Anastasia respiraba temblorosa bajo la caricia de su ardiente y sensual hombre. Tragó saliva mientras su mente se revolucionaba. Abrumada por las emociones, pensó que podría desmayarse y se preguntó si todas las chicas reaccionaban igual en tales circunstancias. Aunque se sentía un poco mareada por el efecto del aroma amaderado y picante que emanaba de su apuesto hombre, su mente permanecía irremediablemente alerta. Se tambaleó un poco y, como si fuera por instinto, su cuerpo se movió con ella para sostenerla, sus músculos se tensaron a su alrededor para apoyarla.
Íleo estaba completamente pegado a ella, las gotas de agua a su alrededor salpicaban, mojándolo por delante y empapándola a ella también. Cada respiración que tomaba estaba llena de su embriagador aroma. No podía respirar, pues su corazón se negaba a desacelerarse lo suficiente como para que pudiera entender su condición.
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