—Ella no lo hará —dijo Alejandro con firmeza—. Rain lo dejó claro: una vez que averigüe quién la ha suplantado, tomará medidas legales. Yo puedo perdonar a mi hermano, pero Rain... lo dudo. Sea lo que decida, yo la apoyaré.
Al escuchar esto, Sanya entró en pánico. Intentó irse en silencio, con la esperanza de que nadie la notara. Pero después de solo unos pasos, se congeló cuando la voz de Rain la llamó:
—¿Sanya? ¿Lo encontraste? ¿Por qué estás ahí? El baño está en la dirección opuesta.
Atrapada por sorpresa, Sanya forzó una sonrisa incómoda y bromeó:
—Esta casa es tan grande que me he perdido.
Rain se rió suavemente, pasando su brazo por el de Sanya.
—Vamos, te enseñaré el camino.
Mientras caminaban, Rain miró a su amiga, su expresión cambiando a preocupación.
—¿Te sientes bien? Te ves pálida.
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