mi primera vez – aclara Berman.

- No tardes por favor – suplica la niña – deseo tus labios.

- Tranquila. Será el lunes por la tarde, cuando me devuelvas la pulsera que te daré en la mañana delante del profesor. ¿Está bien?

- Ok. Entonces nos vemos el lunes.

- Hasta el lunes pequeña hermosa – concluye Berman acariciando su mejilla y dejándola ir.