webnovel

Capítulo 63: La Llegada de los Nuevos

Año 421 a.C., Atenas.

La mansión, un edificio imponente y oscuro, se erigía como un monolito en medio de la desolación que la guerra había traído a Atenas. En su interior, las sirvientas, con rostros pálidos y ojos temerosos, se movían como sombras, sus pasos suaves y sus voces apenas audibles, mientras preparaban las habitaciones para los nuevos llegados.

Adrian, su figura alta y oscura, observaba desde la penumbra, sus ojos carmesí evaluando cada movimiento, cada susurro de tela, con una indiferencia calculada. Su mente, aunque inmortal, estaba ocupada con pensamientos de sustento y placer, las sirvientas meros peones en su eterna existencia.

Clio, su forma etérea flotando a su lado, observaba con una mezcla de resignación y tristeza. "Los nuevos llegados, amo, ¿serán tratados como los que ya residen aquí?", preguntó, su voz suave y melódica.

Adrian, sin apartar la mirada de las sirvientas, respondió, "Serán utilizados para lo que son útiles, Clio. Nada más, nada menos."

La puerta principal de la mansión se abrió con un crujido, y un grupo de mujeres, sus rostros marcados por el miedo y la desesperación, fueron conducidas al interior. Sus ojos, amplios y aterrorizados, se movían rápidamente, tomando la opulencia sombría de la mansión y las figuras que se movían dentro de ella.

Una de las mujeres, su cabello oscuro enmarcando un rostro lleno de determinación, se adelantó, sus ojos encontrándose con los de Adrian. "¿Este es el lugar donde se nos prometió seguridad?", preguntó, su voz temblorosa pero firme.

Adrian, acercándose, la evaluó con una mirada fría y desapegada. "Este es un santuario de la tormenta que asola Atenas, pero no es un lugar de bondad o misericordia. Aquí, servirás, y a cambio, se te permitirá vivir."

Las mujeres, aunque claramente asustadas, asintieron, la alternativa de las calles de la Atenas asediada un destino mucho más aterrador.

Y así, la mansión se llenó con nuevos susurros, nuevos temores, y Adrian, el inmortal, continuó su existencia, indiferente al dolor y al sufrimiento que permeaba las paredes de su hogar.