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Capítulo 25: La Sombra de la Persecución

Año 1765 a.C., Tebas.

Las noches en Tebas se habían vuelto un juego de sombras y susurros para Adrian y Lysara. La casa abandonada, con sus paredes agrietadas y ventanas rotas, se había convertido en un santuario, un lugar donde podían esconderse de los ojos inquisitivos de la ciudad que ahora cazaba su propia oscuridad.

Lysara, con su mente siempre activa, había ideado una serie de rutas y estrategias para moverse por la ciudad sin ser detectados. Cada noche, cuando la luna se elevaba en el cielo, se deslizaban por las sombras, moviéndose con un silencio sobrenatural a través de las calles desiertas, evitando las patrullas de guardias y los ojos curiosos.

Adrian, a pesar de su naturaleza impulsiva y su deseo constante de acción, había encontrado una extraña paz en esta existencia sigilosa. La presencia de Lysara, con su calma y su determinación, había suavizado los bordes de su ira, permitiéndole encontrar un propósito más allá de su propia satisfacción.

Una noche, mientras se movían a través de un laberinto de callejones oscuros, Lysara se detuvo, su mano alzándose para detener a Adrian. Sus ojos, siempre alerta, se estrecharon mientras observaba una figura solitaria que se movía a lo lejos, su andar vacilante y su postura encorvada.

Adrian, su mirada siguiendo la de Lysara, sintió un tirón de curiosidad. La figura, claramente un vampiro por la forma en que evitaba la luz de la luna, parecía perdida, su mirada moviéndose frenéticamente mientras murmuraba para sí misma.

Lysara, con su corazón siempre inclinado hacia la compasión, dio un paso adelante, su voz un suave susurro en la oscuridad. "Hola, ¿puedo ayudarte?"

La figura se sobresaltó, sus ojos, iluminados por un miedo palpable, se fijaron en Lysara. "¿Quién eres tú?", preguntó con voz temblorosa, "¿Vienes a matarme también?"

Lysara, manteniendo una distancia segura, respondió con una voz que, aunque firme, llevaba un eco de gentileza. "No estamos aquí para hacerte daño."

La vampira, porque eso era lo que era, se derrumbó al suelo, sus sollozos llenando la noche. Lysara se mantuvo en su lugar, su expresión suave y compasiva. "¿Qué te ha pasado?", preguntó suavemente.

A través de sus lágrimas, la vampira comenzó a hablar, sus palabras entrecortadas por el miedo y la desesperación. Habló de cómo los vampiros, una vez ocultos en las sombras de Tebas, ahora eran cazados, perseguidos por aquellos que una vez fueron sus presas. Habló de amigos perdidos, de seres queridos asesinados, y de un miedo constante que se había apoderado de su existencia.

Lysara escuchó, su propio corazón pesado con la realidad de las palabras de la vampira. En su relato, vio el reflejo de su propio futuro, una existencia de miedo y persecución que podría extenderse por la eternidad.

Antes de que pudieran decir más, el sonido de pasos apresurados llenó el aire. Los ojos de la vampira se agrandaron con terror, y sin una palabra, se levantó y huyó en la oscuridad, su figura desapareciendo en la noche.

Lysara y Adrian, ocultos en las sombras, observaron mientras una patrulla de guardias pasaba, sus antorchas iluminando la noche con un resplandor anaranjado. La ciudad de Tebas, una vez un lugar de seguridad y prosperidad para ellos, se había convertido en un terreno de caza, y ellos eran la presa.